¿Por qué el Estado colombiano no se atrevería declarar una guerra a Venezuela?

Cierto es que toda persona que se esté ahogando lanza patadas y brazadas buscando salvación, y trata de agarrarse si fuese necesario de la cola de un tiburón. La guerra es la forma suprema de expresarse la política. También es cierto, que mientras exista lucha de clases todo Estado o toda nación tiene el deber de prepararse para la guerra y, especialmente, de aquellos países donde tengan bases militares cualquier imperialismo capitalista. Si no lo hace, corre el riesgo que cualquier impostor le imponga su establishment.

Quienes crean que dos Estados vecinos, alegando ser naciones hermanas o hijas del mismo padre-libertador, no son capaces de hacerse una guerra, no entienden que la política puede dirigir pero es la economía la que decide y detrás de ambas, marcha la ideología sin negar la importancia de su papel histórico ni en la lucha de clases ni en la lucha entre Estados. Quienes eso creen no tendrían ningún argumento para explicar el por qué Perú y Ecuador (países vecinos e hijas ambas del Libertador Bolívar) se han hecho la guerra no por voluntad de uno u otro mandatario sino por razones de riqueza económica fundamentalmente. También existe el ejemplo de Bolivia y Chile que dejó a la primera sin acceso al mar. ¿Qué razón, de validez eterna, existiría para ser imposible una guerra entre el Estado colombiano y el Estado venezolano? Lo que sí es cierto, por lo menos en el caso de Latinoamérica, es que los pueblos entre sí no se hacen guerras y, mucho menos, en fronteras donde tienen hasta siglos conviviendo y se miran y se tratan como si la patria fuese una sola para ellos.

Para un buen entendedor, pocas palabras. Escuchamos, con mucha atención, las palabras de Chávez sobre las bases militares en Colombia y la actuación del gobierno colombiano. En verdad, aun teniendo cera en los oídos, no escuchamos a Chávez hacer un llamado a la guerra contra Colombia ni contra Estados Unidos. Lo que sí escuchamos es que dijo que si se quiere la paz hay que prepararse para la guerra. Ese es un adagio o proverbio aportado por los romanos a la política, porque la forma superior de expresarse ésta es a través de la guerra. Y eso se parece mucho, con otras palabras, al principio también de la política de, si se pretende ganar una confrontación, conoce a tu enemigo como a ti mismo. El mundo, hay que repetirlo las veces que sea necesario, se ha guiado por esos adagios, proverbio o principios políticos desde que la humanidad fue dividida en clases sociales con intereses, especialmente, económicos contradictorios y antagónicos. Decir eso, no es declararle la guerra a nadie, sino ser precavido –fundamentalmente- para evitarla. Si unas décadas atrás un presidente de cualquier país de Latinoamérica hubiese dicho eso públicamente, al otro día hubieran llegado los marines poniendo sus botas en el suelo patrio ajeno a Estados Unidos. No olvidemos, los venezolanos, que Cipriano Castro fue acusado de querer invadir a Estados Unidos vía Nueva Orleáns, y todos sabemos lo que le pasó. Y eso igualmente se dijo de Jacobo Arbenz, y todos sabemos lo que le pasó. ¿Qué tal si los cubanos y las cubanas no se hubiesen preparado para la guerra desde que triunfó la revolución en 1959? ¿No creen que con la invasión de Bahía de Cochinos la hubieran derrocado? ¿Qué tal si la burguesía francesa no hubiera preparado a sus seguidores para la guerra cuando triunfó la revolución en 1789? ¿No creen que sus enemigos –partidarios de mantener el absolutismo político feudal- la hubieran derrocado? Por lo demás, entiéndase bien, la revolución burguesa francesa se vio en la necesidad de recurrir a actos terroristas para poder vencer el terrorismo de sus enemigos. ¿Qué tal?

El único Estado en el mundo que anuncia, con mucha anticipación y valiéndose de su poderío armamentístico, es –aunque pocos o muchos no lo crean- el gobierno de Estados Unidos. ¿Acaso no lo confirman las guerras en Afganistán y en Irak? Y son guerras no por la paz para los pueblos afgano e iraquí, sino por el expansionismo de los grandes monopolios estadounidenses para dominio económico. Pero además: ¿Acaso todos los días el Estado estadounidense no se prepara para la guerra cuando cada año incorpora a su poder bélico armas más sofisticadas que las ya existentes? Definitivamente, hay quienes creen y se conforman con que la salsa para el pavo no sea buena para la pava. En Estados Unidos, no es secreto para nadie, se han realizado estudio y elaboraciones de planes militares con detalles de cómo derrocar a Chávez como lo han hecho en relación con Evo por no decir las tantas veces con respecto a Fidel. Algunos de esos documentos ya han salido a la opinión pública. Entonces ¿Cuál sería la razón para que los venezolanos y las venezolanas no se preparen para una guerra hecha por Estados Unidos contra Venezuela? ¿Acaso el presidente Uribe no ha dicho, en múltiples oportunidades, que haciéndole la guerra a la insurgencia es la forma más segura de conquistar la paz para Colombia? ¿Qué fue el Plan Colombia y qué es el Plan Patriota: una promesa de paz para la insurgencia para acabar con la guerra o de guerra para lograr la paz exterminando a la insurgencia?

