Daniel y la Chayo, Nicolás y Cilita

Después de la realización de las primarias de la oposición, las reacciones sobreactuadas del gobierno se han venido pareciendo cada vez a las propias del autoritarismo patrimonialista de Daniel Ortega y la "Chayo" Murillo en Nicaragua. Lo dice todo el mundo, más allá de los "entendidos": el levantamiento de la inhabilitación de la Machado es imposible, porque equivale a una rendición, dado el nivel de rechazo al gobierno y el crecimiento de esa posible candidatura presidencial. Esto obliga a la oposición a activar un mecanismo de sustitución de candidaturas, bien por la vía de la designación personal de la "nueva líder" electa en el proceso de votación del pasado 22 de octubre, bien por la vía de un "acuerdo" o consenso entre los factores opositores. La experiencia de la elección del gobernador de Barinas se convertiría en un ejemplo a seguir. Pero, en todo caso, ha crecido el riesgo de que el gobierno, prevalido de su control sobre todos los poderes públicos, invente medidas para neutralizar a todos los posibles candidatos opositores, uno por uno, hasta dejar a la oposición sin posibilidad de usar el voto para lograr sus objetivos. Y profundizar la represión. O sea, no es que esté jugando a la polarización para reconstruir su apoyo entre la población que ve una amenaza en el crecimiento de una oposición guarimbera. Es otra cosa.

Refresquemos un poco la memoria. Entre abril y junio de 2018, Nicaragua fue sacudida por una rebelión popular que puso en peligro la estabilidad del gobierno de Daniel Ortega y Rosario "la Chayo" Murillo. Al mismo tiempo, y en parte debido a las recias medidas represivas tomadas por el régimen (328 muertos y más de cien mil exiliados), se produjeron sanciones económicas y políticas por parte de los Estados Unidos. Esto no detuvo a los gobernantes en su camino autoritario: más de un centenar de dirigentes opositores fueron encarcelados, desterrados y posteriormente privados de su nacionalidad. La lista de los presos, expulsados y desnacionalizados es extensa, e incluye a viejos dirigentes del FSLN (Sergio Ramírez, Dora María Téllez, Hugo Tinoco, Hugo Torres, Henry Ruiz, por ejemplo) de los tiempos en que esa organización comandaba la triunfante revolución contra Anastasio Somoza, un dictador típico latinoamericano, apoyado por los EEUU, que manejaba al país como si fuera su hacienda particular. Entre los castigados por la parejita Daniel -"Chayo", también destacaban los candidatos a la presidencia Cristiana Chamorro, Pedro Chamorro Barrios, Sebastián Chamorro, Félix Madariaga, Miguel Mora, Berenice Quezada y Arturo Cruz; la defensora de DDHH, Violeta Granera; los dirigentes políticos Tamara Dávila, José Pallais, el empresario José Adán Aguerri y muchos más.

La lista es extensa. Incluye dirigentes estudiantiles, campesinos, empresariales, sindicales, ejecutivos de medios de comunicación y periodistas. También intelectuales de la talla de los escritores Gioconda Belli y Sergio Ramírez, quien estuvo junto a Ortega en el gobierno de Nicaragua, desde el triunfo de la revolución en 1979 hasta 1990, cuando el FSLN perdió las elecciones, en una coyuntura dificilísima, caracterizada por la guerra de los contras, apoyada por los gobiernos norteamericanos, y una profunda crisis económica, que hacía insostenible la guerra. Quiero decir: Ortega y Murillo no se pararon ante la posible representatividad y prestigio de los reprimidos. Su furia represora no se detuvo ni ante los Mejía Godoy, músicos de la revolución, autores del propio himno del FSLN; ni siquiera ante la relevancia internacional de un Ernesto Cardenal, quien murió, anciano y enfermo, expulsado de su casa por una conspiración legal impulsada por la propia "Chayo".

Un tejido de leyes represivas, aprobadas entre octubre y diciembre de 2020, "rigió" este desborde represivo que, entre otros objetivos, apuntó a las ONG, sindicatos, gremios y, por supuesto, partidos políticos. Ni siquiera la Iglesia Católica ha sido respetada. Varios curas fueron detenidos y expulsados. Los arrestos "preventivos" pueden legalmente durar 90 días. Se crearon delitos nuevos como "incitación a la injerencia extranjera", "crimen de odio" y "ciberdelito". Las condenas no solo incluyen largas penas de prisión o el destierro definitivo, sino también la desnacionalización, la pérdida de la ciudadanía (sí: como sugirió hace unos meses Idania Chirinos, del PPT judicializada, títere del gobierno).

