Del “sentimiento patriótico” de la oposición venezolana en tiempos de Chávez

El oposicionismo venezolano todos los meses tiene un golpe de Estado planteado, gran sueño entronizado en esas oscuras cavernas del pasado que son sus mentes. El país se cae, es su prédica y la lucha debe continuar hasta el final, o al menos hasta que el mundo civilizado (EEUU) los acompañe en la aventura. Porque, si a ver vamos, es ese el único oxigeno que alienta la aventura oposicionista venezolana de querer borrar con la violencia al gobierno presidido por Hugo Chávez, frustrado ya en el pasado: el apoyo gringo concretado en cientos de miles de dólares, con todo y el vasallaje implicado en esta compra-venta de conciencias.  
Los cartuchos de sumir en crisis a la industria petrolera, alborotar a los militares y quebrar la constitucionalidad con el golpe de Estado de 2.002, ya lo consumieron, fallando el tiro; sin embargo, no es impedimento para que las aventureras mentes se sigan acomodando en sus butacas para seguir con el sueño de insuflarle vida a la ilusión del relajo pre intervencionista, única y gran esperanza que les queda. No les importan las consecuencias. Son las mismas mentes que no ven o no quieren ver que prácticamente son "muchachos de mandados" cuya acción de ir a abasto a comprar el artículo ya está caramente pagada y que en un futuro y eventual gobierno títere impuesto a los venezolanos desde el exterior ellos no trascenderían la condición de payasos.  


Recuerdan al infausto mago de Las ruinas circulares, cuento de Jorge Luís Borges: pasó toda su vida proyectado en la realidad a su hijo, una figura de carne y hueso pero de origen místico; cuando finalmente logra cristalizar el sueño y su corazón se insufla de la vanidad creacionista, descubre que él mismo es una ilusión proyectada por otros dentro de una aparente cadena. Del mismo modo trascurren sus vidas muchas existencias venezolanas, proyectando la caída una vez más del aparato constitucional, cuando la realidad es que están enajenados hasta en el alma y ni siquiera son dueños de sus propios anhelos o pensamientos, teniendo el triste destino de anhelar y sentir por otros.  


Porque a quien le conviene que un país de la riqueza energética como la de Venezuela esté sumido en la ceniza de la guerra y la división es al interés extranjero trasnacional, para no nombrar el país que todos sabemos, gente que responde al concepto de la depredación neocolonial, contraria a la salud soberana de cualquier país del mundo. Habría que decir que gente así no es venezolana, ni en espíritu ni materia, por más que esgrima el argumento de pertenecer a una oposición a ultranza o haber nacido en esta tierra; son a lo más, como dice el cuento, sueños proyectados por otros. Se debe sentir, aunque mínimamente, amor por la patria, por Venezuela, para merecer el gentilicio, y no andar por ahí soñando en voz alta con asaltos y masacres para validar una aberración de la especie humana en sociedad: una verdadera dictadura política. No es de dudar que haya gente que viva más tiempo fuera de Venezuela que en terreno propio y, sin embargo, se llame venezolano con toda y su aspiración de incorporar sus fronteras a la geografía del país extraño donde más pernota. ¿Quién no recuerda aquellos manifestantes "venezolanos" durante el aciago año 2.002 que buscaban a CNN para darles declaraciones en su lengua vernácula: el inglés?  


Cuando el hecho es que ni pueblo tienen, según cifras, la alternativa no tanto ya del golpe -ya probada- sino la de la intervención extranjera fatiga sus cabezas. Aspiran que George W. Bush antes de irse les haga ese favor, aupados por la impunidad y aventurerismo gringos en el contexto del derecho internacional. Cubanos y venezolanos mayameros se dan la mano, sudadas de esperanza: sueñan con el día del retorno para poner las cosas en su santo y antiguo lugar.  
La eventualidad de una oposición que realmente sienta amor por su país exorcizaría el fantasma de la traición a la patria, pero es evidente que eso no está planteado en Venezuela. Cuando se recibe dinero para adelantar las "luchas patrias" de derrocar a un gobierno de origen constitucional; cuando las comisiones oposicionistas van a Washington a poner la queja de que el gobierno es demasiado democrático (apoyo popular) como para tumbarlo por las vías convencionales del golpe interno; cuando se ha perdido la esperanza que tenían con la quiebra de PDVSA; cuando han oído a los militares saludar con "¡Patria, socialismo o muerte, venceremos!", no queda otra opción que rezarle al intervencionismo.  


Cada mes del año tenía -y tiene aun más- su santo y seña en su lenguaje golpista. Hoy mismo, mes de octubre, andan en eso, tienen el plan en marcha (vea aquí mismo
El golpe de octubre). Cobran en Súmate y en la embajada estadounidense quienes ruedan con el propósito de caldear los ánimos en la ciudad, empujando a los muchachos de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) a trancar la vialidad, e intentando embochinchar los hospitales y las escuelas, esforzándose por obtener una condena de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, cocinando una olla con la pervertida Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) contra Venezuela, entre otros tanto llantos en el exterior (véase Marciano en domingo en Diario Vea. - (2.007) oct 14; últ. pág). La cosa es hacia afuera, porque aquí no pueden, no tienen alma, arraigo, engarce, punch, fuerza, gente, prestigio, corporeidad, pueblo o lo que usted le ponga de nuestra tierra. Es decir, para ser justos, no pasan de ser unas ilusas proyecciones que preocupan en tanto fantasmas cuya misión es caotizar él entorno estudiantil privado, su punta de lanza en está nueva faceta del golpismo intervencionista. Asumen que tales estudiantes tienen la piel más delicada y una complexión anímica más crédula a su loca prédica de amor a la patria desde afuera y desde el pasado. Fin de mundo. Llamémosle locura de octubre. 

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Oscar Camero Lezama

Escritor e investigador. Estudió Literatura en la UCV. Activista de izquierda. Apasionado por la filosofía, fotografía, viajes, ciudad, salud, música llanera y la investigación documental.

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