La médula espinal del Socialismo moderno

Todos somos mentalmente capitalistas, porque si usted se encuentra un bendito billete de cien dólares en cualquier plaza Bolívar de Venezuela, usted tomará y se quedará con ese maldito billete de cien dólares, y justificará su egoísta y delictiva decisión como un merecido regalo caído del cielo, como un tremendo premio de la buena suerte, o como un bonito azar del destino.

Para vivir, el capitalismo siempre llama astucia a la delincuencia, y para sobrevivir, la delincuencia siempre usa la astucia del capitalismo; son dos genios y figuras hasta la sepultura.

Seamos sinceros, todos somos potencialmente ladrones. Algunos ya hemos consumado el pecado de robar en el pasado, otros estamos a punto de cometer el pecado de robar en el presente, y muchos Seres Humanos robarán el pan del prójimo, en el futuro lleno de pecados mundanos.

La miseria espiritual del capitalismo salvaje, nos convierte en salvajes personas miserables, cuyos espíritus se venden por una rojiza manzana podrida en el rojizo huerto del Edén. Después de tocarla y morderla, nos convertimos en los mejores esclavos del rey dinero, y por ganar un centavo de la corona, somos capaces de coronarnos en la envidia, en la venganza y en el homicidio.

Cuando de verdad se ama, la primera vez no duele, pero nos duele reconocer que la primera vez no fue fruto del amor divino, sino fue fruto del divino odio que habita en el corazón humano.

Nos sigue doliendo, pero lo seguimos haciendo, porque todos lo hacen.

Por eso el capitalismo es como el alcohol, una vez que lo pruebas, te gusta, no lo puedes dejar, y te vuelves adicto a beberlo. Por eso el alcohólico es capaz de comprar, robar y matar por una gota de alcohol, así como el hombre capitalista es capaz de comprar, robar y matar por una gota del mismo alcohol.

En algún momento de nuestras vidas, todos hemos bebido alcohol, por eso todos tenemos sangre capitalista en nuestras venas, pero no se preocupe, la sangre es capaz de regenerarse, así que usted también puede regenerar su miserable y capitalista existencia en el planeta Tierra.

Todavía recuerdo a un grupo de muchachos que estaban gozando en una calle del estado Mérida, exclamaban y gritaban con insistencia y vehemencia: ¡Beba, beba, beba marico beba! ¡Beba, beba, beba marico beba! ¡Beba, beba, beba marico beba!

Era como un ritual callejero de iniciación para un muchacho que deseaba formar parte del grupo, pero antes de ser aceptado y reconocido como amigo del grupo, el muchacho tenía que ser valiente y beber mucho alcohol directamente del pico de la botella, y si no superaba la prueba, pues el muchacho demostraría ser un cobarde marico, y no podría pertenecer al grupo de jóvenes.

Por presión social, yo mismo observé como el muchacho se bebió media botella de alcohol, mientras era estimulado con gritos y aplausos, a seguir bebiendo más alcohol en la calle merideña.

Tras dos minutos de locura, risas y frenesí, el muchacho demostró ser macho y superó la prueba bebiéndose todo el licor de la botella, por lo que sus nuevos amigos grabaron el acontecimiento con las cámaras de sus teléfonos celulares, y Javier fue aceptado como nuevo miembro del grupo.

Me pregunto ¿Realmente hubo valentía, amistad y victoria en ese espectáculo callejero? Sinceramente, yo creo que hubo cobardía, enemistad y fracaso, pero para el hipócrita capitalista salvaje, ciertamente sí hubo mucha valentía, mucha amistad, y mucha victoria en ese espectáculo.

Si en la mañana te llaman muerto de hambre, y si en la tarde no vas a misa para perdonar al prójimo, te aseguro que en la noche serás un salvaje capitalista por el resto de tu miserable vida.

