Investigadores descubren red de túneles no creados por humanos

Lo que comenzó como una observación aislada en un talud terminó convirtiéndose en uno de los enigmas más fascinantes de la geología reciente.

Bajo del talud, se esconde una red subterránea de dimensiones sorprendentes, imposible de explicar con las herramientas habituales de la ciencia.

No es obra humana ni responde a procesos geológicos conocidos.

Y cuanto más se la estudia, más preguntas aparecen.

La forma del misterio que emerge en Sudamérica

A simple vista, estos túneles no encajan en ninguna categoría conocida.

No se parecen a cuevas naturales ni a excavaciones modernas.

Sus secciones son casi circulares u ovaladas, con pendientes suaves que suben y bajan de manera regular, y ramificaciones laterales que recuerdan a esa regularidad es, precisamente, lo que despierta las primeras sospechas.

Las investigaciones más detalladas indican que muchos de estos conductos superan holgadamente los 500 metros de longitud y alcanzan alturas cercanas a los dos metros.

En algunos tramos, una persona adulta puede avanzar erguida sin dificultad.

Todo esto atraviesa materiales duros: areniscas compactas, arenas consolidadas e incluso rocas volcánicas alteradas.

Excavarlos hoy requeriría maquinaria pesada.

Los estudios publicados en editoriales académicas como Taylor & Francis descartan la minería y cualquier intervención industrial.

No hay restos de extracción ni señales de herramientas.

Tampoco existen procesos naturales capaces de generar túneles largos, ramificados y con marcas internas tan específicas.

Ese vacío explicativo fue el punto de partida para hipótesis mucho más audaces.

Mapear un laberinto que desafía al tiempo

Durante más de diez años, equipos de investigación han recorrido laderas, cortes de carreteras y áreas rurales para documentar estas estructuras.

Solo en el sur y sudeste de Brasil se han catalogado más de 1.500, a las que se suman hallazgos en Argentina y otras zonas del continente.

En algunos cerros, los túneles se cruzan y se superponen.

Los techos colapsados y los pasajes duplicados sugieren algo clave: no se excavaron de una sola vez.

Hay evidencias claras de ampliaciones sucesivas y reutilización a lo largo de miles de años.

Las paredes conservan surcos paralelos, a menudo en grupos de tres, que recorren largas distancias. Esas marcas funcionan como huellas de comportamiento, más reveladoras que muchos restos fósiles.

Este campo de estudio se conoce como paleo mmadrigueras.

A diferencia de los huesos, estas estructuras conservan información directa sobre tamaño corporal, hábitos y adaptación al entorno.

En conjunto, la red actúa como un archivo subterráneo, una época en la que el paisaje y la fauna sudamericana eran radicalmente distintos a los actuales.

Los habitantes invisibles de los túneles

Identificar a los posibles excavadores implica comparar dimensiones, marcas y contexto fósil.

Los túneles más grandes reducen drásticamente el abanico de candidatos: solo grandes mamíferos extintos encajan en la ecuación.

Las garras que dejaron los surcos eran largas, curvadas y potentes, incompatibles con animales pequeños.

Todo apunta a los perezosos terrestres gigantes, especialmente a especies como Mega therium, un herbívoro colosal capaz de erguirse a varios metros de altura y pesar toneladas.

Su anatomía, con extremidades anteriores robustas y una cola que aportaba estabilidad, habría permitido excavar de forma repetida incluso en sedimentos compactos.

La complejidad de la red sugiere algo aún más revelador: no fue obra de un solo individuo.

Generaciones enteras habrían ampliado, mantenido y reutilizado estos refugios, transformándolos en estructuras permanentes del paisaje. Bajo tierra, encontraron protección y estabilidad en un mundo cambiante.

Humanos, clima y un legado bajo el suelo

La cronología de estas paleo madrigueras coincide con un periodo clave: la convivencia entre humanos y mega fauna en América.

En otros puntos del continente se han documentado huellas humanas asociadas a rastros de perezosos, interpretadas como episodios de acecho o caza, según estudios difundidos por plataformas científicas

Este contexto refuerza una idea poderosa: los túneles no solo servían como refugio climático, con temperaturas más estables, sino también como protección frente a depredadores y grupos humanos. Tras el final de la última glaciación y la desaparición de la mega fauna, estas estructuras quedaron como testigos silenciosos de un mundo perdido.

Hoy, cada nuevo tramo identificado amplía el mapa de una red que desafía explicaciones simples.

Más que una curiosidad geológica, estos túneles ofrecen claves fundamentales para entender cómo animales extintos, seres humanos y el territorio sudamericano estuvieron íntimamente conectados.

Bajo nuestros pies, la historia aún sigue escribiéndose

NO SE DEBE SER DEBIL SI SE QUIERE SER LIBRE

24 12 2025



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Antonio Daza


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