Discurso de María Corina Machado al aceptar el Premio al absurdo

Señoras y señores, distinguidos miembros del Comité Nobel, queridos espectadores que han venido a presenciar este momento histórico: hoy me presento ante ustedes con la frente en alto, el pecho inflado y con la irracional, incomprensible y heroica convicción de que la paz mundial se logra con un buen par de botas militares y un mapa mal dibujado.

Y es que llegar aquí no me ha sido fácil, pues he tenido que confrontar a todos aquellos que se me han opuesto, aplicándoles guarimbas que son actos callejeros violentos, contratando a esos marginados del poder como son los que a balazo limpio se abren paso en las comunidades y que la mediática enemiga les llama malandros para desacreditarme.

Todo la responsabilidad no es mía sino que cae en un gobierno como el venezolano que utilizó las elecciones en las cuales alcanzó la victoria, para impedir que otros pudiéramos después sustituirlo libremente. Esa es mi lucha por la libertad.

Porque, en este momento de aceptar y recibir este Premio recuerdo otros tan desprestigiados como Barack Obama, Kissinger o Juan Manuel Santos, que lo han recibido tranquilamente. ¿Porque yo no puedo recibirlo entonces? Ante la paz yo tengo una posición que lo menos que puede decirse es que es filosófica, pues planteo lo siguiente, ¿Qué mejor manera de merecer el Premio Nobel de la Paz que organizando una invasión? Sí, lo sé, suena contradictorio, pero tranquilos: la ironía es la gasolina de este discurso.

Por eso he planteado reiteradamente la invasión a mi país, Venezuela, y con ello soy completamente coherente, aunque algunos lo dudan y se atreven a señalar que los pueblos no se rinden, peor, porque demuestra que la guerra es necesaria para dominar pueblos.

Permítanme explicarles. Durante siglos, la humanidad ha buscado la paz con tratados, abrazos diplomáticos y discursos aburridos en la ONU. ¿El resultado? Más guerras, más sanciones, más conferencias con café frío. Yo propongo un método innovador Porque, después de todo, ¿quién necesita diálogo o diplomacia cuando se puede resolver todo con un par de bombas y discursos vacíos? La paz, esa maravillosa utopía, se alcanza con mi método de a balazo limpio.

Ahora bien, algunos críticos dirán: "Pero eso es absurdo, nadie invade para lograr la paz". Y yo les respondo: exactamente, por eso funciona. La paz tradicional está sobrevalorada.

Acepto este Nobel de la paz con la misma seriedad con la que un político promete que no subirá los impuestos: ninguna. Lo acepto porque me lo merezco, porque he demostrado que la confrontación directa es el nuevo camino hacia la armonía mundial. Y si alguien se atreve a cuestionar mi método, lo invito a unirse a la próxima expedición que puedo organizar contra cualquier país.

Así que gracias, comité Nobel, por reconocer que la paz no se logra con solemnidades. Gracias por entender que el mundo necesita menos tratados y más guerra.

Los que se oponen a mi consigna de Invadir para lograr la paz son los que piensan que la verdadera paz se alcanza propiciando un mundo de trabajo y bienestar, dialogo sincero, que creen en la empatía, comprensión mutua y un compromiso genuino por parte de todos los involucrados. Inclusive ahí están los que dicen que bienaventurados los que aman y aquellos que cantan que está cerca el día en que todos los hombres y mujeres podrán ser hermanos. Ilusos, la paz pretende ganar en un combate cuerpo a cuerpo contra la hegemonía. Jajaja. Lo impediremos. Noruega/ 2025.



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Oscar Rodríguez E


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