Y llegarás muy lejos en esta vida mi querido hermano, y llegarás muy lejos en esta vida mi querida hermana, pero aunque tengas millones de verdes billetes hasta en el millonario culo de oro, te aseguro que todo lo hiciste para olvidar la humillación de la mañana, y nada lo hiciste para recordar el perdón de la tarde, por eso la gente millonaria que vive de los malos recuerdos diurnos, tiene graves problemas para conciliar el sueño por la noche, ya que construyeron un palacio nocturno con ojos de dolor, de codicia, de culpa, de insomnio y de fatal amargura.

Ten cuidado hermano, ten cuidado hermana, hoy te está hablando la sabiduría.

La sabiduría no tiene precio, no se compra y no se vende, no se roba y no se hurta, no se alquila y no se trasquila, no se lleva y no se trae, pero si se aprende a cultivar, tarde o temprano eyaculará.

Porque el éxito apenas dura unos pocos segundos, pero por esos pocos segundos de gloria, somos capaces de plantar la semilla del capitalismo en huerto ajeno, y enajenados por ver cómo otros se comen el fruto socialista de nuestro trabajo, terminamos manchando de sangre a las tres Marías.

Creemos que la médula espinal nunca se cansará de doblegarse ante la chispa ardiente del capitalismo salvaje, pero entre tanto fuego en los calzoncillos y entre tanta pasión en los bolsillos, hoy comprenderemos el origen satánico de nuestro nacimiento en el mojado Universo.

Si visualizamos un hermoso billete de cien dólares abandonado en el suelo de una plaza Bolívar de Venezuela, lo más digno y honesto que podemos hacer, es seguir caminando por la plaza como si no hubiéramos visto ese billete, porque si el billete no es mío, no debe importarme su destino.

Pero la médula espinal del capitalismo no acepta ese prudente pensamiento cristiano, por lo que te llamará bobo, tonto y huevón si no te agachas para robar y apoderarte del billete, por eso te obligará a ser astuto, oportunista y vivaracho, por lo que debes agacharte, tomar el billete, levantarte y seguir caminando con la frente muy en alto por la plaza Bolívar, sintiéndote como el mejor chacal en el charco de las fechorías mundanas.

También podrías tomar del suelo el billete de cien dólares, y preguntarle a cada persona que camine por la plaza Bolívar si el billete es de su propiedad. Aunque es una noble actitud tomar el billete del suelo para devolvérselo a su dueño, es evidente que la mente capitalista de cada ciudadano, te dirá que el billete de cien dólares es suyo, aunque realmente no le pertenezca, pero es imposible que la persona rechace ese suculento billete, y será casi imposible saber si es verdad o mentira que ese ciudadano, es el dueño del billete de cien dólares que encontramos en el suelo.

Podríamos llamar a un funcionario público venezolano, por ejemplo buscar a un oficial de policía presente en la plaza Bolívar, pedirle que recoja del suelo el billete de cien dólares, y que lo guarde temporalmente en la comandancia policial más cercana. El problema es que los policías venezolanos no son hijos cristianos de la Madre Teresa de Calcuta, y no tendrán la suficiente integridad moral en la pólvora de sus pistolas, para matar el deseo de quedarse con la bala ajena.

Otra alternativa podría ser tomar el billete de cien dólares del suelo en la plaza Bolívar, y usarlo para hacer alguna obra humanitaria y solidaria en nuestra comunidad. Por ejemplo, usar el billete para comprar mucho pan dulce y mucho pan salado en una panadería, y luego regalar todo ese pan a gente pobre de nuestra ciudad, incluyendo a los vagabundos, a los niños de las calles, y a las familias humildes que aunque tienen casas, no tienen alimentos en las mesas de sus casas.

Sin duda se siente hermoso soñar y hacer realidad esa obra altruista, pero aunque se puede, no se debe regalar esperanza comprada con un billete robado, porque por muy socialista que sea el fin, sabemos que el fin no justifica el medio para conseguirlo, porque lo que mal empieza más temprano que tarde mal acaba, porque el socialista debe tener el corazón pero no la mente de Robin Hood, y porque no existen buenos ladrones, sino ladrones arrepentidos de sus pecados.

Dios mío ¿Qué hacer con ese billete de cien dólares que yace en la plaza Bolívar de Venezuela?

