EL LOGRO DE MCM
Hay que comenzar por reconocer el logro de María Corina, al acorralar con la carta de la legitimidad democrática al madurismo. Con el centro Carter, recibido inicialmente con brazos abierto por el gobierno, y su declaración de un sistema electoral "inhackeble", aquel que prefirió creer en el teatro institucional del TSJ y la declaración del CNE, es, por lo bajito, un sectario.
El perfil sectario se manifestó aceptando a ciegas las declaraciones de los posibles (por no decir evidentes) interesados en mantenerse en el poder, y evaden, estos sectarios, el deber como ciudadanos de exigir pruebas ante una autoproclamada y cuestionable legitimidad. Prefirieron incluso llamar "traidores" a aquellos que ejerciendo su capacidad crítica y procurando el respeto por la verdad, actitudes características del científico y/o revolucionario, sí las solicitaron. No importan si son sus hermanos, sus connacionales, sus compañeros de ideología, gobiernos de izquierda, antiguos compañeros de Chávez, los únicos revolucionarios reales para los autoproclamados chavistas son los que acepten al madurismo y su relato.
Pero dejando esto a un lado, volvamos al punto inicial. Hablemos del ingenio de María Corina que, una vez se declararon los cuestionables resultados, ya tenía toda una maquinaria digital preparada para mostrar las actas que en instantes podían ser corroboradas por cualquier ciudadano, haya o no votado, sólo ingresando su cédula. Ahora, teniendo en cuenta que este intento parece que no dio el resultado esperado para ellos, aunque sin duda desmoronó la legitimidad de la cúpula, podemos dirigirnos a una nueva interrogante que se desprende de su reiterado intento fallido por recuperar el poder:
¿Por qué sigue sin vencer la oposición, a la que hoy se suma toda una izquierda que ya está sumida en la apatía ante el caos económico, político y cultural; caos que nuestra "vanguardia revolucionaria" no ha podido contrarrestar y que desde el gobierno -con una evidentísima demostración que pone en primer plano esas superiores capacidades para liderar la revolución- resuelven sólo con echar la culpa a otros?
EL MONSTRUO DEL QUE LA OPOSICIÓN NO QUIERE HACERSE CARGO
Fácilmente puede plantearse que, si María Corina lo hubiese logrado, si hubiese devuelto a Venezuela a los causes de la democracia burguesa, lo hubiese hecho a pesar de los opositores, y no gracias a ellos. Sucede que el liderazgo opositor tiene que lidiar con un monstruo que creó y ahora no sabe cómo devolver a sus cavernas, y es en parte causante de que el descontento popular no se unifique activamente en contra de la cúpula. Ese monstruo es el de la exclusión patriotista o patriotera.
En ocasiones hemos podido leer comentarios, incluso de intelectuales, y se pone para este caso el ejemplo de una erudita especialista en literatura que tuve alguna vez la oportunidad de conocer, donde ésta acusaba al gobierno de negar su existencia (la de ella), pues para el gobierno ella y el grupo al que pertenecía nunca fueron pueblo. Fueron apátridas, y entonces señalaba que ante la exclamación generalizadora del "gobierno del pueblo" o "la voluntad del pueblo", reclamaba que el gobierno siempre hizo alusión exclusiva de sus simpatizantes.
Asumamos que es cierto. Pero, inmediatamente nos vemos en el deber de preguntar: ¿Y los no simpatizantes del gobierno? ¿Cómo consideraban a sus hermanos venezolanos? Hasta donde nos puede alcanzar la memoria, el clasismo, las acusaciones de inferioridad, de ignorancia, de poca calidad humana, desde el primer momento de la revolución, fueron parte del relato opositor hacia sus hermanos venezolanos, y todavía hoy se mantiene: "los malditos chavistas que arruinaron el país, los ignorantes. Los tierruos".
No es muy distinto al discurso aún vigente de "todos los venezolanos" que quieren sacar hoy a Maduro, pero que en realidad hace alusión a una suerte de negación del chavismo todavía latente. Para ellos, los que quieren sacar a Maduro, son todos los venezolanos, pero, "obvio", los que no sean chavistas; el simbolismo de esa negación, más prueba de impaciencia visceral que de verdadera estrategia o táctica política, se vio al tumbar las estatuas de Chávez, acto que fue visto hasta por especialistas extranjeros como forma contraproducente de hacer política de resistencia en esta necesaria transición para superar el autoritarismo madurista: "Las estatuas se tumban cuando caen los regímenes, no antes" (BBC).
https://www.bbc.com/mundo/articles/cw4yz8r472lo
Recientemente, con la caída del régimen de Siria, asistimos al ejemplo de esta verdad, donde las estatuas de Bashar al-Ásad esperaron a que el gobierno fuera destituido para ser removidas. Por supuesto, es también ejemplo de que no porque se cambie un gobierno que posiblemente tiene que ser cambiado existe la garantía de que todo va a ser mejor, y esto aplica a Venezuela.
