Teresa y Alberta, presas por ser mujeres, indígenas y pobres

La “lucha contra la piratería” en México ha cobrado otras dos víctimas inocentes: Teresa González y Alberta Alcántara, dos mujeres indígenas de la etnia Otomí, quienes fueron detenidas junto con Jacinta Francisco Marcial, en 2006, acusadas de secuestrar a seis policías que realizaron un operativo antipiratería en un mercadito del pueblo de Santiago Mexquititlán, en Querétaro.

Se hizo un operativo anti piratería, tal como les gusta a las empresas transnacionales. Los agentes de policía entraron al mercadito buscando discos quemados y otros productos “pirateados” y, valientemente, destrozaron las mercancías de los humildes vendedores; por lo cual éstos los retuvieron hasta que pagaron lo que habían roto. Cuando llegaron los refuerzos, las que no habían podido correr, Teresa y Alberta, fueron detenidas. Cuando todo había terminado llegó Jacinta, quien también dio con sus huesos a un calabozo.

A los requetemachotes agentes les pareció que estas tres humildes mujeres pudieron con seis tipos fuertes y entrenados, y las acusaron de secuestro. Son mujeres, son pobres, son indígenas. Así que “son culpables”.

La solidaridad mundial con Jacinta Francisco Marcial logró que esta hermana indígena fuera liberada, aunque nunca el gobierno pitiyanqui de México reconoció su inocencia. Sin embargo, Teresa y Alberta aún continúan cumpliendo una condena, que la semana pasada fue ratificada por unos tribunales clasistas e injustos, de ¡21 años de cárcel!

El Instituto de las Mujeres de México protestó, La Comisión de Derechos Humanos de ese país también, Amnistía Internacional dijo que la condena era injusta, pero igual estas mujeres han sido separadas de sus familias, a las cuales mantenían con su trabajo, por el ridículo cargo de haber secuestrado a ¡seis policías! ¡ellas solas!

LLAMADO A LA MINISTRA MARÍA LEÓN

La lucha de las mujeres en Venezuela ha obtenido importantes conquistas, que ya quisieran para sí muchas féminas de los países del Norte, considerados por muchos como un ideal. Por eso aquí, a pesar de las imperfecciones de un sistema de justicia todavía profundamente miquilenista, no se da un caso como el de estas hermanas mexicanas.

Sin embargo, las mujeres somos mujeres en todas partes del mundo y compartimos las mismas desventajas, angustias e injusticias. Y desde aquí debemos participar en una campaña mundial por la libertad de Teresa y Alberta, prisioneras de la “antipiratería”, por ser mujeres, pobres, e indígenas.

Aprovecho para hacer un llamado a la Ministra María León para que, utilizando su autoridad y la influencia que ésta le otorga para ser escuchada, dé su apoyo al Instituto Nacional de las Mujeres de México, y participe en una campaña mundial hasta lograr la liberación de estas dos hermanas otomí.

Ellas no tienen dinero, su gobierno no las protege, pero la solidaridad de todas las mujeres, en donde nos encontremos, puede lograrlo, como ocurrió con su compañera Jacinta Francisco Marcial.

 


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Andrea Coa


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