La reacción de la cultura islámica: Mahoma vive, abajo el imperialismo norteamericano

No solo de pan vive el hombre, dice el viejo adagio. Más allá de la carne y la fisiología humana, está el alma, el espíritu, la fe, los valores, la cultura. Por encima del poderío económico, político, militar, tecnológico y massmediático de los imperios modernos, están los pueblos con su conciencia y su voluntad colectiva, su hermandad y religiosidad, haciendo de la dignidad compartida su mejor fuerza moral, la más activa e irreductible. Ni el colonialismo, ni el neocolonialismo, ni el pensamiento único de Occidente, ni la hegemonía política-cultural de los norteamericanos, ni el pragmatismo modernizador capitalista-neoliberal-globalizante y su falsa ilusión positivista de progreso y confort, pueden ni podrán acabar con la historia, con la memoria de las tribus, con el ser colectivo de los pueblos de Asia, África, Europa y América.

Los hombres mueren y la historia sigue, se recrea y, por eso, se respeta. Los héroes de los parias de la Tierra son sagrados. La ofensa, la humillación y la burla no podrán jamás frente al temple, la hidalguía y el decoro de los hombres y mujeres del mundo que saben valorar y dar la vida por las causas más nobles del universo. José Martí advertía que a veces hay pueblos que pierden su dignidad y decoro; pero, así mismo, hay hombres en quienes está representada la dignidad y el decoro de todo un pueblo. Así ha sido y seguirá siendo. Desde que apareció la esclavitud, la lucha de los pueblos es infinita. Por esa razón, la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases, como bien lo precisó Karl Marx. No hay fin de la historia sino de las épocas.

La historiografía universal nos muestra que los imperios existen por épocas históricamente determinadas, con su inicio, desarrollo, auge, decadencia y fin. El viejo mundo asiático- africano-europeo posee un inmenso haber milenario de sucesiones imperiales terroríficas, sangrientas y dolorosas, que va desde la antigüedad mesopotámica-egipcia, pasando por la greco-romana hasta llegar a la más reciente del siglo XX que produjo las dos grandes guerras más devastadoras de la Europa moderna, además de las cientos de guerras convencionales de baja intensidad. De esa destrucción emblemática y patética de la centuria pasada, enmarcada por la decadencia de la modernidad capitalista y sus imperios tradicionales, surgió el imperialismo norteamericano, tan nuevo en su forma como viejo en su esencia nada original. De manera que, el poderío gringo es, entonces, una prolongación mimetizada desde el vientre decadente y sangriento de la vieja Europa.

Si los imperios surgen como resultado de la expansión del capital y el mercado; así mismo, su decadencia y fin es inevitable ante la maduración de la conciencia identitaria y nacional de los pueblos oprimidos y por las contradicciones de la competencia inter-imperialista. Hace 500 años, América sirvió como fuente dorada, agrícola y pecuaria para que los imperios emergentes de la Europa medieval-renacentista dieran el gran salto del viejo mercantilismo hacia la modernidad capitalista. Para ello, exterminaron a nuestras comunidades originarias e impusieron su cultura, su religión y sus modos de producción. Inglaterra, Francia, Holanda, Alemania y España, se disputaron el dominio de todo este continente, imponiendo el exterminio y la esclavitud. Pero, vino la decadencia y el fin de la España imperial. América adquirió conciencia americana y se decidió a ser libre e independiente.

Hoy, todos los signos internacionales y al interior de Estados Unidos, indican que estamos ante la decadencia acelerada de ese imperio tan nefasto y criminal. Sin embargo, debemos admitir que, por los momentos, lo que detiene su fin son tres cosas fundamentales: primero, la pasividad y el miedo al cambio que existe en el pueblo norteamericano; segundo, el inmenso poderío tecnológico-militar que el Pentágono despliega como chantaje, amenaza y agresión directa contra los pueblos y Estados del mundo; y el tercer elemento sería la ausencia de una alternativa mundial con capacidad para la contención, neutralización y desmovilización de todo ese aparataje imperial.       

Esta apretadísima recapitulación acerca de las luchas de la humanidad contra los imperios, me viene a la mente a propósito de lo que hoy ocurre en el mundo árabe islámico en defensa de su religión, el Islam; su código sagrado, El Corán; y su gran héroe religioso, el profeta Mahoma, como respuesta a la agresión moral, política y religiosa de los agentes del imperialismo norteamericano que tiene en sus planes la destrucción absoluta de las culturas del Oriente para uniformar definitivamente al planeta entero con el traje civilizacional de Occidente en la versión más perversa, criminal, hipócrita, decadente, degenerada y corrupta como lo es el modo de vida norteamericano.   

La iniciativa de una élite gringa (presumida, arrogante y estúpida) de elaborar y proyectar una película contra el legendario profeta Mahoma, creador del Corán e iniciador del islam, llena de blasfemia, irrespeto y burla, ha provocado el desencadenamiento de vastas, contundentes, enérgicas y decididas protestas de inmensos ejércitos de mujeres, hombres, jóvenes y niños de todo el mundo islámico. La civilización islámica se ha puesto de pie convocada por su profeta histórico, y ha echado a andar sobre la faz del Oriente como un fantasma inexorable, acusador, irredento, que cubre los espacios con sus airados gritos de pasión y de fe.