Si yo me encontrara ese billete de cien dólares en la plaza Bolívar, me agacharía no para cagarlo sino para tomarlo del suelo, luego levantaría el billete con mi mano derecha en dirección al cielo, y exclamaría muchas veces en voz alta ¡Regalo cien dólares! ¡Miren tengo el billete! ¡Lo encontré! ¡Regalo cien dólares! ¡Miren tengo el billete! ¡Lo encontré! ¡Regalo cien dólares! ¡Miren tengo el billete! ¡Lo encontré!

En menos de un minuto, yo sé que tendría a decenas de ciudadanos y ciudadanas a mi alrededor, todos impacientes y curiosos por saber a quién regalaré el suculento billete de cien dólares.

Tras llamar y tener la atención de todos esos capitalistas ciudadanos en la plaza Bolívar, yo rompería en cien pedacitos el billete de cien dólares en frente de todas esas personas. Después de romperlo y ver los pedacitos del billete cayendo de nuevo en el suelo, yo exclamaría en voz alta las palabras que dijo Jesucristo en Juan 16:33 "Aquí en el Mundo tendrán muchas pruebas y tristezas, pero alégrense, no pierdan el ánimo y confíen en mí, porque Yo he vencido al Mundo"

Después de exclamar en voz alta esas poderosas palabras dichas por Jesucristo, yo caminaría y abandonaría la plaza Bolívar, sintiendo la verdadera paz que solo mi Señor Cristo Jesús puede darme, aunque también yo sé que lamentablemente, la gente capitalista en la plaza Bolívar estará peleándose de rodillas en el suelo, por recoger todos los pedacitos rotos del suculento billete de cien dólares, y he allí la gran diferencia entre ser un hijo de Dios que busca ganar los benditos tesoros sagrados del cielo, o ser un hijo del Diablo que busca ganar los malditos tesoros satánicos del Mundo.

No existe diferencia entre el infierno y el Mundo, no existe diferencia entre el Mundo y el capitalismo. Ser capitalista, ser infernal, ser mundano, es ser un billete de cien dólares.

Yo sé que desea el billete, por eso escribo lo que no quiere, para que conozca su médula espinal.

Yo me jorobé la vida estudiando mucho, cargando mil libros sobre mi espalda, y por eso soy un hombre intelectual con una excelente capacidad de discernimiento al servicio de Dios.

En cambio usted, se está jorobando la vida con la pantalla de su teléfono celular, viendo estupideces en las redes sociales, y por eso eres una persona mediocre al servicio de Satanás.

Hermanos y hermanas, estamos viviendo los últimos días capitalistas de la existencia humana. Sabemos que el sistema es insostenible e insustentable, y aunque todavía nadie rechaza un boleto de avión para viajar gratis hasta Disneylandia, la razón dice que el fin está cada vez más cerca.

El fin no es una figura retórica apocalíptica, el fin es sentir que la dignidad se puede comprar con un billete de cien dólares, y el fin es sentir que con un billete de cien dólares se puede vender la dignidad, y mientras decidimos si compramos hoy o vendemos mañana, hay compatriotas que esperan encontrar y comer un suculento billete de cien dólares en una plaza Bolívar de Venezuela.

Aunque se intentó sembrar el socialismo en Venezuela, no fue posible cultivarlo, y no fue culpa del cáncer, fue culpa de una sociedad venezolana cuya médula espinal se sigue cotizando en dólares, y mientras la semilla del Araguaney siga siendo amarga, el árbol de Araguaney seguirá aflorando amargas flores capitalistas, que se compran, se venden y se roban del tricolor patrio.

Lo mejor que podemos hacer es expulsar a los mercaderes de un templo bolivariano llamado Venezuela, no con látigos de violencia sino con palabras de paz, no con ejército sino con espíritu de amor, no con el dinero del capitalismo sino con el corazón del socialismo moderno.



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Carlos Ruperto Fermín

Licenciado en Comunicación Social, mención Periodismo Impreso, LUZ. Ekologia.com.ve es su cibermedio ecológico en la Web.

 carlosfermin123@hotmail.com      @ecocidios

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