El de Trump, es un discurso rudo, ordinario y hasta guapetón. Pero pese su advertencia y las de las tendencias del modelo y el mundo todo, donde Venezuela es lo que tiene en las entrañas, empezando por el petróleo y su posición geográfica, hay políticos, aquí y sobre todo afuera, hasta en Suecia, que hablan de su preocupación por nuestra democracia y hasta hambre.
No hay duda que ahora, somos víctimas del asedio del capital mundial y particularmente del apoyado por el Estado norteamericano, que ahora nos acosa con saña, desde los tiempos de Obama, un premiado anticipadamente por la Academia Sueca, con el Nobel de la Paz, como quien paga al sastre antes que este a uno le haga el traje, pues ha sido uno de los gobernantes que más guerras desató, quien con ligereza nos declaró "amenaza inusual y extraordinaria", pero no por que vio en nosotros fuerza militar para agredir a su país, sino por el destino que pudiera esperar a nuestra riqueza petrolera.
Luego vinieron las sanciones de ese mismo país y sus aliados. Aunque es pertinente y necesario admitir, no hacerlo es no sólo negar la realidad sino prestar poca ayuda por convencionalismos y conveniencia, que a ello se agregaron los errores inherentes a la corrupción, el mal manejo de los recursos, la falta de claridad en el diseño de políticas económicas, como el tema salarial y en el manejo de la contradicciones con los aliados, los históricos, de siempre y los potenciales emergidos del proceso histórico reciente.
Y ahora el mandante en la Casa Blanca, hace lo mismo y hasta peor que sus ancestros en el cargo; pues siempre hicieron lo contrario de ayudarnos, como habernos impuesto por largos años dictaduras y gobiernos dispuestos a entregarles lo que a ellos les falta y, a nosotros también, porque ellos se lo llevan. Y cuando no logran eso, por los medios habituales, el de la entrega dócil y hasta espontánea de los gobernantes nuestros, justamente para llegar a donde se hallan, entonces como ahora, mediante la fuerza que da el control de buena parte de la economía mundial y las armas, someten o intentan someter a quienes pudieran y quisieran mantenerse libres, independientes, sin romper las buenas relaciones diplomáticas con nadie y menos las económicas, siendo esto ventajoso para ambos factores.
Bolívar lo supo con anticipación, por eso en la Carta de Jamaica lo dejó asentado. Porque el inmortal caraqueño, como se dice, fue capaz de mirar por encima de las montañas y centenares de años de anticipación. ¿Qué más claro que aquello de "Estados Unidos parecen destinados por la providencia a plagar a América de miserias en nombre de la libertad"? Supo, pudo percibir, por comprender las tendencias del modelo mundial imperante, que el ritmo de crecimiento desmedido que traía la economía estadounidense, iba a demandar someternos a la dependencia. Por eso propuso la formación de la gran patria americana, pero formada, como solía decir "por las antes colonias españolas". Sólo un frente como ese, podía detener la voracidad del vecino del norte.
Lo de ahora, no es como solíamos decir los cumaneses, "cosa de chanza", del azar, sino resultado del proceso histórico , del crecimiento del tiburón y su necesidad y ansiedad de consumir o engullir a las sardinas, para decirlo como Juan José Arévalo, expresidente guatemalteco, precisamente derrocado por EEUU, que le evaluó como amenaza a los intereses de United Fruit Company, empresa bananera estadounidense anclada en aquel país centroamericano, de las "antiguas colonias españolas".
Ya se quitaron la careta en su accionar y han demostrado que no es asunto de libertad sino de la supervivencia de ellos en el más alto nivel y abundancia, a cambio de la ruindad nuestra. Primero fuimos el mercado para suministrarles materias primas y consumir su producción. Luego espacio para reproducir sus capitales aprovechando mano de obra barata. Y ahora somos el área que contiene metales hoy estratégicos en abundancia y el 30 % del agua que existe en el planeta; riquezas que a ellos comienzan a serles vitales. Mientras ellos miran al futuro, nosotros nos peleamos como los hombres, hasta hermanos, de la edad de piedra.
Somos sólo eso, el patio trasero que ahora se convierte en su jardín y el cual deben "defender" sin importarle el destino nuestro. Lástima haya quienes ingenuamente creen que Trump intenta salvarnos de la ruindad en la que él y los otros gobiernos estadounidenses nos hundieron. Primero, al someternos desde años ancestrales en mercado de consumo de sus mercancías e inversión de sus capitales, para aprovechar las ventajas que brindábamos, como obra de mano calificada y barata en un momento que la estadounidense se había vuelto costosa.
