El “comunismo” chino es el curandero del imperialismo capitalista

El mundo, bajo lo que se ha denominado globalización capitalista, anda más al revés que antes, pero en vez de dos patas hacia arriba ahora cuenta con cuatro. En el mundo se cree, menos los chinos, que China es comunista, aunque su Primer Ministro haya dicho, unos meses atrás, que para China alcanzar el nivel de desarrollo de una nación altamente desarrollada del capitalismo se requiere, por lo menos, medio siglo todavía. Y Marx, ¿será que está equivocado?, creía que el socialismo es, desde un comienzo, superior al capitalismo.

En la extinta Unión Soviética, después de la muerte de Lenin, el gobierno soviético creyó que se podía construir el socialismo en un solo país aislado del contexto capitalista internacional o de la economía de mercado mundial. Siete décadas bastaron para que se derrumbara esa teoría que no encontró ningún asidero en la práctica social, aunque argumentaban que Marx, Engels y después Lenin creían en ella, cosa que nunca fue cierto sino más bien lo contrario. En China, que se sepa, el gobierno (desde Mao Tse Tung hasta el actual), nunca se dejó influenciar de manera decisiva por esa teoría. No fueron pocos los encontronazos políticos entre el Estado Soviético y el Estado chino por razones que no vienen al caso mencionar y detallar. El Che fue tal vez uno de los principales dirigentes revolucionarios que en su tiempo se atrevió denunciar la rivalidad entre la Unión Soviética y China como un perjuicio a la causa revolucionaria mundial. El Che no concebía que los dos grandes países del socialismo se estuvieran peleando mientras el imperialismo se unía para repartirse sus esferas de influencia en el mundo y, especialmente, cuando atacaba Estados Unidos a mansalva al pueblo vietnamita. Luego del triunfo de la causa del tío Ho hubo un conflicto armado entre China y Vietnam que, por suerte, terminó casi tan pronto como se inició. La dirigencia china se había equivocado creyendo que los vietnamitas eran una presa fácil de someter.

El gobierno chino ha dicho que nada del mundo puede afectar sus relaciones con Estados Unidos, su gran socio en la economía de mercado. Y quienes se abrazan y fortalecen su amistad y su solidaridad por búsqueda de ganancia y reparto de dinero, sin que le importe a ninguno de los dos “amigos” la lucha de otros pueblos por la emancipación social, no pueden expresar una política o una ideología opuestas. El dominio económico del mercado mundial, a favor de unos pocos y en detrimento de muchos, es un rasgo de imperialismo y no de socialismo. Por supuesto, que aislarse de ese mercado y enfrascarse en las ventajas únicas de un mercado nacional es, hasta en corto tiempo, una desventaja para cualquier Estado que tenga su mira puesta en el socialismo. Este, necesario repetirlo tantas veces como se requiera, es de carácter universal sin negar que, primero, sea indispensable entrar en lo nacional y vencer los elementos socialistas en el período de transición del capitalismo al socialismo. De allí la importancia del carácter permanente de la revolución proletaria fundamentalmente en las naciones del capitalismo altamente desarrollado.

El capitalismo (en su fase más avanzada y más atroz) está en crisis, lo cual no quiere decir que se derrumbará por sí solo. Ni siquiera ha entrado en fase de terapia intensiva. La ciencia y la técnica están muy avanzadas y existen galenos especialistas en cada una de las enfermedades del cuerpo que ponen sus conocimientos al servicio de un régimen que ya ha demostrado de sobra es incapaz de solventar, con verdadera justicia social, los grandes y pequeños tumores malignos socioeconómicos que padece el mundo actual. El partero del nuevo nacimiento social (el proletariado) está todavía en curso intensivo tratando de aprobar algunas materias que le han sido aplazadas por su negligencia e indiferencia en el estudio. Sigue enfrascando sus conocimientos a la interioridad de los límites fronterizos nacionales. No ha entendido aún la universalidad de su obra y de su pensamiento. No ha comprendido que ha llegado el momento de abrirle más la herida al capitalismo, de hacer que se desangre, que se muera y sobre sus hombros llevarlo, sin derecho al velorio, al cementerio e introducirlo en la sepultura más honda que exista, enterrarlo boca abajo y rezarle el Padrenuestro al revés para que todo aquel que crea en su resurrección le salga el Diablo y le diga: “De ahora en adelante todo quien ore o rece por el capitalismo, lo espero con los brazos abiertos en la puerta de mi Infierno”.