La pareja Ortega- Murillo, hoy en día, es solo la cabeza doble de una dictadura patrimonialista familiar, al viejo estilo de la familia Somoza. La "Chayo" administró personalmente la mil millonaria ayuda venezolana entre 2011 y 2016 y con ella benefició a sus familiares. Sus hijos se hicieron, de la noche a la mañana, magnates de los medios de comunicación: radio, TV y prensa; aparte de grandes "capitanes" de empresas, fábricas y haciendas. La mujer se atribuye las cualidades de especialista en urbanismo, arte (de hecho, era poeta, con unas composiciones regulares antes de la revolución), agricultura, economía, filosofía, teología y hasta diseña los ornamentos de las plazas, los llamados con sorna por los nica "chayopalos", unas volutas metálicas con bombillitos intermitentes, verdaderos esperpentos, omnipresentes en las plazas de todo el país. Dirige oraciones colectivas (como durante la pandemia COVID 19). Da charlas televisivas sobre casi todos los temas, desde la meteorología hasta la moda que deben vestir las nicaragüenses, sin olvidar su inolvidable lineamiento para la policía política: "vamos con todo". Se presenta como la gran sacerdotisa de la "Nueva Nicaragua, sandinista, cristiana y solidaria". Hasta le hace a uno recordar aquella Qian-Qing, mujer de Mao durante la terrible Revolución Cultural, que llamaba a quemar libros, acabar con las tradiciones chinas, torturar a los profesores en universidad, escuelas y liceos, y apedrear a los viejitos con lentes porque eran "intelectuales burgueses" y hasta a esforzados cuadros del PCCh, dirigentes de la legendaria "Larga Marcha". Eso sí: "la Chayo" canta como Yoko Ono.

El proceso que llevó hasta esta degeneración, desde una revolución bonita como la sandinista de 1979 a esta tiranía a cuatro manos (o garras), es una larga y compleja decadencia, que no analizaremos aquí. Pero que repite, en términos muy generales, los diagnósticos que hablan de degeneración de los anteriores revolucionarios en funcionarios (como en el conocido corrido mexicano), dudosos millonarios y dictadores típicos patrimonialistas, en beneficio de sus amigotes y familiares cercanos, igualitos a los Somoza: se apoderan del país, se hacen empresarios a punta de corrupción, y reprimen cualquier posibilidad de democracia y pensamiento diferente. A su vez, esos análisis, aunque en términos más generales, buscarían explicar cómo procesos como el soviético, el chino, el cubano (¿todos?), terminan en una "degeneración burocrática" antesala de la restauración del capitalismo, en su versión más salvaje y autoritaria.

Descrita la dictadura de doble cabeza Ortega-Murillo, ¿cuántos paralelismos encontramos con el gobierno de Maduro? Pues, varios. Inquietantes. Eso de crear el "delito de odio" y aplicárselo solamente a los rivales políticos, pero nunca a gobernadores o funcionarios propios que invitan abiertamente a golpear y acabar físicamente con el opositor. Eso de traer a Dios a cada rato a colación, e incluso asignar a su hijo el rol de Pastor poseído por el Espíritu Santo (también hemos visto al anteposprecandidato vampiresco en lo mismo). También está el paralelismo de la "Piñata", esa circunstancia, madre de la corrupción sandinista, por la cual dirigentes políticos y altos militares mutaron a empresarios, al comprar, a precios de gallina flaca, las antiguas posesiones de Somoza, estatizados por la revolución. Aquí está la creación de las ZEE, el arco minero, las empresas militares y la asignación de minas a otros tantos jefes armados. Y antes, esas milmillonarios inversiones a obras que quedaron sin terminar, apenas empezadas. También CADIVI y la sospechosa venta de divisas e importaciones sin control. Está, más reciente, la ley "antibloqueo" que le permite al presidente "desaplicar" leyes completas en función de estimular el capital extranjero y mantener el secreto respecto a cualquier negociación. Está la vinculación orgánica del gobierno con el crimen organizado. Están las amenazas a los derechos humanos, los 300 presos políticos, las torturas, los memoranda imponiendo censura a los medios, la hegemonía comunicacional por la vía de la adquisición de empresas comunicacionales por amigos o testaferros, están

Claro: hay notables diferencias históricas entre aquella revolución y esta de aquí que nunca existió. El FSLN no tiene nada que ver con el PSUV. Aquél era (y es) una organización político-militar que dirigió una insurrección y una guerra civil exitosa, durante muchos años, gracias a la participación masiva del pueblo, muy organizado en sus bases. El FSLN ganó y perdió elecciones. Tuvo intensos debates internos que hasta se resolvieron en divisiones por diferencias políticas (aquí el chavismo se fue descomponiendo como el cuerpo del Comandante, pedacito a pedacito). El sandinismo aceptó por un rato el juego de las oposiciones. Fue oposición él mismo en varias ocasiones. El PSUV es un aparato político-electoral surgido desde el ejercicio del poder de un caudillo, un fenómeno electoral en su momento, que fue el de la crisis terminal de un sistema político. El partido de Chávez siempre estuvo prevalido de las ventajas de lo recursos estatales, cerrado a la participación de las bases, sometidas "a lo que diga Chávez (o Maduro)". No aguantaría ser oposición. Por otra parte, es una estructura dominada por un cúpula burocrático-militar-neo empresarial, donde el modelo es el jefe militar que es empresario y político a la vez. Esto hizo que su ritmo de corrupción fuese más rápido.

