Mientras no haya conciencia del capitalismo no tendremos conciencia socialista

Ya lo hemos repetido por aquí. Estamos padeciendo la anemia de un cuerpo de doctrina socialista. Mientras no seamos concientes que estamos en un hueco, no saldremos de él. Por más que nuestro incansable presidente hable y repita postulados sobre la igualdad y la justicia social, esa agua no llegará a rociar una gran siembra porque riega pocas superficies. Si estamos claros en lo que debemos hacer para superar el puente que nos lleve a una sociedad de tipo socialista, entonces nos alimentaremos fuertemente con el discurso presidencial. Pero si apenas sentimos simpatía por el líder que defiende a los pobres y votamos por él con las espaldas cargadas de ignorancia doctrinaria, llegará un momento en que muchos saltarán la talanquera o simplemente se quedarán en el camino desorientados y confundidos. Eso explica la pérdida de miles de votos en las dos últimas elecciones. Eso explica el vacío de 7.3 millones de votos a 6 millones, en un corto lapso de tiempo. Ese es un punto “rojo” que debemos analizar con criterio autocrítico, sin estúpidos fanatismos.

Las semanales “Líneas de Chávez” (a las que gracias a dios le quitaron esa imagen del presidente con un bate) forman parte de un ideario revolucionario. ¿Pero cuantas semanas debemos esperar para llevarlas a un libro y repartirlos por todo el país? ¿Trescientas semanas, cuatrocientas, ochocientos, cuantas? Y de paso que sean repartidos en todas las ciudades y no solamente en Caracas y algunas tres o cuatro capitales como normalmente se hace con obras literarias. ¿O estoy mintiendo?

 Se habla de un Socialismo del Siglo 21, a lo venezolano, sin copias extranjeras pero no lo concretamos en la estructura y demás componentes de un cuerpo doctrinario que sea perfectamente asimilable por cualquier compatriota que sepa leer y escribir. Y mira que llevamos diez años en el transitar turbulento de un objetivo asediado por los demonios capitalistas que a muerte se oponen al ideal socialista y bolivariano. Los medios de comunicación son la punta de lanza del enemigo, la artillería pesada y los tenebrosos mensajes que transmiten a diario mantienen vivo el monstruo capitalista que no va a permitir tan fácilmente la transición a un socialismo VENEZOLANO. Pero nosotros no hemos sabido, hasta hoy, diseñar una política comunicacional que contrarreste o neutralice al enemigo que está puertas adentro, barrio adentro, urbanizaciópn adentro, monte adentro.

El veneno capitalista lo tenemos en la televisión, en la Internet (sus grandes voceros), en la Radio, en la prensa escrita, en los colegios, liceos y universidades públicas y privadas, en las clínicas y hospitales de todo tipo, en los supermercados y centros comerciales (ahora llamados Malls, por alienación); tenemos al capitalismo vivito y coleando en la Asamblea Nacional con esos sueldos y dietas (¿dietas?), en los viajes de altos funcionarios con asesores pagado todo en dólares. Vemos al capitalismo salvaje en la burocracia asfixiante del ministerio de salud que no paga a tiempo y no corrige las injusticias salariales de sus agremiados. En PDVSA ni hablar, allí la Hidra de Lerna capitalista es quien manda, incluyendo a los escuálidos que conspiraron en el 2002 y aún perviven en la empresa. En los ministros y demás funcionarios camina por sus mentes cómo hacer dinero para redondear su vida y garantizar su futuro, con muy pocas excepciones. Se olvidan del pueblo que los votó y que cifraron en ellos muchas esperanzas pero ya en sus curules se vuelven inaccesibles y víctimas del “Síndrome de altura”, como diría el amigo Andrés de Chene.

El estilo de vida capitalista hipnotiza, cautiva, ilusiona, nos hace soñar despiertos y al final nos pervierte. Las publicidades esparcidas por todos los medios de comunicación nos hacen creer que con objetos y mucho dinero en el bolso seremos los vergatarios del país, los chéveres, los chicos buenos de la película, los invencibles, los Bill Gates, los Slim, los Cisneros paralelos, en fin, los mejores de la sociedad y a los pobres que se los lleve el diablo pues si no son ricos es porque no han querido.

Cuando el presidente citó el triste ejemplo de la empresa de sardinas “La Gaviota” en verdad que sentí una profunda vergüenza como activista de este proceso bolivariano. Qué horror. Claro, al no tener conciencia de lo que realmente queremos como protagonistas de esta revolución se cae en ese tipo de aberraciones. Y repito: ¿Por qué? Primero porque la doctrina socialista bolivariana no está escrita y bien definida y segundo, porque la conciencia sobre lo que representa el perverso capitalismo no está despierta. La segunda es, en parte, consecuencia de la primera y en segundo lugar depende del entorno familiar en que el niño o joven compatriota se desenvuelve. Un hijo criado en una familia oligarca, de la clase  dominante, necesitaría un enorme esfuerzo de su íntima conciencia para llevarlo a la senda de la luz del socialismo. Por otro lado, un niño levantado en una familia que reniega de su condición de pobre maldiciendo todo lo que le sucede y culpando al gobierno por eso sin tener conciencia social, tampoco creerá en el socialismo. En verdad necesitarían  un shock. Los primeros son una minoría en nuestro país, por eso debemos dedicarle todo el tiempo y esfuerzo posible a la gran masa que anhela con fervor un cambio en sus condiciones de vida que le permitan vivir con dignidad.

¿Qué es el socialismo venezolano del siglo 21? ¿Qué es el socialismo bolivariano sin copias extranjeras? ¿Por qué debemos salir de la espiral descendente del capitalismo depredador? ¿Qué significa la justicia social igualitaria? ¿Cómo evitar los malos ejemplos capitalistas de concejales, diputados, gobernadores y demás “altos” funcionarios devoradores de dólares? ¿Cómo corregir las perversiones de funcionarios corruptos? ¿Qué es la conciencia del deber social? Todo esto y más deben quedar por escrito para que podamos avanzar menos lento en el camino de transición a un posible socialismo venezolano. El tiempo perdido hasta los santos lo lloran.

 

efraingran@gmail.com



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Efrain Jose Granadillo


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