El país más afectado por la crisis actual es Estados Unidos, pero sigue siendo el más poderoso militarmente, el más influyente en el ámbito internacional, el único capaz de valerse de sus armas sofisticadas y apoderarse de unas cuantas regiones del mundo para expropiarle sus riquezas. Y eso será así mientras no revienten revoluciones en múltiples regiones del mundo que influyan en el proletariado y los sectores populares del capitalismo avanzado para que se decidan arrancarle el poder político de las manos a la oligarquía financiera, industrial, bancaria y comercial y ponerlo a disposición de la marcha hacia el socialismo. Lo que aparece como incomprensible, a primera vista, es que siendo Estados Unidos un país endeudado al extremo, con una crisis que le golpea venas y pulmones, siga empecinado en dando ayudas económicas elevadas a Estados que proyectan políticas en total perjuicio a las aspiraciones y necesidades de sus pueblos. ¿De dónde sale ese dinero que no afecte a las clases y sectores populares estadounidenses?

Lo asombroso es que sea el “comunismo” chino quien juegue el papel de vocero principal en los llamados a la solidaridad para salvar al imperialismo de su grave crisis económica. Es tanto así que el Estado chino asume la crisis estadounidense (sin importarle las causas que la generan) como si fuera de su propia entraña. Se dice, en los medios del conocimiento y medidores de la economía, que China cuenta, en este momento, con la mayor reserva de divisas del mundo, la macoca –hasta diciembre de 2008- de 1,94 billones de dólares. Eso no es criticable sino más bien un mérito capitalista dentro de un mundo donde China, de acuerdo a la opinión de su propio gobierno, necesita cincuenta años más para poder alcanzar el nivel de desarrollo del capitalismo actual más avanzado. Allí no existe la idea de un socialismo a corto plazo. Eso es parte de la sabiduría china. Hace pocos meses, también y de sabiduría rusa, el presidente de Rusia dijo públicamente, en nombre del capitalismo y nunca del socialismo, que las relaciones de solidaridad y amistad entre Venezuela y Rusia se estaban acrecentando y fortaleciendo por la sencilla razón que ya se pasaba de los mil (1.000) millones de dólares en inversiones económicas y había que aumentarlas.

Lo que si, no sé si criticable o incomprensible de un gobierno que pregona el socialismo, es que el Estado chino sea el principal tenedor de bonos del tesoro estadounidense (85 millardos de dólares hasta diciembre de 2008), que a la hora de un conflicto bélico los pierde China y los gana Estados Unidos. Pero lo más incomprensible es que el Estado chino, aun cuando Estados Unidos es el peor y más genocida de los pocos países imperialistas que dominan el mundo, sostenga, de manera enfática y para que no quede duda alguna de su amistad y solidaridad con el Estado estadounidense, que continuará comprándole la deuda a Estados Unidos. De que los chinos saben de economía, saben de verdad verdad. Por eso, ante la propuesta de que devalúen el yuan, respondieron –basándose en su fortaleza económica-: “La crisis nos ha enseñado que un tipo de cambio que flote libremente no interesa a nadie”.

El imperialismo tiene conciencia que de una crisis económica, si no la solventan en un plazo prudencial, pueden producirse crisis políticas, lo cual se traduce en un estado de ingobernabilidad para unos y para otros un rechazo tajante a que los sigan gobernando como antes. Y de las crisis políticas brotan las rebeliones que concluyen: o bien terriblemente derrotadas o bien con sólidas victorias populares. Y eso también lo sabe la alta dirigencia de la nación China. De allí que el famoso y tenebroso Grupo de los Veinte (G-20), ese que se tilda de agrupar a los países más ricos y emergentes del mundo y gobierna incrementando la pobreza y el dolor para la mayoría del planeta, piense y actúe, en este momento de profunda crisis económica, en valerse de la solidaridad de China para salvarse, cuando hasta 1990 el país asiático era un archienemigo del campo capitalista imperialista. ¿Quién dice que el mundo ahora no anda con cuatro patas hacia arriba y dos cabezas hacia abajo?