Todo lo anterior, me lleva a recordar a Luis Herrera Campins, quien en visita a EEUU, donde llegó estrenando aquel entonces lujoso avión, el primero que la presidencia de la República tuvo, pues de eso sólo disponían los altos gerentes de PDVSA, aquel que años más tarde, Chávez llamó "el camastrón", afirmó que aquel país y el nuestro, tenían vínculos solidarios desde los primeros momentos de la lucha por la independencia; una afirmación que nunca se correspondió con los hechos; más bien se ha ratificado lo dicho por Bolívar y lo que aconteció a lo largo de nuestra lucha por la independencia.
Cuando Miranda se entrevistó en 1805 con Thomas Jefferson, presidente del país del norte y James Mason, secretario de Estado, en solicitud de ayuda, nada obtuvo. Le alegaron las buenas relaciones entre ellos y España y la vigencia de un decreto que prohibía a los particulares la exportación de armas.
Desde 1810, los nacientes gobiernos independientes de América hispana aspiraron establecer formales relaciones comerciales con los norteamericanos. La respuesta a ese deseo la dio bien pronto el Congreso norteño, en el sentido que sólo establecerían vínculos con ellos, cuando hubiesen alcanzado el rango de Estados soberanos e independientes. Esto implicaba que tal calificación la harían los propios Estados Unidos, según su conveniencia y en vista de sus buenas relaciones con España.
Mientras tanto, los americanos del norte se mantendrían "neutrales", de "embuste-embuste" y, en sana y provechosa paz, con España.
El presidente Monroe en 1817, juzgó el conflicto de América meridional como una guerra civil, no de independencia; entre, como afirmara él mismo, "bandos o partidos que son mirados sin preferencia por los poderes neutrales".
Es decir, el país solidario, que mencionó Luis Herrera, con nuestra lucha, en 1817 se declaró "neutral y sin preferencias". Una declaración ajena al acontecer.
De remate podemos agregar que, una disposición de 1818, prohibía a los suramericanos cualquier acción, dentro del territorio norteamericano, dirigida a ayudar las guerras de independencia.
La relación es larga, incluye la invasión de la isla Amelia y el envío de embarcaciones yanquis con provisiones y armas para el ejército español. En esa isla, cercana a lo que ahora es La Florida, siendo aquel territorio colonizado por España, ajeno al de EEUU, por instrucciones de Bolívar, se instauró la llamada República Fernandina, bajo el control de tropas comandadas por McGregor, con la intención de entorpecer el tránsito de buques españoles y la futura independencia de Cuba.
En esas circunstancias, el ejército estadounidense invadió ese espacio y desalojó a los patriotas en beneficio de España.
En carta del 29 de julio de 1818, dirigida al agente diplomático norteamericano J.B. Irvine, en uno de los tantos enfrentamientos con aquel país, Bolívar acusó a EEUU de intentar romper el bloqueo que la naciente república impuso contra España y les dijo, "para dar armas a unos verdugos".
Para hacer un balance de la conducta de nuestro "amigo" frente a nuestra lucha por la independencia, bastaría recordar lo siguiente:
En 1819 se reunió el Congreso de Angostura y se decretó la República; Estados Unidos se negó a reconocer nuestro gobierno.
En 1820, cuando el propio gobierno español, a través del Armisticio y el Tratado de Regularización de la Guerra, reconoció nuestras fuerzas, el gobierno norteamericano continuó desconociendo el nuestro.
Todavía se negaron a hacerlo para 1821, cuando se libró la batalla de Carabobo y se instaló el Congreso de Cúcuta.
Tardíamente, cuando ya Bolívar había consolidado su poder y se disponía a seguir su lucha liberadora en el sur, el gobierno norteño decidió reconocer a la Gran Colombia.
Mal puede considerarse a aquel país amigo nuestro desde los primeros momentos de la lucha por la independencia, cuando en verdad asumió la conducta expuesta arriba en tan graves momentos de nuestra historia.
¿Qué quiere ahora Trump? ¿Darnos libertad? ¿Hay ingenuos, gente de buena fe, que eso cree? ¿No será más bien lograr la libertad de apoderarse de nuestros recursos, en un momento crucial de la historia de la humanidad, cuando grandes potencias intentan un nuevo reparto del mundo?
La verdad es que, Trump es el vocero de quienes allá creen, que hay en este espacio es de ellos, está de por medio su supervivencia y, en eso, la "amistad", ni siquiera entre "hermanazos del alma", cuenta.