Negligencia mantiene en Tucupita Covid-19 sin control

Si de verdad queremos salir adelante, antes de invertir en infraestructura o educación, debemos eliminar a los corruptos
Lee Kuan Yiu

La muerte ... el estado final de todo ser no inanimado … siempre deja un vacío físico del cual los humanos, por condición omnisciente de nuestra propia humanidad, también lo hacemos emocional, haciendo aun más expresiva la finitud de nuestra existencia.

Un hecho paradójico es que en nuestros tiempos hay muertes evitables. Muchas son muertes que ocurren por negligencia, bien sea del sujeto propio o de terceros. En los países industrializados, donde reina el capitalismo, ampliamente cuestionado en nuestro país mientras, contrariando el discurso, nos aplican medidas capitalistas salvajemente primitivas desde la mas altas esferas gubernamentales, hay quienes hacen dinero de la muerte por negligencia de terceros, sobre todo cuando el tercero es el Estado mismo actuando a través de instituciones públicas negligentes. Por ello, en esos países, quienes están al frente de instituciones públicas, se cuidan de ser negligentes. Pero, como al final, los reales los paga el Estado Nación, el mismo Estado ejerce un nivel de supervisión para evitar en lo posible el accionar negligente de sus instituciones públicas, que incluso puedan llevarlo a ser objeto de juicio por crímenes de lesa humanidad. En otras palabras, el capitalismo responsable, por darle un nombre que lo diferencie del que aplican los aprendices a capitalistas, cuida sus formas.

Así, en situaciones de crisis tan grave como la que nos agobia producto de la COVID-19, uno espera que los Estados Nación extremen sus niveles de supervisión para tener un control efectivo de la crisis; para evitar que la corrupción haga expansión de sus tentáculos con la crisis. Y uno igualmente espera que sean observados, además de analizados, procederes y consecuencias del manejo de la crisis en otros países, para así evitar el cometer errores y tener una gerencia mas eficiente de la misma en nuestro propio país.

Cuando esos niveles de supervisión de las instituciones públicas por parte del Estado Nación se omiten deliberadamente, haciendo reinar la negligencia en las instituciones públicas de ese Estado Nación, entonces el vacío que deja una muerte por la negligencia del accionar en las instituciones públicas es como más profundo, y sobrellevarlo es más pesado.

Como ya se ha comentado en otras ocasiones, es en esta condición donde aparecen los desaparecidos de Delta Amacuro por maldad gubernamental, porque es difícil imaginar algo más terrible que sentir terror con solo pensar que se debe buscar asistencia contra la COVID-19 en el hospital Razetti de Tucupita: una vez que allí llegas, es la visión de los parroquianos, porque así es la experiencia, te desaparecen para, a los pocos días, sin siquiera poder mirar un rostro y hacerle la señal del último adiós, solamente escucharas una voz hablando de la muerte del que habían desaparecido.

Y hablamos de desaparecido, porque una vez que lo atrapan, nadie sabe lo que allá dentro pasa, ¿le estarán dando al enfermo el medicamento que dice el gobierno central que ha enviado a cada región para atender la pandemia? ¿habrán tirado al desaparecido en un rincón para que termine su temporalidad por este mundo?. Son incógnitas sin respuestas porque el Estado Nación no ejerce su función de supervisión. Lo que si se sabe con certeza en el pueblo de Tucupita, es que el protocolo de atención inmediata contra el COVID-19 NO se cumple.

Y contar estas cosas a raíz del fallecimiento de una Gloria Deportiva de Venezuela por negársele la atención médica inicial a tiempo es realmente doloroso. Pero así son las muertes que ocurren por negligencia gubernamental, terriblemente dolorosas dado que son muertes que pudieron evitarse.

Tres días antes de su ingreso al Razetti ya grave, a la Gloria Deportiva le fue negada esa valiosísima atención porque a un matasanos negligentemente, violando el protocolo de atención a la pandemia COVID-19 que constantemente pregona el Presidente de la República Nicolás Maduro Moros, le dio la mala leche de negarle la preciada y urgente atención médica requerida. Al fulano matasanos tampoco le importó que quien solicitaba la ayuda era una persona con discapacidad visual. En su miserable cerebro de matasanos negligente no le cabía que ese viernes se lo echara a perder un ciego.

Pero la historia allí aun no termina, porque la violación del protocolo de atención es continuada. A los familiares de la fallecida Gloria Deportiva, que perdió la guerra contra el COVID-19 simplemente porque la negligencia institucional le negó los instrumentos para competir, también le han negado la atención requerida, a sabiendas que el padre del fallecido también está enfrentando sin los instrumentos apropiados la COVID-19.

Pero así son las cosas en Delta Amacuro, un pueblo sojuzgadamente complaciente, ufanándose de ser rojo rojito y, por maldad gubernamental, abandonado a su suerte por el Gobierno Nacional. Solo nos queda la esperanza que, como delito de lesa humanidad, esta negligencia gubernamental sea abordada en un futuro más próximo que lejano.

Si existe un Dios, que ilumine nuestros pensamientos para entender el misterio de su existencia, salvando nuestras almas, si alguna tenemos. Nitimur in vetitum semper, cupimusque negata. Levantemos la cara y con ella nuestra mirada al infinito inspirador eterno nos guiará a que juntos hagamos que Nazca lo que tenga que nacer y se destierre la maldad de la oposición en Venezuela.



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Sergio Rojas


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