¿Por qué el Estado colombiano no se atrevería declarar la guerra a Venezuela?

Que el imperialismo estadounidense haya pensado crear condiciones, a través de la guerra que padece Colombia, para buscar un desorden o desobediencia pública y mayoritaria que de al traste con el gobierno del presidente Chávez, no debe dudarlo nadie de la izquierda pero tampoco nadie de la derecha ni del centro políticos del país y del mundo. Y eso es así para no verse integralmente comprometido en una violencia que podría costarle muy caro aunque, en lo inmediato, lograse su objetivo. Ejemplos sobran: utilizando de trampolín a Afganistán y con el mismo argumento, invadió a Irak sin respetar las normativas del Consejo de Seguridad de la ONU. Mucho piensan, en Estados Unidos, los ideólogos y amos del capital en relación con las guerras en Afganistán e Irak, porque han sido demasiados los reveses militares y políticos a nivel nacionales y en el campo internacional. Ya casi nadie de los Estados que se confabularon con el de Estados Unidos para hacer esas guerras quiere cargar con el muerto o seguir teniendo vela en esos entierros. Y eso, conste esto, que ningún Estado árabe o del mundo musulmán se ha levantado en armas en solidaridad con los pueblos afgano e iraquí.

Las guerras actuales de cualquier imperialismo capitalista contra otro país del mundo subdesarrollado no es enviando, primero, sus soldados a tierra. No, eso no les produce ningún dividendo victorioso. Antes, aplican el bombardeo de tierra arrasada, destruyen todas las bases militares y las fuentes de servicios públicos principales de un país, para que el Estado o pueblo quede incapacitado de respuesta inmediata al momento de ordenar el avance terrestre de sus fuerzas. Así lo hicieron en Afganistán y también en Irak y lo hizo la OTAN en Yugoslavia. Tratando de crear un impacto psicológico de profundo miedo al terror pero, al mismo tiempo, de terror al miedo es que primero arrasan casi todo desde los aires. No pocas veces recurren, como lo hicieron en Libia, a bombardear la residencia del primer mandatario –sin importar la matanza de niños o niñas inocentes de la política y de la guerra- para que éste abandone su posición política de oposición a los designios del imperialismo. Ninguna nación del llamado tercer mundo o subdesarrollado (incluyendo a Cuba) se encuentra en capacidad bélica de responder victoriosamente a los bombardeos –con armas sofisticadas- del imperialismo. La verdadera resistencia de un Estado o de un pueblo invadido comienza cundo las tropas del impostor empiezan a penetrar el territorio que ansían ocupar y dominar. Así, en este tiempo, lo reafirma la resistencia de los pueblos afgano e iraquí. ¿Qué país de América Latina (a excepción de Cuba por unos minutos) está en capacidad de utilizar sus recursos aéreos para bombardear territorio estadounidense? Recuerden que el ataque aéreo japonés a Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941, fue consciente, paciente y premeditadamente dejado llevarse a cabo por el gobierno de los Estados Unidos para poder desatar acciones que con la utilización de las primeras bombas atómicas de intensa y extensa destrucción masiva (Hiroshima y Nagasaki) le hiciera reconocer su supremacía bélica en el mundo como temible potencia imperialista.

Bueno, dejemos eso hasta allí. Vayamos al fondo, como respuesta, a la pregunta que titulariza esta opinión. La inteligencia y la contrainteligencia, la información y la contrainformación estadounidenses, como sus principales estrategas políticos y militares, saben a ciencia cierta que invadir un país como Venezuela, Ecuador, Bolivia o Brasil, les resulta complicado no por la reacción armada inmediata que crean, sino por la presencia activa de una insurgencia colombiana con más de cuatro décadas de experiencia de lucha armada, con profundo conocimiento de las zonas fronterizas, con influencia en la población de los campos y con capacidad de combate dentro y más allá de las fronteras de Colombia con sus países vecinos. Eso es lo que el imperialismo estudia y vuelve a estudiar antes de atreverse invadir una nación de las nombradas. Sería como internacionalizar la violencia revolucionaria contra la violencia reaccionaria. Y eso sería un hueso duro de roer para cualquier invasor.