Volviendo al punto, es entonces donde hay que prestar atención al relato vendido al mundo de una Venezuela toda homogénea, unida en corazón y alma en contra del CHAVISMO, puesto que no importa que Chávez haya muerto hace 12 años ya, hay que condenarlo todo, hay que incluir todo el proceso en un calificativo genérico que sirva para sepultarlo de una vez por todas, esto a causa de -según esta Venezuela homogénea- que son los únicos responsables de la deriva totalitaria de Venezuela. Por supuesto, esto es parte del relato que quiere instalar a los ojos del mundo.
¿Pero son de verdad los chavistas los únicos responsables del deterioro del juego democrático? Volvamos a la declaración del Centro Carter para poder continuar con esta disertación, "el sistema prácticamente inhackeable". Luego recordemos las palabras del antiguo e inicial economista del ejecutivo de Chávez, Felipe Pérez Martí:
«Chávez me había puesto a mí, en teoría un Chicago boy, un IESA boy para que dirigiera la economía. Después del golpe, en 2002, Chávez pidió perdón, dijo que iba a cambiar e hizo una comisión de paz e incluso perdonó a la gente del golpe y no los persiguió y me nombró a mí para trabajar con los empresarios. Entonces yo hice eso. Por cierto, que él me había dicho "si no funciona lo tuyo, qué hacemos, dame un plan b", como queriéndome decir hazme un plan b estalinista. Yo supongo que ese plan b se lo pidió a Giordani, yo no le hice ningún plan b porque no creía en eso. En ese entorno, había llegado a un acuerdo con el sector privado para llevar adelante este plan de consenso nacional, con Fedecámaras, Consecomercio, pero ellos me traicionaron a mí. Chávez no me traicionó, fue el sector privado y la oposición. Entonces hicieron el paro petrolero, después de que habíamos llegado a un pacto de caballeros, de coordinar un equilibrio bueno para todos. Por qué, porque no querían a Chávez. A pesar de que fue un tipo electo querían quitarlo. Querían cambiar a Chávez porque cambió muchas cosas, ponía sus propios ministros, era un tipo nacionalista, hizo lo petrolero, hizo realmente una definición, pero no, ellos querían seguir robándose la renta, y los poderes de los partidos no se habían resignado a aceptar el golpe popular. Querían quitar a Chávez y me traicionaron a mí»
Adicionalmente, insertaré los comentarios que hace en su video la creadora de contenido político, la española Marina Lobo, quien describe en esta ocasión bajo el título "clasismo y poder" lo que parece una constante en la personalidad de la derecha cuando no está en el poder:
Video (requiere sesión de Facebook iniciada):
https://www.facebook.com/share/v/ZGfFpjaAcEofJUs4/
Después de verlo, podemos recordar la "actitud democrática", y que es el tema central de esta disertación, de nuestros opositores y su complicidad en el deterioro venezolano de la democracia ¡Recordemos nuevamente! ¡"Sistema inhackeable"! Sistema que acorraló a Maduro el ilegítimo, sin embargo, sistema cuestionado durante 12 años de revolución y más, acusando al gobierno legítimamente democrático de Hugo Chávez, y probablemente al primero de Maduro, de fraudulento.
Venezuela fue para la oposición, aun cuando fuera una votada, "una dictadura", desde siempre. Quizá muchos de los jovencitos que heredaron esa actitud, ni siquiera saben que incluso fue objeto de sátira por parte del gran Eduardo Galeano:
https://youtu.be/9I0WZFi99jw?si=gG2MW2HzWxCpwZHt
Pero, aun así, aun cuando ignoren el insistente desprestigio de la oposición a la democracia venezolana, cuando era democracia, y que lo fue durante tanto tiempo, estos jovencitos heredaron el deber de menospreciar a los simpatizantes del gobierno de forma atemporal. En ese entonces era norma, y lo sigue siendo ahora, la de tildar a los simpatizantes, antiguos o aún leales, del chavismo (no del madurismo) de ignorantes, comprados, tierruos; y ahora, cuando al liderazgo opositor le conviene la democracia porque tienen parcialmente el apoyo del chavismo (de los que se rebelaron en contra del Iscariote en el poder), el discurso que ellos mismos solidificaron en sus bases se vuelve contra ellos, repeliendo a la que fue un poco más de media Venezuela, o probablemente aún lo sea.
