Resiliencia y wokismo: nuevos ardides ideológicos para aplanar el pensamiento

No es posible permanecer indiferentes ante el panorama que se nos ofrece en estos momentos en el plano de la política internacional, especialmente después de la toma de posesión de varios mandatarios americanos como son los respectivos presidentes de Estados Unidos, Venezuela o México. Después de haber contemplado por varios meses un cruento genocidio en Gaza por parte de Israel con apoyo de Estados Unidos y la reacción de varios países europeos como Francia, Inglaterra y Alemania frente al triunfo de Rusia en esta disputa, ahora la atención (o tensión) política se ha trasladado a América en momentos en que Donald Trump se posiciona como presidente; incluso antes de haberse juramentado oficialmente, éste anunció una serie de medidas conocidas por todos y muy acordes con su personalidad autosuficiente e intimidatoria canalizada a través de amenazas y sanciones a un buen número de países: a Panamá le exige su Canal; a Canadá convertirlo en otro Estado dependiente, tanto como a Groenlandia arrebatarlo a Dinamarca, y del mismo modo amenaza a estos y otros países con elevados arancelas, sobre todo a aquellos que ingresen al grupo de los "Brics" si dejan de usar el dólar como moneda en sus transacciones; a la par, amenaza con deportar a enormes cantidades de migrantes venezolanos, colombianos o mexicanos de su país como si fuesen todos ellos ilegales o delincuentes.

Mientras tanto, otros presidentes como Javier Milei en Argentina, Dina Boluarte en Perú o Gabriel Boric en China se muestran sumisos a las decisiones de Trump, y Europa experimenta en carne propia el haber pactado con el expresidente Biden durante la guerra en Ucrania, llevando a buena parte de estos países europeos un déficit económico grave. Nunca se había visto en USA que un presidente demócrata (Biden) le dejara a un republicano (Trump) un país sumido en problemas económicos y políticos tan graves y a la vez dispusiera de medidas tan negativas para otros países, acusando a éstos de sus propias crisis internas. Como si fuese poco, en estos meses en USA se vivieron largos días de angustia durante los incendios provocados en Los Ángeles y las tormentas nevadas en otros estados, accidentes aéreos; atentados y sabotajes en Atlanta y Louisiana. El declive político de esta nación es, más que evidente, patético; ahora sus líderes, en vez de elevar una voz de concordia o un mensaje de cooperación hacia los demás, ha extremado sus medidas negativas, revelando un claro irrespeto a las leyes de otros países y a sus cortes de justicia, mediante el uso de la fuerza militar para intimidar a los ciudadanos débiles, estudiantes y trabajadores, gobiernos flácidos o indecisos, usando todos los ventajismos del caso tal los exhiben los plutócratas y los multimillonarios, ahora unidos para conformar gabinetes presidenciales todopoderosos que hasta se dan el lujo de emplear gestos fascistas para enviar sus mensajes (el caso de Elon Musk) o gritar improperios y vulgaridades a toda voz (el caso de Javier Milei), mientras otros prefieren operar como adalides de una libertad conquistada mediante una represión carcelaria bestial (el caso de Bukele), o exigir a gritos la intervención militar de las potencias para provocar sangrientos golpes de estado (el caso de la dupla Machado-González) pero todos, eso sí, bien maquillados para pasar como grupos ultra democráticos o vanguardistas del capitalismo, en clara pugna con los izquierdistas, a quienes ahora le han endilgado el horrible adjetivo de "woke", concepto traído por los cabellos de la vieja cultura afroamericana, cuando éste algo significaba para indicar un estado de alerta, (despierto o lúcido) frente a una ideología depredadora que fue tan cuestionada por las izquierdas internacionales; ahora usado para identificar a una suerte de progresismo pasado de moda que reacciona contra la avanzada de un supremacismo positivista, usado continuamente por un sistema de valores sociales impuesto, y a la vez ahora desea estar fundamentado en otro concepto reciclado: la resiliencia, es decir, la resistencia al cambio, la tendencia al conformismo, a adaptarse a todo lo impuesto a fin de sobrevivir dentro de un nuevo orden que progresivamente tiende a hacerse fuerte desde el punto de vista bélico o económico, pero muy débil desde el punto de vista ético o democrático. De hecho, la democracia actual sólo existe desde un punto de vista formal o enunciativo, pero no se cumple en la praxis, al violar el derecho internacional. Esta falsa democracia ha devenido en una débil ideología ahora invocada como un comodín, se habla de ella sólo para el relleno de discursos vacíos, mientras las naciones se acoplan, por otro lado, a las conveniencias circunstanciales de negocios o intereses inmediatos; de hecho, el inmediatismo se ha convertido en el método de gobernar, donde el sistema se mueve para imponer día a día remiendos a los desaciertos permanentes que surgen en su funcionamiento. Ahora se han "puesto de moda" en las "redes sociales" permanentes pugnas entre quienes reaccionan frente a cualquier tipo de propósito emanado del sistema o de la cultura establecida, tildándolo de "woke", cuestión verificada a diario en las opiniones permanentes que tienen lugar en el mundillo del cine o entre las figuras de la música popular; en este caso el periodismo suele utilizarse para aplanar los significados de cualquier discurso serio, reaccionando de modo automático contra lo que ellos llaman lo "woke". A todo esto se agregan los cambios experimentados hacia lo interno del ser humano: el espionaje a través de redes, la hipervigilancia de la individualidad, los fraudes bancarios y económicos perpetrados mediante redes y la sustitución de afectos presenciales (amor, solidaridad, amistad, etc.) usando memes o imágenes prefabricadas y en el caso de las noticias por falsos positivos o bulos empleados por campañas ideológicas y políticas; también es visible la alienación de niños y jóvenes, a quienes se les arrebata su infancia o adolescencia mediante información violenta o erótico-sexual distribuida por redes; en fin, se trata de un ser humano expuesto, que está siendo blanco de distintas manipulaciones narcisistas que buscan anular sus capacidades sociales.

Pero la discusión profunda continúa, más allá de lo que se nos pueda mostrar en el mundo mediático. Con la progresiva desaparición del periodismo a manos de los llamados "influencers" y de una política seria conducida por verdaderos estadistas, tenemos ahora a unos gobernantes con ideas basadas en retaliaciones económicas, mientras otros se defienden de un sistema bancario ciertamente deteriorado, que está arruinando a numerosos países. La antigua fortaleza económica de Europa se está acabando, mientras la de China o Rusia crece y los países de América Latina están despertando a otra realidad, no ya sujeta a los dictámenes de potencias en decadencia. Hoy por hoy nos hallamos en una situación de máxima tensión por tales razones, con los aditamentos del cambio climático, incendios, tormentas, inundaciones, sismos. Nunca antes se habían polarizado y radicalizado las fuerzas históricas en favor de un fenómeno que puede conducir este mundo ahora llamado global, a un cúmulo de situaciones tan preocupantes. Con este panorama por delante, pienso que en América Latina tenemos ahora una oportunidad de oro para repensarnos como naciones libres e independientes, capaces de diseñar una nueva filosofía que nos impulse a dar pasos cualitativos en la forja de una nueva ética y de una nueva sociedad, usando tanto nuestros recursos naturales como nuestros recursos pensantes para diseñar modelos sociales, económicos y políticos que nos presenten al futuro con una auténtica posibilidad de redimirnos.



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Gabriel Jiménez Emán

Poeta, novelista, compilador, ensayista, investigador, traductor, antologista

 gjimenezeman@gmail.com

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