Gloria deportiva muere en Tucupita por negligencia gubernamental en atención al Covid-19

Si de verdad queremos salir adelante, antes de invertir en infraestructura o educación, debemos eliminar a los corruptos
Lee Kuan Yiu

Contar estas cosas a raíz del fallecimiento de una Gloria Deportiva de Venezuela por negársele la atención médica inicial a tiempo, es realmente doloroso. Pero así son las muertes que ocurren por negligencia gubernamental, terriblemente dolorosas dado que son muertes que pudieron evitarse y por consiguiente deben tratarse como crímenes de lesa humanidad ya que el mismo Estado, violan el Estado de Derecho, impide cualquier investigación por parte de la Fiscalía ó La Defensoría del del Pueblo.

Aconteció que tres días antes de su ingreso al hospital Luis Razetti de Tucupita ya grave, esta Gloria Deportiva, con discapacidad visual permanente, Ángel Manuel Rojas González, contándose muy humildemente entre los Rojas que estaban dejando el nombre del país y de su terruño muy en alto por el mundo, le fue negada esa valiosísima atención médica inicial que, constantemente anunciada por el Presidente de la República, Nicolás Maduro, en cadena nacional de radio y televisión, debe recibir cualquiera que presente algún síntoma del COVID-19, todo porque a un matasanos negligentemente, violando el protocolo de atención a la pandemia COVID-19 que, como hemos referido, constantemente pregona el Presidente de la República Nicolás Maduro Moros, le dio la mala leche de negarle la preciada y urgente atención médica requerida. Al fulano matasanos tampoco le importó que quien solicitaba la ayuda era una persona con discapacidad visual. En su miserable cerebro de matasanos negligente no le cabía que ese viernes se lo echara a perder un ciego.

Pero la historia allí aun no termina, porque la violación del protocolo de atención es continuada. A los familiares de la fallecida Gloria Deportiva, que perdió la guerra contra el COVID-19 simplemente porque la negligencia institucional le negó los instrumentos para competir, también le han negado la atención requerida, a sabiendas que familiares cercanos del fallecido también está enfrentando sin los instrumentos apropiados la COVID-19.

Pero así son las cosas en Delta Amacuro, un pueblo sojuzgadamente complaciente, ufanándose de ser rojo rojito y, por maldad gubernamental, abandonado a su suerte por el Gobierno Nacional. Solo nos queda la esperanza que, como delito de lesa humanidad, esta negligencia gubernamental sea abordada en un futuro más próximo que lejano.

Y es que el país entero desconoce cuantas víctimas del COVID-19 han podido evitarse, sobre todo porque en situaciones de crisis tan grave como la que nos agobia producto de esta terrible pandemia, uno espera que en Venezuela se extremen niveles de supervisión para tener un control efectivo de la pandemia; para evitar que la corrupción haga expansión de sus tentáculos con el flagelo de este enfermedad. Y uno igualmente espera que sean observados, además de analizados, procederes y consecuencias del manejo de la crisis en otros países, para así evitar el cometer errores y tener una gerencia mas eficiente de la misma en nuestro propio país.

Cuando esos niveles de supervisión de las instituciones públicas por parte del Estado Nación se omiten deliberadamente, haciendo reinar la negligencia en las instituciones públicas de ese Estado Nación, entonces el vacío que deja una muerte por la negligencia del accionar en las instituciones públicas es como más profundo, y sobrellevarlo es más pesado.

Como ya se ha comentado en otras ocasiones, es en esta condición donde aparece en Tucupita la maldad gubernamental, porque es difícil imaginar algo más terrible que una población sienta terror con solo pensar que se debe buscar asistencia contra la COVID-19 en el hospital Razetti de Tucupita: una vez que allí llegas, es la visión de los parroquianos, porque así es la experiencia, te desaparecen para, a los pocos días, sin siquiera poder mirar un rostro y hacerle la señal del último adiós, solamente escucharas una voz hablando del fallecimiento de quien no hacía mucho había ingresado con padecimiento pero vivito y coleando.

Sin duda que ello ha hecho el que incontables Deltanas y Deltanos decidan morir enfrentando la COVID-19 con guarapos de poca efectividad porque, al buscarlo a tiempo, se le niega el preciado medicamento que había de salvarle la vida a menos que, para recibir tratamiento, tome el altísimo riesgo de ingresar al Razetti y ser anunciado en la lista de fallecidos, sin tener la certeza los familiares que recibió alguna atención.

Y es que nadie conoce lo que pasa allá dentro del Razetti, ¿le estarán dando al enfermo el medicamento que dice el gobierno central que ha enviado a cada región para atender la pandemia? ¿habrán tirado al paciente en un rincón para que termine su temporalidad por este mundo?. Son incógnitas sin respuestas porque el Estado Nación no ejerce su función de supervisión. Lo que si se sabe con certeza en el pueblo de Tucupita, es que el protocolo de atención inmediata contra el COVID-19 NO se cumple.

Si existe un Dios, que ilumine nuestros pensamientos para entender el misterio de su existencia, salvando nuestras almas, si alguna tenemos. Nitimur in vetitum semper, cupimusque negata. Levantemos la cara y con ella nuestra mirada al infinito inspirador eterno nos guiará a que juntos hagamos que Nazca lo que tenga que nacer y se destierre la maldad de la oposición en Venezuela.



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Sergio Rojas


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