Nicaragua nunca tuvo los recursos petroleros de que dispuso el chavismo; aunque sí aprovechó muy bien la "generosidad" de Chávez. De modo que la corrupción Ortega-Murillo, que llevó al patrimonialismo familiar propio del somocismo, no se llenó con tantos miles de millones, como sí lo hicieron los corruptos pesuvecos venezolanos. La insurrección civil de Nicaragua en 2018 no se pareció, por su amplitud social, a las protestas por el salario insuficiente de estos años, menos a las marchas y guarimbas venezolanas de 2013-2019. La represión madurista ha ido sin prisas y sin pausas, manteniendo algunas apariencias democráticas (elecciones regionales, algún margen de protesta), frente a una oposición muy torpe, extremista, miope, que le ha permitido al gobierno jugar astutamente a la política, con las apariencias, al tiempo que administra selectivamente la represión.

Una de las cosas que llaman la atención, aparentemente marginal, es el juego de roles entre los dirigentes maduristas. El debate político tiene rasgos teatrales. Hay personajes y papeles asignados. Así, Diosdado es el "policía malo", una versión del malandro peligroso y vociferante de Mario Silva, pero con autoridad real. Maduro es el presidente, y como tal, hace los grandes anuncios de políticas gubernamentales, las promesas de reactivación económica (cada año; cada mes), las consignas generales que supuestamente guían la gestión. Más o menos lo mismo, hace su vicepresidenta, la inefable Delci. Jorge Rodríguez es el más político (en el sentido, de taimado, maquiavélico, peligroso, de cuidado) del reparto de papeles. Además, fue quien encabezó la negociación con la oposición, o sea, un artista en eso de interpretar una expresión, una palabra, una alusión, un matiz del lenguaje, prevalido de su condición de escritor (hasta ganador una vez del legendario Concurso de Cuentos de El Nacional), de psiquiatra (sospechoso, por tanto, de ser psicópata, incapaz de empatía, manipulador), maestro de la ironía y el sarcasmo. Cilia hace un papel más discreto, pero sus antecedentes como presidenta del parlamento y jefa política (incluso por ahí vi un recorte de prensa de los 90 según el cual estuvo en una de hacer finanzas atracando bancos), evidencian que es una mujer de poder: le gusta y lo ejerce. Propone e impone nombres para posiciones clave con el fin de controlar estructuras completas de poderes públicos. Y ahora hasta llama a hacer una investigación a las Primarias. Pero, bueno, al menos no ha ostentado un gusto tan ridículo como la "Chayo". Lo más ridículo ha sido el diseño de una muñeca de super heroína, al lado de "Super bigote". Cada ridiculez tiene su nacionalidad. Tampoco ha atravesado una circunstancia tan terrible como la que protagonizó la Murillo al defender a su marido frente a la acusación de abuso sexual hecha por su propia hija (de ella, ojo). Lo más, es que se cala ese cognomento de "Cilita", que la minimiza.

Hasta ahora, quien ha liderado el ataque a las Primarias ha sido Rodríguez, aunque sea memorable la rabieta de Maduro y Cilita ante las cámaras de TV y los ecos entre otros funcionarios. La orquestación ha funcionado. Además, Rodríguez aparece como el adalid de iniciativas políticas tan importantes como el referéndum sobre el Esequibo, acerca del cual destacados juristas han llamado la atención por su inutilidad legal, su inconveniencia política internacional y hasta por sus fallas sintácticas y léxicas en su redacción; aunque sea, eso sí, una brillante manipulación y maniobra distraccionista florentina. Hasta los momentos, Padrino ha sido más bien comedido. Tal vez porque es a él, como máximo jefe militar, a quien corresponde materializar la provocación armada que sugiere la pregunta cinco del cuestionario elaborado por el "genio del Derecho" Escarrá. Es decir, los demás hablan por la TV, pero es él quien pondrá los hombres y las estrategias. Le toca ser serio.

En fin, no hemos llegado todavía a las manifestaciones extremas de la parejita nica; pero vamos por ese camino en cuanto a la represión de toda oposición, de derecha y de izquierda (recordar lo que le hicieron al PCV).

Ojalá que para Navidad, a Cilita no se le ocurra poner unos "Cilipalos", que igual se apagarían con las megafluctuaciones de una distribución eléctrica colapsada.



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Jesús Puerta


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