Negroponte: el ángel de la muerte y sus angelitos criollos

Las empresas de desinformación venezolanas amanecieron el día de hoy,
primero de marzo, con una noticia espectacular, según ellas y para ellas.
John Negroponte está limpiando las pistolas, ajustándose la canana y viene.
Era visible la emoción orgásmica del “mataduras” y su risueña acompañante de
todas las tardes. Incontrolables, los espasmos hacían temer una eyaculación
en vivo y en directo. Similar júbilo, seguramente regado con güisqui 18
años, debió inundar las redacciones de Bobolongo Otero (Doroteo dixit) y del
opusdeista Andrés Mata. ¡Fiesta!, ¡la redención está cada día más cerca!.
¡Negroponte en persona los vengará!, ¡pronto sus héroes dejarán caer bombas
sobre esta gente equivocada, altanera, parejera, chusma y mono-crática!.

Estas ratas sin patria ni vergüenza tienen razones para su esperanza.
Saben bien lo que significa el hecho de que Mr. John Negroponte se encargue
de los “problemas”. Suerte de jinete del Apocalipsis en combinación
exquisita y perfecta con Atila y Millán Astray, su paso siempre ha dejado un
saldo de muerte y horror. ¡Ya es hora que se encarguen los “profesionales de
la muerte”!, estaría pensando Leopoldo Castillo deambulando por sus
recuerdos en El Salvador.

Este príncipe de la muerte fue embajador de EE.UU., en Honduras entre
1981 y 1985. El “diplomático” tuvo a su cargo el diseño y puesta en marcha
de la mayor máquina de terror que tenga recuerdo el país centroamericano. Le
correspondió, entre otras menudencias, crear la base aérea El Aguacate. Esa
misma academia del horror donde los Contras nicaragüenses recibieron
entrenamiento en torturas y las más sublimes técnicas en muerte lenta, fue
la misma que sirvió como centro de detención y tortura para miles de
luchadores sociales latinoamericanos. Como para muestra basta un botón, en
los terrenos de la base aérea El Aguacate, luego de presiones de
organizaciones de derechos humanos, en 2001 se hicieron algunas excavaciones
y para el momento, -siguiendo sin excavar mucho territorio- se han exhumado
185 cadáveres de personas torturadas, asesinadas y enterradas en la base.

No termina allí el prontuario del actual Jefe de Inteligencia de la
camarilla asesina de güashinton. Esta joya dirigió el entrenamiento del
infame Batallón 316, uno de cuyos líderes fue el capitán Billy Joya, acusado
en España por la tortura y asesinato de cientos de personas en
Centroamérica. Negroponte fue el funcionario que sirvió para trasladar
fondos y financiar las actividades del mencionado batallón, entre otras
cosas, engañando al congreso de los EE.UU.

Fue también una especie de mano derecha de Oliver North en la
consumación del trasiego de armas para la Contra nicaragüense obtenidas con
fondos del tráfico de drogas. Este hermoso prontuario lo acumuló el asesino
Negroponte a las órdenes del cowboy Ronald Reagan. Dicho en lenguaje
dominocista, “pasó agachado” durante los gobiernos de Bill Clinton para
reaparecer, repotenciado y aún más fino, bajo la protección del mayor
terrorista de la historia, el actual presidente de los EE.UU., Mr. Danger,
el imbécil asesino por vocación y mandato divino, George W. Bush. La
importancia de este pistolero al mejor estilo del malo de las novelitas de
Marcial Lafuente Estefanía es tal, que su enloquecido patrón lo colocó como
Jefe Plenipotenciario para dirigir el genocidio de Fallujah.

Esa amenaza sobre la patria, sobre nuestro pueblo y sobre nuestra
historia es la que celebran con júbilo los alabarderos criollos, estos
mamporreros y celestinas de la muerte, sin dignidad ni vergüenza. El pueblo
y gobierno venezolano tiene que poder neutralizar el trabajito diario de
estos traidores a la patria. Tiene que identificarlos con precisión y
objetividad. Quienes son, que hacen, cómo lo hacen, quien los mantiene.
Porque no sólo reciben dinero de sus patrones gringos, también son
financiados a través costosas pautas publicitarias por empresarios que saben
bien lo que hacen. Empresas como Banesco, Movistar y muchas otras, actúan
como mecenas para estos artistas de la muerte. No hay ninguna razón
estrictamente publicitaria que justifique las inversiones en Globovisión, El
Nazional o El Universal. Los mensajes invitando a gastar, consumir o
disfrutar resultan chocantes y contradictorios con el estado de crispación y
desastre que contienen los mensajes de estos medios. Después de una sesión
de 5 minutos de la “musiquita de tiburón” de ese centro de terror que es
Globovisión, los únicos productos que pueden tener demanda son los calmantes
para los nervios. Eso lo saben los publicistas y, por supuesto, los dueños
de estas empresas. ¿Por qué continúan financiando a estos mensajeros del
odio y la muerte?, ¿por qué continúan pagando los jugosos cheques del
Mataduras, Marisabel Párraga, Roberto Giusti, Antonetti, Manuel Felipe
Sierra, Nelson Bocaranda y tantos otros y otras?. La respuesta es clara,
quien pone el dinero pone la música.


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Martín Guédez


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