Quiero creer que en el fondo es media Venezuela aún, mitad que se reparten entre los que dejaron la "cancha abierta" a la oposición sin adherirse a su proyecto, entre los que votaron directamente por Edmundo porque cualquiera es mejor que el actual gobierno, y entre los que por temor, o por alguna extraña lealtad u excesivamente optimista esperanza, sigue votando por Maduro, y que, teniendo en cuenta a todos, en este intento de clasificación de su diversidad, sigue siendo una mitad "chavista" –mitad simpatizante del socialismo, que recibe en el "chavismo". Es el nombre de una tradición autóctona, aunque influida por diversas corrientes, a la vez que diversa en su expresión. Quizá se pueda excluir acá a los anarquistas-
Fueron más de 12 años, entre los que se vieron golpes de estado, paros, marchas constantes, denuncias de fraude, insultos, clasismo, y hasta racismo ¿Qué democracia es esa? ¿Con qué moral la exigen ahora tan indignadamente? Y, dado el caso, asumamos por un segundo que, desde inicios de la revolución bolivariana, por parte de su liderazgo hubiese intenciones autoritarias ¿no son todas estas acciones antidemocráticas la excusa perfecta para permitir que los autoritarios cierren filas y planteen y ejecuten políticas centralistas, puertas abiertas al ansiado autoritarismo, y lo hagan escudando su discurso en la defensa de la democracia y de la voluntad popular, ésta que fue legitima gran parte del proceso? ¿No era cierto entonces que tenía que ser defendida? ¿iban a ser precisamente los que la estaban violando la democracia en esos momentos los encargados de defenderla? Qué ironías la de la vida, helos aquí reclamando legítimamente por algo que ignoraron y reclamaron ilegítimamente en el pasado, pero quedando además hoy como los únicos con capital político, con poder concentrado, para defenderla.
¿Qué hará entonces la oposición con el monstruo que creó? Nunca se verá un discurso persistente de los líderes donde señalen que "hasta los mismos chavistas están en contra del gobierno", porque eso sería admitirlos como parte de la Venezuela que "quiere un cambio" y allí no caben. Quizá podamos traducirlo a la jerga reaccionaria: los únicos que quieren cambios son "los venezolanos", es decir, los no chavistas. Además, sería admitir que los mismos chavistas no tienen esta imagen de proceso revolucionario como algo que concuerde con el proyecto de país que quieren (como muchos socialistas en su momento no concebían que fuera el soviético) o que apoyaron en el pasado, y ese proyecto, en nuestro caso el chavista, es algo a lo que la oposición no quiere tener que volver a enfrentarse. Recuerden, golpes, mentiras, acusaciones infundadas de ilegitimidad. Este, el madurista, tiene que ser el chavismo hoy y para siempre; este, la represión madurista, el sostenimiento a toda costa del poder, la destrucción del sistema productivo, cultural y político venezolano: "Chavista, tú no puedes existir", es algo que ya sembraron desde hace 24 años. Remediar esa visión, que implica a su vez reconocer esta corresponsabilidad en la debacle madurista, no es algo viable para ellos.
LA ACTITUD DE LA IZQUIERDA QUE QUEDA
Gran parte de la izquierda venezolana, en su apatía y hartazgo, a manera general, está actuando como mejor puede, respondiendo a los compañeros de otros países que quieren mantenerse inscritos en el discurso desfasado de la guerra fría, éstos que escogieron defender al gobierno a toda costa porque, así sea en apariencia, es anti-imperialista y anti capitalista. Precisamente es ese rol el que ha asumido gran parte de la izquierda venezolana frente a los compañeros que buscan asumir una postura ante este escenario, y, sin duda, está bien. Internamente, aparte de denunciar la situación, y tratar de existir cómo pueden –hacer presencia-, a modo general ha dejado "la cancha libre" a los opositores, e incluso ha guardado silencio ante ese clasismo que se sigue expresando sin ninguna variación, y al que tradicionalmente casi media Venezuela tenía acostumbrada a, ya sea a presenciar y asimilar, o ya sea a padecer.
Por eso sorprende a los extraños toda esta tensión antidemocrática. Ignoran por completo que trata, en realidad, de una "dialéctica autoritaria"; una que se dio entre la oposición y el chavismo de origen. Al no tener esto en cuenta, no entienden cómo es que este gobierno se sostiene con tanto descontento popular y hasta institucional (trabajadores públicos, militares, militantes, etc). Sin embargo, la respuesta comienza a estructurarse una vez se llega a comprender que el madurismo es la síntesis, el resultado, de dicha dialéctica autoritaria. Se trata de un proceso de erosión del juego democrático que tiene desde que llegó Chávez al poder, y cuyo accidente de la muerte de Chávez contribuyó al otro accidente de un aparato institucional volátil a causa de su centralización, propicio con una chispa para hacer ignición: explosión sádica que se materializa en un proceso cuyo único objetivo hoy es satisfacer la codicia de poder, y que terminó en última instancia por estallar como una suerte de autoritarismo antisocialista. Eso es el gobierno de Maduro: síntesis autoritaria y antisocialista.
Entonces el escenario político pasó a ser de una democracia vulnerada, por un lado, y en proceso de centralización, por el otro, a una "democracia cuando me conviene" para ambos. Visto de esta manera, la responsabilidad de dicho deterioro corresponde a todos los actores políticos de Venezuela, aunque para conveniencia de ambos se tenga que poner énfasis en el nominativo de este periodo como "el chavismo", haciendo recaer únicamente en éste la responsabilidad en la deriva destructiva del proceso.
