Esperando al dictador

Y no llega. Pompeyo Márquez ha preparado con esmero, cuidando hasta el mínimo detalle, su ropaje de Santos Yorme. Y se imagina clandestino, peligroso, ágil, perseguido. Y se recrea mentalmente en una concha. Y expone ante los más jóvenes que el único Santos Yorme es él, que no vengan a decirle que la edad, que los achaques, que los años de acomodo, que la tensión y el reuma. Nanai, Santos Yorme es él y sanseacabó.

Pero el dictador no llega. Cada mañana el anuncio mediático a través de varios programas de opinión, participa su llegada. ¡Ahí viene el dictador! Y no llega. Su presencia vuelve a retardarse. Pero hay que seguir anunciándolo cada una de las veinticuatro horas. En programas mañaneros y también en los matutinos, entre varios a ver si la suma de voces y deseos logra que el dictador aparezca en escena. Y, más tarde, en los nocturnos. Opinadores a toda hora. Y todos lo anuncian. Por allí viene.

Uf, se ha tardado más de la cuenta. Desde 1998 lo anuncian. Esperan al dictador. Ya Teodoro se desespera porque el tirano no le llega, no le manda a un Pedro Estrada que le visite en el periódico, no le hacen una llamada telefónica desde Miraflores para decirle que no malponga al Presidente en la portada de Tal Cual, no recibe el aviso de un censor que le pide la salida de un periodista, ni siquiera la expulsión de un corrector de pruebas.

El dictador no llega. La espera fastidia un poco a Antonio Ledesma, quien está alerta en La Carlota, donde permanece desde julio del 2003. Napoleón Bravo se cansó de hacer tiempo mientras aspiraba a ser el primer preso del dictador. Orlando Urdaneta también se hartó de tanto plantón, pues ese dictador es un embarcador que nunca les llega, y decidió irse del país. Y espera desde Miami que algún día el tirano se presente con su traje, cara y gestos de gorila.

Ahora sí viene, anuncian con más fuerza. Y todos se preparan para ir a refugiarse en los programas de opinión. Desde esas peligrosas trincheras, clandestinas cuevas, subterráneos puestos de lucha llevarán a cabo la fuerte resistencia contra el dictador. Para ello han escogido sus trajes, el tipo de peinado que llevarán, el maquillaje perfecto a fin de exponer en sus rostros la tragedia de la dictadura, cada quien ensaya el discurso que soltarán en medio de tal refriega y cada uno hace ejercicios corporales para acompañar el discurso con el gesto exacto.

Así será la resistencia contra el dictador que viene por allí.
Y así como en esa extraordinaria obra del teatro del absurdo, “Esperando a Godot” de Samuel Beckett, todos los días alguien les dice, al final de las veinticuatro horas transcurridas en espera, que el dictador no viene, pero que mañana sí.

Y se reactiva la espera y la lucha y Santos Yorme y la resistencia y las ansias de Teodoro y el juramento de Ledezma y las ganas de Napoleón.


salima36@cantv.net


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Pedro Salima


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