Desde las profundidades de esa espiritualidad ancestral, sembrada en los extensos territorios donde siempre ha morado esa mística milenaria e irreductible, emergen hoy inmensas multitudes que marchan por las calles, queman banderas norteamericanas e imágenes del presidente Obama, rezan, gritan, ríen, lloran, cantan, alzan sus puños y leen El Corán, acarician sus páginas y limpian sus lágrimas con sus túnicas y sus cabellos. El viento de los desiertos se detiene y retorna a sus cauces frente al ímpetu y la altivez de los marchantes. Toda esta gesta, toda esta revelación de fuerza y de coraje, está motivada y se resume en dos ideas centrales: la primera nos dice: Mahoma vive y convoca, Mahoma se respeta; y la segunda afirma: el imperialismo no respeta, muera el imperialismo. 

Inmediatamente después de presentarse la película del imperio, fue precisamente en Bengasi, Libia, donde se produjo la primera chispa, el incendio de la embajada de Estados Unidos y la muerte de su embajador junto a otras personas. A partir de allí, las protestas, marchas y  manifestaciones se han extendido por Egipto, Turquía, Irak, Irán, Paquistán, Afganistán, la India, Palestina, el Líbano, como una marea humana de mayores, jóvenes e infantes cada vez más creciente, unitaria y contundente, dispuesta a que el mundo todo la oiga, la vea en las pantallas de la TV, la entienda en su esencia espiritual identitaria y la respeten.

Es muy importante valorar estos hechos en el contexto general de lo que sucede en el mundo en este tiempo histórico: Primero, como ya lo dije, la época del imperialismo norteamericano está en su fase de decadencia: crisis económica, crisis de valores, perdida de la moral pública, perversión, narcotráfico, consumo de droga, licor, vicios, modas y frivolidades de todo tipo; pérdida de la credibilidad ante los Estados de la comunidad internacional y pérdida del respeto ante los pueblos; compromisos ya insostenibles con guerras e invasiones en Afganistán, Irak, Libia, así como las pretensiones contra Siria, Irán, Cuba, Venezuela. De referencia de desarrollo económico, social, cultural y científico-tecnológico que fue en el pasado reciente; hoy Estados Unidos es un país desprestigiado, gobernado por mafias criminales, con una población mal alimentada, obesa, desconcertada, alienada, embrutecida y aterrorizada por la política internacional guerrerista de sus gobernantes.

Segundo, los pueblos y naciones del mundo vienen dando demostraciones de cambios inexorables: los grandes movimientos, gobiernos y pueblos aferrados a las banderas de la independencia, la soberanía, la democracia protagónica y el socialismo; la justicia, la equidad y la libertad, en América Latina y El Caribe; los indignados de Europa y Estados Unidos en reclamo de respeto a sus condiciones de vida, la justicia social y los derechos políticos; la llamada primavera árabe contra las tiranías y por la democracia y la independencia; y ahora, el alzamiento generalizado de los pueblos de Mahoma. Todas estas expresiones tienen una sola causa de origen: la irracionalidad operativa del modo de producción capitalista en su fase imperialista neoliberal globalizada. Por ello la consecuencia es irreversible: La rebelión creciente contra ese capitalismo neoliberal, salvaje, anti-popular y perverso; y el rechazo a las pretensiones hegemónicas, militaristas y totalitaristas del imperio yanqui en su fase de decadencia.

Tercero, todo lo anterior indica la entrada del mundo global en una nueva dinámica, en una nueva dialéctica de diáspora y convergencia universal, explosión de un nuevo estado emocional de las subjetividades de los pueblos, comunidades, tribus, gobiernos, movimientos y organismos nacionales e internacionales que reclaman nuevos espacios y expresiones legítimas de una nueva realidad que el imperio se niega a reconocer en medio de su hundimiento en la peor crisis existencial porque ya no se trata de una coyuntura crítica  superable, sino de la crisis profunda y generalizada de la civilización occidental, sus fundamentos, valores y modo de producción económica y acumulación de riquezas. Las fuerzas populares en movimiento planetario abren brechas de esperanza y redención. Una nueva síntesis asoma en el horizonte para que la decadencia llegue a su fin y nazca, no un nuevo imperio chino, ruso o de cualquier otro signo, sino la nueva civilización de la libertad, la democracia original y directa, la soberanía integral y la independencia de los pueblos y naciones, en el contexto de la diversidad y la multiplicidad de las culturas negadas por el canon actual, así como de la recuperación del equilibrio individuo-especie-sociedad-naturaleza-universo.  En fin, apostamos por la recuperación real de la libertad, la igualdad y la fraternidad, enarboladas hace más de 200 años después de la toma de la Bastilla, y ahora siguen siendo banderas legítimas de todos los condenados de la tierra para que la nueva era eco-socialista deje de ser sueño y sea realidad.             

¡VIVAN LOS PUEBLOS DE LA TIERRA!

¡EXIGIMOS RESPETO A LAS CULTURAS, SUS HÉROES, SUS COSTUMBRES

Y  SUS RITUALES!

¡TODOS UNIDOS HACIA ADELANTE CON EL COMANDANTE!

¡EL 07 DE OCTUBRE ES NUESTRO!

¡VIVIREMOS Y VENCEREMOS!

 chfariasa@hotmail.com



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Christian Farías

Licenciado en Educación. Docente universitario.

 chfariasa@hotmail.com

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