María Capuleto y Capoldo Montesco en su pacto de odios parecen inclusive odiarse a sí mismos, tal para cual

Oficio de matón el de Capoldo y, de su par la malévola María, ni que hablar. Parecieran no tener remedio ya, y uno se pregunta si en el entorno de cada cual habrá alguien que les dé un buen consejo.

Muchachitos no parecen ser, manganzones es lo que ambos son; saltarse a la brava la legalidad de un país, por el sólo hecho de uno y otro tener dinero a montones, es una temeridad.

Es inconcebible que un ciudadano cualquiera sea su ralea, desafíe, a la machimberra, las decisiones del Tribunal Supremo de Justicia, lo que es intolerable pero, como si nada, andan frescos.

Aparte de ser irresponsables, lo de la Capuleto y el Montesco es terrorismo contra el pueblo y sus instituciones fundamentales; otros conmilitones de la misma calaña que el matón y la malévola, urden agazapados la maldad y el odio y, hacia ellos, valga también el mensaje de parar la inquina, por favor, porque a todos daña.

La paz nos beneficia a todos, deben saberlo, pero no lo aceptan porque su egoísmo es de tal naturaleza que llegan a la ceguera de creerse superiores a todo un pueblo que de sol a sol está de pie para trabajar y forjar desarrollos democráticos.

Sí su propia gente apela a un poquito de juicio -solo una pizca- debe optar por recomendarles un ¡basta ya de locuras!

Capuleto y Montesco (valgan sin comillas) parecen haber jurado un pacto de odios todos contra todos y contra todo, e inclusive ambos contra sí mismos, puesto que apostar a la desestabilización del país es ir contra su propio bienestar; tal vez ni lo saben porque francamente andan locos pero sería bien bueno que su propia gente se ponga a pensar.

oceanoatlanticoguillermo@gmail.com



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Guillermo Guzmán


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