LA COMPLICIDAD MADURISTA Y EL PACTO TÁCITO ANTICHAVISTA
Cuenta Noam Chomsky que la palabra socialismo fue usada durante la guerra fría por la polarización de potencias para indicar una forma de gobierno conveniente para ambos. Se trató de vaciar la palabra de un contenido amplio y en desarrollo, de su historia, para, por un lado, por parte del bloque capitalista estadounidense, sembrar el temor, justificar políticas, así como para ahuyentar intentos de transformación; por el lado soviético, era la forma de excluir a todas las críticas, a todas las propuestas anteriores, simultáneas, y posteriores, que no se habían adherido al modelo soviético de socialismo, específicamente hablando, a la línea del marxismo leninismo. De esa forma, el socialismo servía a uno y otros para justificar sus acciones: ya fuera para combatir "el comunismo" o para combatir "al capitalismo imperialista", a la vez que en esa polarización los "comunistas" salían como los únicos exponentes de un ideario. Definitivamente, conveniencia mutua.
VIDEO, Noam Chomsky:
https://www.youtube.com/watch?v=HQDC4P0vUp0&ab_channel=AnarquismoTraducciones
Al igual que en aquel entonces, el socialismo como el chavismo sólo debía y debe ser uno y único, el soviético o el madurista, respectivamente. De no ser así el triunfo de los capitalistas, como el de la actual oposición en el caso de lograr vencer, sería temporal -y teniendo en cuenta el desenlace de la guerra fría, fue, es y será, inevitablemente temporal, pese a las intenciones del bloque reaccionario. El punto es resaltar que éstas intenciones estaban bien definidas, y se materializaban en la insistencia de reconocer a la URSS como el único socialismo que ha existido y existiría jamás-.
Los soviéticos, como actualmente los maduristas, entonces negaban el carácter socialista y pertinente de cualquier disidencia, pensamiento alternativo, u oposición desde la izquierda: "si yo soy el verdadero socialismo (o chavismo), todo lo demás que pretenda serlo es falso, y me encargaré de insistir en ello". De esa forma, los dos beligerantes podían enfocarse en sus respectivos enemigos. Se puede especular que de la presión de esa lucha, antes de que se diera formalmente lo que se conoce como "guerra fría", se dio como resultado una suerte de síntesis fascista, la que se quiso llamar así misma "tercera vía", y que afectó en mayor medida a las democracias durante décadas; e incluso lo que hizo fue fortalecer esa polarización una vez culminara la segunda guerra mundial, pues la democracia como el liberalismo pasó a ser patrimonio casi exclusivo de los neoliberales, con un breve periodo social-liberal, y la revolución y el socialismo de los autoritarios leninistas. Este ejemplo es una arista preocupante, una vez bloqueada la democracia por los agentes antidemocráticos, el creciente sentimiento de la juventud "fachozolana" o "venezofacha", puede replicar a escala local lo que entonces ocurrió en la década de los veinte y 30 a nivel global.
UNA OPORTUNIDAD QUE SE DEJÓ PASAR
Es lamentable el fracaso de la revolución, desde una perspectiva internacional, se traduce en lo que se está viendo hoy en las recurrentes disputas políticas demagógicas: aparece el relato neoliberal y por el otro lado el anti-imperialista, como forma de desgarrar instituciones políticas y sacarlas de su evolución y desarrollo histórico, y devolviéndolas a la narrativa de la guerra fría. Que hoy en día estén brotando nuevos nacionalismos, la retórica ya anticientífica del laissez faire, y, por otro lado, aparezcan alabanzas nostálgicas a la URSS, es una muestra de lo que ocurre a causa de casos como el de Venezuela, donde después de una década de haber caído el muro de Berlín, un movimiento revolucionario toma el poder por una vía distinta a la del manual leninista, la vía democrática, pero lo pierde, precisamente, por no ver que por tal motivo no era éste el manual a aplicar. Esta oportunidad era clave para que la confianza se depositara en nuevas propuestas que pudieran alejarnos de la reflexión anacrónica, amarillista y maniqueista, que derivó de las dos guerras mundiales y, quizá como uno de los aspectos positivos que aún persisten, trajo consigo los periodos de descolonización asiática.
No es de extrañar que durante ese periodo, el de la revolución bolivariana, se vivieran en Latinoamérica procesos similares, como el de la victoria de Alianza Ciudadana en Ecuador en el 2006, antes de que fuera sepultado políticamente por Lenin Moreno (que ironía o presagio el nombre), la victoria del Movimiento al Socialismo en Bolivia en el 2005, y la vuelta al poder del Frente Sandinista de Liberación Nacional en Nicaragua en el 2007: todos a través de procesos electorales, y probablemente influenciados en opinión ciudadana y ánimo político, en mayor o menor grado, por el éxito de la revolución bolivariana y su líder carismático desde 1999. Sin embargo, lo que fue un error por parte del chavismo y especialmente de Hugo Chávez es la pala con la que el madurismo ha enterrado y sepultado numerosos intentos democráticos de transformación en la región. Si antes con su sola existencia apoyaba y animaba a otros pueblos para intentar defender su soberanía y mejorar su condición, hoy su existencia ha servido para sabotear proyectos similares y en cambio aupar a reaccionarios conservadores.