Supongamos que se dieran las condiciones esenciales para que el gobierno de Estados Unidos disponga hacer la guerra abierta a Venezuela haciendo del Estado colombiano a través de la frontera de más de dos mil kilómetros en éste país y el de Colombia. Supongamos que organiza a cincuenta mil paramilitares que vayan al frente y crucen la frontera hacia Venezuela para que el ejército colombiano lo haga como retaguardia; supongamos que la dirección de las operaciones la tengan los militares estadounidenses presentes en bases militares colombianas; supongamos que primero bombardeen durante varios días la zona fronteriza y acaben con todos los caseríos y una vasta porción de naturaleza venezolana de frontera. Bueno, eso aparentemente sería una ventaja para el invasor. ¿Pero eso le garantizaría el triunfo estable en una guerra contra Venezuela? No, de ninguna manera. ¿Por qué? Primero, que eso implicaría el inicio de una resistencia armada de una importante porción de venezolanos y venezolanas que respaldan al gobierno del presidente Chávez; segundo, el Estado venezolano tendría la inmediata obligación de armar a ese legión de luchadores y a muchos que siendo actualmente de la oposición se incorporarían a la resistencia por amor al terruño y el repudio al intervencionismo imperialista en los asuntos internos de otras naciones; tercero, distinto a lo que ha acontecido en el mundo árabe, se despertaría un oleaje de sublevación armada en unos cuantos países latinoamericanos que iniciarían, lo más inmediato posible, ataques a todos los intereses y bienes económicos de Estados Unidos en esas naciones, y si esto no se produjera estaríamos ante pueblos que aman la esclavitud social como su única expresión de vivencia social; cuarto, se acrecentarían las contradicciones interimperialistas por ver –especialmente los europeos- en peligro igualmente sus intereses económicos en América Latina; quinto, se producirían grandes manifestaciones de protesta contra el imperialismo estadounidense en los cinco continentes, lo cual podría motivar a importantes sectores revolucionarios y, especialmente, proletarios a incrementar sus luchas por reivindicaciones que vayan más allá de las mera conquista de salario y mejores condiciones de trabajo; sexto (y esto es a lo que más le temería el invasor), la insurgencia colombiana –por ejercicio del principio del internacionalismo revolucionario o proletario- desplazaría la mayor parte de sus fuerzas y sus recursos bélicos hacia la zona fronteriza de Colombia con Venezuela actuando sobre la espalda de las tropas invasoras, lo cual podría conducir a que éstas queden envueltas en un extenso cerco difícil de vulnerar y eso, aunque nadie lo crea, contribuiría a una desestabilización interna en Colombia que podría asegurar la caída de su gobierno y el triunfo del movimiento insurgente para tomar el poder político. ¿Estaría Estados Unidos, en este momento, dispuesto a correr esos riesgos? Lo acontecido en Honduras, con el golpe de Estado, prueba que el imperialismo está recurriendo a otros métodos de alerta y de terror para lograr que gobiernos que cuestionen al capitalismo imperialista caigan o sean derrocados –supuestamente- por reacciones internas sin la intervención directa del todopoderoso Estado de Estados Unidos. Ahora, si el imperialismo comienza a lanzar patadas de ahogado es capaz de todo acto perverso, de invasiones y guerras a diestra y siniestra, pero eso en vez de favorecerle le aceleraría su derrumbamiento definitivo, porque –lo más importante- explotaría internamente una rebelión de obreros y sectores populares estadounidenses que pegarían al gobierno de Estados Unidos contra las paredes de la Casa Blanca. Seguramente Barack Obama no quiere pasar a la historia como el primer presidente negro que no saboree los placeres integrales de los dos mandatos, a los cuales tiene derecho todo estadounidense que ocupe la primera magistratura de su país. Aunque, por otro lado, tampoco quiera pasar como un presidente que dejó de servirle a los intereses más sagrados del imperialismo capitalista. Ya de esto, en poco tiempo, existen demasiadas pruebas irrefutables. Y existe un séptimo elemento de importancia capital que favorecería, en lo muy inmediato, a los impostores o invasores, por lo cual no lo vamos hacer público ya que nuestro deber es ponerlo en conocimiento del Estado venezolano si se llegase a interesar en ello para contrarrestarlo con éxito.

Esta opinión no tiene que ser asumida de pies a cabeza ni al pie de la letra, como verdad inequívoca, pero en algo, en algo, tiene que ver con la realidad verdadera para un análisis o estudio del modo en que el imperialismo estadounidense trata de intervenir para derrocar gobiernos que considera le son adversos. Nota: se dice que el presidente Chávez se retractó de lo que había dicho. En verdad, eso no lo escuchamos, sino unas voces complacidas del gobierno colombiano sobre esa retractación, que no fue cierta. De todas maneras, aun si el presidente Chávez se retractara, la vigencia de la opinión anteriormente expuesta no perdería nada de su esencia.

Camilo Tamayo (Vocero Político del EPA)



Esta nota ha sido leída aproximadamente 3686 veces.



El Pueblo Avanza (EPA)


Visite el perfil de El Pueblo Avanza para ver el listado de todos sus artículos en Aporrea.


Noticias Recientes:


Notas relacionadas

Revise artículos similares en la sección:
Internacionales


Revise artículos similares en la sección:
Actualidad