Hace pocas semanas atrás, Wen Jiabao (primer ministro chino) anunció al mundo que China podría “… lanzar una nueva política de estímulo en cualquier momento”, pero no soltó ninguna perla que haga adivinar a otros los misterios o secretos de ese relanzamiento. Una nación que es la primera –caso China- exportadora en el mundo de mercancías que de ninguna forma va al estómago para aliviar el dolor que produce el hambre, se llena los bolsillos con las trivialidades de la demanda. Lo que sí es importante conocer es ¿por qué más de trescientos (300) millones de chinos viven en pobreza crítica cuando tienen 1,94 billones de dólares en reserva de divisas? ¿El por qué, en nombre del socialismo, se legaliza la propiedad privada argumentando que es bien habida? ¿El por qué entre países o gobiernos que plantean el socialismo, como única alternativa para salvar este mundo de los estragos y hecatombes del capitalismo, fundamenten la solidez de sus relaciones en los negocios económicos y no en el impulso de la solidaridad socialista para la lucha revolucionaria por el derrocamiento del capitalismo? Ahora: si China, en este año 2009 y bajo los rigores de la crisis económica mundial, no tiene un crecimiento en su economía de un 8%, entraría en una fase conflictiva por el abultado desempleo y pobreza que se va a generar en una población de más de mil doscientos (1.200) millones de habitantes. Y si eso sucede, vendrán las pocas naciones imperialistas, basándose en la experiencia del derrumbe de lo que fue la URRS, a recordarle al gobierno chino: “Una vez más se demuestra que el socialismo no es otra cosa que la igual distribución de la miseria social. ¡Viva el capitalismo!”.

Si en una crisis, profunda como la actual, las naciones subdesarrolladas o en vías de desarrollo le garantizan la energía y la suficiente materia prima a los países imperialistas para contribuir a solventar sus graves situaciones socioeconómicas, eso no puede ser considerado jamás como solidaridad revolucionaria, sino como un negocio económico para que el capitalismo imperialista continúe marcando las pautas de la pobreza y el dolor para los muchos y la concentración de la riqueza y el privilegio para los pocos. Y conste que esto no es en nada un disfrute por el sufrimiento inevitable de elevados porcentajes de la población de las naciones imperialistas, pero cada pueblo está en el deber de hacer su revolución y, especialmente, cuando las crisis económicas crean condiciones para radicalizar la lucha política de clases.

Que un país socialista se convierta, en detrimento del carácter de la revolución permanente, en el curandero, en el salvador de las crisis del capitalismo imperialista tiene el mismo significado que un gobierno o un psicólogo que se propongan regenerar –para bien de la sociedad- a un sádico descarado y atroz que ha violado y matado a varias criaturas inofensivas y persista en su inocencia.

Lo cierto es que estamos viviendo un momento histórico que en vez de incentivar y profundizar las contradicciones interimperialistas por los Estados que ven al socialismo como la única alternativa que salve al mundo de estragos y hecatombes sociales impredecibles, lo que se hace es mover todas las economías nacionales en búsqueda de ayudar al imperialismo para solventar las crisis que brotan desde el fondo de la entraña del capitalismo y son las causantes de los gravísimos males que padece la aplastante mayoría de la humanidad. Aun así, ninguna de las realidades de este tiempo y de las decisiones gubernamentales en el planeta crea algún elemento que sea capaz de justificar la revisión del marxismo. Este, ahora es cuando mayor vigencia y futuro tiene.

En definitiva: la única salida permanente a las crisis del capitalismo es el impulso y el ejercicio de la solidaridad para las luchas revolucionarias por el derrocamiento del capitalismo y la construcción del socialismo. Lo contrario es aplicar un remedio que mejora un tejido, solda un hueso, alivia un dolor muscular, limpia el canal de una vena pero jamás y nunca cura la enfermedad.



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Freddy Yépez


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