Teniendo en cuenta un mundo que ya había declarado prematuramente la victoria del capitalismo, donde los socialismos autoritarios de corte marxista que quedaron hoy apenas pueden mantenerse en pie –a excepción de China, este que tomó el camino de la práctica autóctona desde Deng Xiaoping y abandonó las aventuras económicas del Maoísmo original-, y donde la democracia se había convertido para los socialistas democráticos en plataformas para procesos reformistas tímidos, caritativos, y no de cambios importantes que buscaran encaminar la sociedad hacia la superación del capitalismo; en ese contexto, el triunfo de la revolución bolivariana constituía una oportunidad para plantear y ensayar un método nuevo, consonante con la época. Lastimosamente Chávez, ante la evidente reacción que se opondría a los cambios, y que hasta un golpe de estado perpetró en su contra, en vez de seguir proyectándose hacia adelante innovando en el método, viró para depositar su confianza en la orientación del arcaísmo leninista.
La respuesta de una revolución democrática que debió dar, soberana en su momento, frente a los anti-democráticos vasallos del capital, se reveló a Chávez cuando el final de su presencia física estaba decretado y no antes. Lo hizo tarde, fue una orden acertada pero decretada en oídos de cerdos capitalistas que esperaban que cesara su estadía en este plano para desatar su codicia sanguinaria e ineptitud como líderes, desparramando su avaricia sobre el pueblo al que decían representar en intereses y proteger. La instrucción era clara, "darles el poder a las comunas". Esto es: ante los antidemocráticos, muchísima más democracia, una incluso que no se ha visto en la sociedad burguesa. Y esa era la respuesta que debió tomar desde inicios de los ataques de la reacción. Entonces hubiese sido una dialéctica entre autoritarismo burgués y democracia social, y sin duda el mundo mismo fuera hoy distinto.
No exageramos cuando señalamos que lo que fue una influencia efectiva hoy se ha devuelto contra el socialismo –Influencia de potencia internacional que estuviera todavía cosechando frutos para el socialismo mundial en la actualidad- si, en cambio, ante el ataque de la reacción burguesa, la revolución en vez de centralismo y menos democracia hubiese respondido con más democracia y participación ciudadana. Entonces la revolución hoy todavía estaría viva, y se hubiesen sumado nuevos impulsos en el mundo. Pero hoy se ha devuelto a las izquierdas mundiales en forma de anti-influencia o influencia perniciosa. El madurismo en última instancia, pero en realidad una puerta que se iba abriendo cada vez más desde las prácticas centralistas que la revolución tomó desde sus comienzos, revirtió todo el poder que tuvo la imagen de la revolución bolivariana en las aspiraciones de los trabajadores y seres humanos del mundo, y lo convirtió en un anti poder para el socialismo internacional (muy evidente en la propaganda politiquera de los reaccionarios y neofacistas de la política occidental y todas las victorias que consiguió con dicha propaganda).
EL CENEISMO
Cuando la degeneración bolchevique -desgaste inherente a las instituciones políticas en extremo centralizadas de la URSS- aplastó la revolución húngara de 1958, la imagen de los tanques soviéticos reprimiendo un movimiento popular sirvió a los críticos desde la izquierda para descalificar a los que ciegamente se apegaban al relato marxista-leninista. Desde entonces "tankies" ha sido un término que busca descalificar y reconocer a los elementos que se autoproclaman de izquierda, pero cuya actitud política no es capaz de alejarse de la sombra de los relatos oficiales, de ese poder que se sigue autoproclamando como "la vanguardia revolucionaria".
Negando su calidad revolucionaria, pues es condición sine qua non la conciencia crítica necesaria para mantener la transformación navegando por los causes revolucionarios y protegerse del oportunismo egoísta, los equivalentes venezolanos a los tankies se aferraron al discurso del gobierno madurista para aplastar cualquier crítica, venga esta de donde venga, y recordando la imagen de esos tanques que aplastaron un deseo popular. El madurismo aplasta las prácticas democráticas de Venezuela con el instrumento politizado y viciado del CNE, ese fue su tanque, de allí que, para evitar el uso de estos préstamos lingüísticos, no sería para nada desatinado identificar en la narrativa política venezolana a los "ceneistas" (de CNE-istas), que, sin duda le hicieron el juego al capitalismo como lo hicieron y siguen haciendo los dinosaurios del comunismo autoritario que se niegan a extinguirse con la URSS.
En este sentido el madurismo le hace el juego a la oposición en la deformación de la diversidad del chavismo, al no abrir sus cargos a verdaderos elementos revolucionarios de base, al no delegar el poder a la organización popular, y sosteniéndose verticalmente en las alturas donde pueden imponerse y conservar sus privilegios: aun cuando sabe que los mismos chavistas los quieren fuera del poder, demuestran a diario que no son para nada "revolucionarios de profesión", "los más aptos", "la vanguardia"; sus únicas intenciones son sostenerse allí cómo sea, incluyendo el aferrarse parasitariamente al nombre de Chávez y la represión.
