Las comunicaciones corporativizadas arman matrices monótonas y sin matices. Pierre Bourdieu lo llamaba “circulación circular de la información”. Los medios designados como “de referencia”, es decir, los generadores de matrices, presentan cualquier información de una manera inmediatamente reproducida monótonamente por los demás medios corporativizados.
Me refiero a aquellos medios que son propiedad o que responden a los grandes aparatos comunicacionales, como los de Murdoch, Berlusconi o a cadenas como Televisa, O Globo, AOL-Warner, Fox, CNN, etc. No se trata, sin embargo, de aparatos independientes, sino integrantes del capitalismo imperialista en esta etapa particularmente agresiva, exacerbada por la caída del bloque socialista europeo.
Es, pues, ociosa la discusión de si se está o no acusando abusivamente a un grupo de periodistas de ser agentes imperiales porque aceptaron un pasaje con viáticos. Esos pobres periodistas son solo la manifestación más visibles de este proceso. Obviamente tiene que haber peones de este aparato de talla planetaria.
Lo esencial no es solo refutar una a una las manipulaciones que a diario leemos, vemos y oímos por esos aparatos corporativizados. Se trata de entender que sin una respuesta orgánica global no será posible contrarrestar una avalancha interminable que insiste en que los talibanes son buenos un día y malos al día siguiente, al vaivén de las invasiones que el Imperio requiere acreditar. Esto explica los tres días en que se incubó la información globalizada sobre la maleta de dólares. ¿Qué se maquinó en los tres días en que la noticia estuvo deliberadamente silenciada? Hay muchas explicaciones pendientes en esto, sobre todo el papel que están acatando los medios.
No es solamente afinidad ideológica, que asegura, por ejemplo, entre los revolucionarios cierta consonancia interna, aunque nunca comparable a la de los loros de Washington. En este automatismo servil, el mismo periodista que durante el golpe de abril de 2002 promovía la denuncia de los “chavistas”, ahora se arrastra ante Chávez. Un periodista con vergüenza no exhibe esta plasticidad incondicional.
Una política comunicacional global puede ser cara, pero más cara es una invasión.
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