Estados Unidos: “no somos parte del proceso de diálogo por la paz”

Un alto vocero del Gobierno de Estados Unidos declaró a los medios de comunicación lo siguiente: “nosotros no somos parte del proceso (de diálogos por la paz)…”. Se refiere a los diálogos por la paz de Colombia que se realizan en La Habana. Sería el colmo de los colmos que un representante del Gobierno estadounidense estuviese sentado en la mesa de diálogo precisamente en Cuba dictando directrices a su antojo y a su conveniencia, clases magistrales de democracia, de respeto a los derechos humanos y a la autodeterminación de los pueblos estando tan cerca de sus ojos la base de Guantánamo. No ha descubierto el agua tibia el vocero imperialista pero lo que dijo es una verdad a medias mucho más peligrosa que si hubiera dicho la mentira. Ciertamente no están la mesa pero indirectamente el Gobierno de Estados Unidos es quien más influye en la vocería del Gobierno colombiano, porque –aquí viene la gran verdad- directamente está comprometido hasta los tuétanos y más allá en la guerra en Colombia.

         Mucho antes del archí conocido “Plan Colombia” el Gobierno imperialista ya tenía sus manos metidas y manchadas de sangre colombiana en los asuntos internos colombianos. El mundo debe recordar que por un pedazo de fruta –como motivo- desencadenó el imperialismo su furia, su violencia reaccionaria y le arrebató el territorio de Panamá a Colombia. Pero, en honor a la verdad, estamos en otro tiempo, en ese en que tropas, armas, tecnología y recursos de toda naturaleza estadounidenses intervienen en el conflicto político armado que vive Colombia hace prácticamente medio siglo pero, igualmente, en que los pueblos no se dejan dominar sin responder en busca de hacer realidad sus sueños.

No vayamos lejos entonces. Partamos desde el “Plan Colombia” sin que nada olvidemos del pasado intervencionista de los imperialistas en los asuntos internos de Colombia. El intervencionismo estadounidense en el conflicto político armado colombiano tuvo por nombre original “Plan para la Paz, la Prosperidad y el Fortalecimiento del Estado”, pero como no resultaba creíble para casi nadie fue cuando decidieron reducirlo a dos palabras: “Plan Colombia”. Fue concebido o elaborado en 1999 siendo Presidente de Estados Unidos el señor Bill Clinton y de Colombia el señor Andrés Pastrana. Su meta era concluir con el conflicto político armado derrotando a la insurgencia bajo el disfraz de ser un plan de lucha antinarcóticos.

         Para Pastrana el “Plan Colombia” debía ser un conjunto de proyectos de desarrollo alternativo que canalizarían los esfuerzos de las organizaciones multilaterales y gobiernos extranjeros hacia la sociedad colombiana mientras que para Clinton sería una estratagema ideal para inmiscuirse en el conflicto político armado y político, un espacio para vender armas, un escenario para apoderarse de importantes materias primas y, especialmente, gozar de un teatro estratégico para amenazar toda Suramérica en busca de mayor apoderamiento de riquezas ajenas.

         El “Plan Colombia” comenzó con un importante intercambio militar entre los Estados estadounidense y colombiano. Al poco tiempo de aprobado el “Plan Colombia”, se firmó un acuerdo de profundización de la cooperación militar entre los gobiernos de Estados Unidos y Colombia. Crearon un famoso grupo de trabajo bilateral entre las Fuerzas Armadas de los dos países y con el cuento de la conformación de batallones antinarcóticos formaron las famosas  y criminales Brigadas para combatir a la insurgencia haciendo uso del paramilitarismo para que le quitara el agua al pez, es decir, reprimieran, asesinaran y obligaran al ostracismo a miles de miles de campesinos por ser considerados base social de la guerrilla.

         Ya en el 2002, la misma Amnistía Internacional decía del “Plan Colombia” lo siguiente: "… se basa en un análisis que enfoca las raíces del conflicto desde el punto de vista de las drogas y la crisis de los derechos humanos e ignora completamente las responsabilidades históricas del propio estado colombiano. También ignora que las raíces profundas del conflicto están en la crisis de los derechos humanos. El Plan propone principalmente una estrategia militar para atacar los cultivos ilícitos y el tráfico de drogas a través de una sustanciosa asistencia militar a las fuerzas armadas y la policía. Los programas de desarrollo social y humanitario que el programa incluye no alcanzan a disfrazar la naturaleza esencialmente militar del plan. Además, es aparente que el plan Colombia no es el resultado de un proceso genuino de consulta con los organizaciones no gubernamentales nacionales ni internacionales que se espera implementen los proyectos, ni con los beneficiarios de los proyectos humanitarios, de derechos humanos y de desarrollo social. Como consecuencia, el componente de derechos humanos del plan es defectuoso".

Un poco más sobre el “Plan Colombia”: la ONU ordenó un estudio sobre el mismo. El resultado fue la comprobación de que las fuerzas militares fueron fortalecidas, lo cual les permitió incrementar sus vinculaciones con los paramilitares para cometer más masacres y genocidios con el cuentico ese de combatir la droga. Por otro lado, todas las visitas de altos funcionarios del Gobierno estadounidense como de presidentes de esa nación imperialista han sido para incentivar y fortalecer la guerra brindando apoyo militar al Estado colombiano. Baste saber de las bases militares de Estados Unidos en Colombia. Nunca han ido a proclamar paz, a plantear la necesidad de políticas económicas que traigan verdadera justicia social. La paz no produce ganancia a los monopolios de la guerra. Por el contrario, cada vez que se ha producido un diálogo por la paz, lo torpedean y procuran estrangularlo para que fracase. Por eso, hace todo para no estar presente en los diálogos aun cuando el Gobierno de Estados Unidos es protagonista del conflicto político armado. En el caso del diálogo por la paz que se realiza en La Habana el vocero de la Casa Blanca abrió su bocota simplemente para justificar que el comandante Simón Trinidad está preso y lo seguirá estando, gracias, al maquiavélico Uribe.

Cuando el imperialismo deje de meter sus garras, sus dientes, sus manos, sus patas y su cerebro en los asuntos internos de otras naciones los diálogos por la paz germinarán semillas de justicia social. Claro, eso sólo pensarlo es una utopía. El primer gran enemigo del mundo es: el imperialismo. Y es a éste que deben derrotar los pueblos para construir un mundo nuevo que sí es posible con el socialismo.

 



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El Pueblo Avanza (EPA)


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