Por eso, según se necedad, ellos son el chavismo y sólo ellos: sólo pueden ser los que quedan de chavistas en el madurismo (que aún creen verdaderamente en el gobierno como representación fidedigna del chavismo), junto a la mayoría ceneista. Los demás: nada. No puede ser de otra manera, ya que si fuera de otra ¡pobre de los contendientes! Estarían trabajando los opositores, no sólo para los intereses de sus jefes internacionales o de los nacionales, sino también para los intereses de liberación de un pueblo que quiere, y peor aún, puede, seguir intentando: ¡ay de las egoístas ambiciones!, no encontrarían maneras fáciles de parasitar a nuestra amada Venezuela con sus riquezas, ya babeadas y mordisqueadas por tanto monstruo. ¡Ay de todos los que en nombre de Chávez solo buscaron enriquecerse como los cerdos de la granja de Orwell!
Definitivamente, el chavismo debe morir. No el nombre, y ese es el acuerdo tácito de los líderes opositores y el madurismo. Debe morir la esencia, el sueño, la esperanza que constituía el chavismo. Debe morir, incluso físicamente, quien materializa todavía el chavismo, aquel que hace coincidir el sueño con el objeto del discurso chavista: el revolucionario y la revolucionaria pobre, joven, la mujer, trabajador/a asalariado/a, excluido/a, discapacitado/a, negro/a, moreno/a, trabajador/a social, el niño/a, en fin, todo aquel que fue defendido alguna vez por el discurso chavista, en contra de la clase opresora; que ni se le ocurra aparecer ese chavista, que sólo sirve para ser mencionado.
Si no muere, que lo parezca, y bien que al madurismo le gustaría que con ellos en su silencio se fuera la otra mitad, y que quizá son más ahora. Son los otros venezolanos que también les detestan y que detestaron al chavismo siempre. Al menos estos últimos tuvieron como último paladín a María Corina y a los reaccionarios internacionales. Por eso la guerra maniqueista es visible, ellos al menos aún tienen a alguien que puede hacerlos existir mientras contribuyen a negar a los odiados por ambos. Son dos fuerzas aplastantes contra una posible resistencia chavista o socialista. Así aparece: "la lucha de los venezolanos contra el chavismo", cuando en realidad es una lucha entre capitalistas por aplastar lo que pueda quedar del chavismo.
Para ambos sectores, el ceneista y la oposición, el nombre del movimiento no debe perecer, pero el ser chavista sí debe morir, o al menos quedarse callado. Esa es la alianza, la única regla inviolable de la pugna por el poder en Venezuela: puede morir la democracia, pero si no se calla, debe morir el chavista, aunque no su nombre, sólo el nombre se salva, pues es el "chavismo" en esta disputa local el equivalente a "el socialismo" durante la época de los beligerantes encarnizados de la guerra fría.
Sabemos que el socialismo, el real, y no en el sentido histórico que suele atribuírsele precisamente al soviético, sino el de verdad, el que constituye una visión, un proyecto, con un protagonista colectivo y nunca privilegiado o elitista; en definitiva, el que es una meta, no conviene a ningún poder acumulado, es decir, al poder capitalizado. Su existencia mientras se mantiene crítico y ejercido por las clases oprimidas es una amenaza al premio y la mayor revelación del triunfo del capitalismo -Es aquí cuando el fracaso del proyecto socialista y el triunfo del capitalismo se revelan en una misma situación-: la dictadura de unos pocos sobre la mayoría.
Vaciar de sentido al chavismo, tiene por objeto del bloque reaccionario insistir en que su único sentido posible es "el fracaso", "el enemigo", "la no Venezuela". De ese modo, cualquier semilla de progreso que la infertilidad del madurismo no haya dejado crecer, quedaría, una vez fuera éste del poder, erradicada por completo. Por el lado madurista, juegan a la misma resemantización del bloque soviético: mientras ellos sean "los originales"; "los únicos"; "los representantes incuestionables del movimiento", todo lo que los cuestione desde la izquierda merecerá ser aplastado. Será su castigo por ser falsos, por ser "contrarrevolucionarios". La oposición quiere sacar las semillas de la transformación lejos del huerto. El madurismo también. Unos dicen que las semillas que siembra el madurismo han sido siempre las de un mismo tipo; los maduristas los secundan.
El madurismo y los ceneistas los respaldan, cuando apartan cualquier otra semilla que no sea las que ellos están plantando, no importa si su cosecha sigue siendo la de frutos lamentables, putrefactos y famélicos. Esto no cambiará, haciéndole el favor a la oposición en su relato, seguirán apartando semillas, y más si las otras que se traen como respuesta para la siembra vienen de las manos del pueblo que aún cree en la transformación. El miedo es el mismo en todos estos egoístas: que consigan hacer crecer el fruto de la transformación. Todo sería irreversible para ellos, jamás podrían oler el poder nuevamente.
