Representaciones e imaginaios sociales de la democracia en Venezuela

Vaya de entrada esta cita a modo de invitación para tratar, aunque sea someramente el asunto que se anuncia en el título de este escrito que, aunque larga, parece contener en sí seguramente una de las primeras representaciones del imaginario social de la noción de democracia y su práctica social, siempre mediada por la palabra que persuade antes que por la violencia tumultuaria que somete y aniquila al otro. En cambio, la democracia se funda en la alteridad y la sabiduría que es propia de la filosofía en su despliegue en la Magna Grecia y desde entonces in hilo tempore se ha permutado al presente. Hela aquí, pues:

"Mas, por Júpiter, dice el acusador, hacía que sus habituales mirasen con aires de superioridad a las leyes establecidas, y decía ser locura elegir con un haba los magistrados de la Ciudad, cuando nadie querría servirse de piloto sacado a suerte con haba ni de arquitecto ni de flautista ni cosa parecidas, errar en las cuales resulta mucho menos pernicioso que yerros en la gobernación de la Ciudad. Tales discursos, dice el acusador, hacen que los jóvenes menosprecien la constitución establecida y los tornen violentos. Yo pienso, por el contrario, que quienes practican la sabiduría y se tienen por capaces de enseñar a los conciudadanos, son los que menos propensos están a la violencia; pues saben de buen saber que de la violencia surgen enemistades y peligros, cuando las mismas cosas pueden conseguirse, sin peligro y con amistad, mediante la persuasión; que, en efecto, los violentos nos odian como a ladrones, los convencidos nos aman agradecidamente. No es propio de los dedicados a la sabiduría usar la violencia, sino de los que poseen fuerza sin cordura. Por otra parte, quien se aventure a usar la violencia necesita colaboradores, y de no pocos, por cierto; mientras que quien se crea capaz de persuadir, de ninguno necesita, puesto que, aun solo, se siente capaz de hacerlo. En modo alguno les acontecerá a éstos tener que asesinar, porque, ¿quién querría asesinar pudiendo dejar en vida a quien por persuasión le servirá?". (Jenofonte, trad. 1986, "Recuerdos de Sócrates". Visión Libros. Edita. Edicomunicaciones. Barcelona. España. Libro 1, Pp. 9-10).

Es que es de tal guisa que el bueno de Jenofonte hubo de defender ex post facto a su maestro Sócrates una vez que egregios atenienses, Anito, Crítias y Aleibíades a la cabeza entre otros miembros de la oligarquía, obligaran a que aquel morigerado espíritu apurara la cicuta, como puede verse tristemente en la película "El mundo de Sofía", la adaptación cinematográfica del libro de Jostein Gaarder (Noruega, 1952). Tan útil para quienes se inician en el ejercicio de parar mientes en lo que sea pensar lo que se tiene delante, así como los discursos tejidos alrededor del despliegue de la democracia cuya vivencia siempre en problemática en contextos particulares y regiones históricamente dados, primero porque debe conjugar intereses muy varios en el marco de los estados nacionales y propuestas dispares en su nombre, hasta conformar variadas formas de interpretar la gobernanza.

En Venezuela en el tiempo contemporáneo y actual se ha pensado la democracia y con particular referencia al siglo XX hasta llegar a ser un caso de estudio, tanto a partir del llamado Pacto de Punto Fijo (1958) como a tenor de las disposiciones de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999) que han discurrido sobre nociones y prácticas subsidiarias y diferenciadoras, que se diría han introducido la modernidad (1936 en adelante) y reafirmado la transmodernidad y sus derechos de tercera y cuarta generación (1999), aun con sus rupturas y continuidades. Ya que quiérase o no, las tesis políticas que envuelven proyectos históricos suponen una pedagogía con fines de persuadir de sus bondades respectivas, de donde se tiene que una de las representaciones de la democracia en Venezuela viene a ser la sustitución del sufragio por las balas, la batalla campal por las romerías de las campañas electorales y, en fin, un nuevo imaginario político donde el héroe más que un militar de charreteras es un civil que tiene en la palabra su mejor arma, la titulación universitaria y ejecutorias empresariales o educativas sus mejores distinciones.

Sin embargo, tres o cuatro meses atrás del corriente año 2017, tales imaginarios y representaciones como también en 2002-2003 y en 2014, se vieron gravemente comprometidos. Pues, se estuvo a tris de volver al ciclo perverso de la violencia política, las montoneras y el caudillismo que cuentan las crónicas del siglo XIX y anduvo merodeando la guerra civil, como si esa eventualidad fuera cualquier cosa. Tres conchas de ajo, como se dice por aquí. Entonces fue cuando surgió como única vía de solución el diálogo gobierno-oposición, una práctica corriente con base a la llamada cohabitación que es una categoría que deviene, a falta de indicación contraria, del "Eurocomunismo" pero que en coyunturas álgidas como el que ahora padece Venezuela constituye una tarea heroica, un sendero plagado de peligros como en la cacería del tigre, cuestión que no emprenden sino valientes que cuidan del aprisco, vaya una metáfora pastoril como en Facundo, Doña Bárbara o La Regenta.

Así, el diálogo o exploración que actores políticos venezolanos han emprendido en alguna región del caribe mediante la cooperación de terceros de buena voluntad, representa una cosa óptima. Donde se habrá de necesitar precisamente de mucha sabiduría y persuasión. Sólo de esa manera se podrá conjurar la violencia, preservar la vida y hasta la amistad, que sin embargo no se ha de imaginar sea una cuestión que observa un comportamiento estanco sino dinámico. De donde se tiene que democracia es diálogo. Ninguno de sus actores va a renunciar a sus respectivos sistemas ideológicos, sino que habrán de alcanzar unos consensos básicos. Pues, ya se ha visto como la cara severa de la violencia se ha asomado y su lengua de fuego ha consumido viandantes y practicantes de deportes extremos, así como puesto en jaque la economía.

Y como se empezó con cita, conviene cerrar con otra: "Aunque Sócrates reconocía que la actividad es útil y buena para el hombre y que la inactividad es perniciosa y mala, que el obrar es bueno, que el emperezar es malo, llamaba obras y decía que obraban los que hacían el bien, y calificaba de ociosos a los jugadores de dados y a los que hacen otras acciones reprensibles por el estilo. Y en tal sentido es correcto el verso: actividad no es vergüenza; lo es inactividad" (ídem).



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Luis B. Saavedra M.

Docente, Trabajador popular.

 luissaavedra2004@yahoo.es

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