EXPECTATIVAS Y POSIBILIDADES
Y aún, a sabiendas de esto, queda para cerrar en este panorama las posibles (y poco realistas, pero resulta difícil dilucidar otras) soluciones; ha sido en su tiempo característico de las naciones cuyas instituciones democráticas son débiles o inexistentes, el auge de movimientos socialistas libertarios. Entiéndase "anarquismo". Así ocurrió en Italia, España y Rusia. La autogestión y la organización desde abajo, apelando quizá a la financiación desde afuera (hay 8 millones de venezolanos fuera), podría ajustarse al contexto histórico y ser en alto grado viable –viable como alternativa al pacto de "exclusión total" de la contienda oposición/madurismo-. Por supuesto, no existen movimientos anarquistas fuertes en Venezuela, pero sus principios podrían ser de esas semillas que rindan frutos, o al menos que contribuirían a un frente unido donde no sólo los anarquistas participen, pero sí formando parte junto a una nueva diversidad que tenga siempre la premisa convenida de temer fuertemente al verticalismo y centralismo que, al fin y al cabo, es la estructura de poder que se refleja con la actual tiranía y es también el alma del capitalismo.
Cabe resaltar que ya queda claro para cualquier venezolano que la solución por ayuda extranjera está descartada. La solución será por los venezolanos, para los venezolanos, con los venezolanos. Y esto es "todos"; no una mitad ni otra hablando cada una por toda y negándose mutuamente: ambas partes fueron corresponsables de la deriva autoritaria, y partiendo del hecho de la corresponsabilidad, asumir una verdadera actitud democrática sería la otra posible solución.
Hacer visible a la Venezuela omitida por el madurismo y la oposición, la negada desde el declarado "polvo cósmico y arena de playa", la poco conveniente ante nuestra micro-guerra fría: esa es la otra respuesta. Para nadie es un secreto que el gobierno ha silenciado y llevado a la oscuridad a esa izquierda crítica y participativa que no compagina con el actuar del gobierno. ¿Por qué la oposición no da espacios con sus millonarios medios y recursos, o hace invitaciones a formar una plancha conjunta? Por supuesto, no es proceso de un día, pues a causa de esa misma obstaculización por parte del gobierno hacia esa izquierda que los cuestiona y no los pone a ellos, a la cúpula, como el único liderazgo posible, lamentablemente no se han creado nuevos liderazgos desde la izquierda que puedan cohesionar el descontento chavista junto al de una izquierda no chavista. Pero el inicio es darle voz, desde su propia voz, a toda denuncia y propuesta que erosione el relato del falso representante de los intereses de la izquierda en Venezuela.
Difícil será, si la oposición lo admite en su estrategia, en un inicio. Ya se sabe que el sectarismo de izquierda (lo que determina, de hecho, una falsa izquierda) saltará negando la calidad izquierdista de aquellos que acepten cooperar en estos espacios. Pero son pocos los sectarios, los ceneistas que quedan, y, más aún, éstos no tendrán el apoyo de la masa que siendo chavista o socialista aún quiere sacar al madurismo de la presidencia y por tanto no responderá ante las acusaciones de "traidor a la patria", "falso revolucionario", "facista", etc que viertan los ceneistas sobre los que acepten pactos de transición contra la tiranía. La oposición por su parte tendrá que lidiar con sus propias dificultades en este escenario, especialmente con la otra cara, la reacción. La respuesta que vendrá del monstruo creado por ellos, que expulsará todo ese discurso de odio repetitivo y acusador, exculpándose de la corresponsabilidad y apelando y aferrándose neciamente a la solución que no llega. Tendrá que sobrellevar y hasta revertir ese relato de esa de la lucha de "todos los venezolanos", incluso que hace venezolano de honor a cualquier facho extranjero que se adhiera a su discurso, pero que niega la calidad de compatriota a los chavistas que aún quedan o son socialistas en general.
El liderazgo opositor tiene que dejar el infantilismo político de creer que se pueden erradicar los sueños por la superación del capitalismo, sea con el nombre de chavismo o no, la Venezuela que pretenden heredar "libre de chavismo" estará insertada en un contexto internacional de debate y lucha contra los problemas sociales, que si somos socialistas es porque precisamente los concebimos inherentes al sistema y se viven a diario, y no porque nos los dice un gurú o un partido que se hace llamar revolucionario. Debe entender que sólo una nueva dictadura que aísle a una nación del mundo y sus amplias redes de comunicación podría librarse de toda crítica al sistema.
Para el gobierno también aplican estas restricciones a sus ambiciones. No cae en cuenta de que demuestra a diario con sus acciones la total desconexión del gobierno con el proyecto real de transformación. Su discurso queda completamente anulado por el debate internacional en el que está insertado y que incluso la revolución bolivariana ayudó y ayuda a impulsar, para bien o para mal. Cada día queda más claro a los ojos del mundo que en realidad constituyen la nueva clase capitalista de turno, su relato rojo se destiñe, y le queda como único recurso insistir que ese color que queda, sea cual sea, es rojo y el único rojo que ha existido, existe y existirá jamás.
Bastante simbólico fue que Edmundo fuera lo bastante consciente de la historia venezolana para, no sin timidez, dar a entender que no pretendía ser un Milei privatizador de todo lo que se le pudiera ocurrir. Venezuela, para bien o para mal, fue construida en democracia por los socialdemócratas, y es precisamente el viraje que dieron hacia el neoliberalismo lo que parió a la revolución bolivariana. Por ello no es del todo desfasado que se pueda plantear una alianza como disculpa por la negación mutua, un asumir la corresponsabilidad, que no implique simpatía o afinidad -dos personas no tienen que caerse bien para trabajar juntas-, pero actuando desde el respeto a las reglas y al soberano; siendo necesaria más que nunca una Venezuela unida, sabiendo que somos los tontos útiles de las derechas mundiales -el Partido Popular y Vox desde España, el cuestionado gobierno de "Dina la asesina" en Perú, Milei, éste chiste político amado por gente recién salida de la pubertad; Iván Duque, María Fernanda Cabal, Ayuso, Trump, etc- y, en el momento en que las izquierdas que gobiernan en la región le dijeron a Maduro: "No te creo, dame garantías para creerte", la ausencia de una izquierda en la que dichos cuestionamientos pudieran apoyarse puso en evidencia un flanco muy débil de la política venezolana, en esa de una Venezuela que se necesita sobre todo a sí misma para salvarse.
Cabe decir que dicha unión no puede ser un monto en blanco que cobre el protagonista en el show antimadurista de turno. Es por ello que sólo se me ocurre la gestación progresiva de una plancha común, de un frente, en paralelo de las ya distintas acciones que se están tomando desde la oposición y las izquierdas, para darle un punto de apoyo sólido a la recuperación de la democracia en Venezuela y hasta para iniciar con nuevas formas de participación y prácticas de autogobierno (el socialismo libertario).
Sea desde el anarquismo, o sea desde la gestación de los distintos opositores que tiene el gobierno desde la derecha y la izquierda; o sea desde estos frentes en simultáneo. Sin embargo, no es posible concebir otra salida frente a la deriva ultra autoritaria del madurismo. Tengamos en cuenta que desde las elecciones muy cuestionadas hay un nuevo ministro del interior, que no nos extrañe que pronto los cuadros "chavistas" a los que apele para "defender la revolución" se comiencen a llamar "camisas rojas".
Ellos dirán desde su "chavismo" que el rojo es porque son socialistas revolucionarios, pero el resto de chavistas pondrá más atención al hecho de que les preceda el sustantivo plural "camisas". Si luego desde el ministerio se decide marcar a un grupo especial de oficiales "anti contra revolucionarios" con un acrónimo que, usando la primera letra de cada palabra, se ajuste con sus siglas a la etiqueta "S-uper S-ocialismo", que no nos sorprenda. Ya desde hace tiempo el gobierno le hace el juego a la derecha ¿Será posible que la oposición se salga del juego aceptando que ya lo tiene perdido y use sus recursos para iniciar una política seria?
En todo caso, no hay que negar que las previsiones de Maria Corina, aunado al hecho de que las izquierdas democráticas ya están hastiadas de cargar con el "bulto chavista", han dado un golpe fuerte a la imagen de legitimidad del actual "chavismo". El actual "chavismo", ceneismo, o ultra chavismo, fortaleció el discurso que incentiva la paranoia anticomunista en otros países y lo sigue haciendo. Limita a los gobiernos de izquierda incluso en su capacidad para ejecutar políticas en sus propios países, o pone sobre ellos una exigencia de éxito irrealista por parte del público. Sin embargo, con el descaro antidemocrático del gobierno, también se ha revelado, por el propio recurso que dio fuerza a la estrategia opositora (las actas), que en el país esa oposición que reclama con tanta visceralidad democracia y libertad, no es que haya sido muy democrática y liberal, y que en realidad es corresponsable de la síntesis autoritaria venezolana.
Queda como discusión para una nueva ocasión, dilucidar si vale la pena, en un sentido práctico ya, estratégico y político, seguir adhiriéndose al nombre del "chavismo". Esto ante todo el manoseo de la polarización. Por supuesto, siempre queda como interrogante el accionar del agente en las sombras, ese al que la oposición siempre ha apelado como elemento faltante en su estrategia de exclusión chavista y recuperación del poder: Las Fuerzas Armadas ¿Seguirán éstas apoyando al gobierno? ¿Responderán ante la presión económica de Trump y sus políticas que amenazan los ingresos del estado secuestrado por el madurismo y por tanto sus propios ingresos? ¿Cómo respondería ante esa posible estrategia unificada que se concibe como única solución en estas líneas? Por supuesto, un golpe de estado a Maduro, que le queda grande el nombre a la situación, más bien "remoción del poder", no sería una verdadera solución, pues sería un pacto entre una entidad cómplice con nuevos capitalistas o los de siempre.
"Que no haya nadie que pueda gozar de lo superfluo mientras exista quienes carecen de lo básico"
-Refrán socialista de finales del siglo XIX
-Socialismo y libertad-
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