Cristianismo, capitalismo, y la fuerza de la vida: Nietzsche y Marx

El pensamiento de Marx y de Nietzsche coinciden en el análisis histórico, uno es genealógico, tomado de la filología (el "arte de saber leer", así la llama) y el otro dialéctico histórico… y materialista, heredado de la filosofía hegeliana, del joven Hegel. Pero también coinciden en que ambos defienden la vida humana de una razón metafísica que la niega –instituida hasta hoy, por más de 20 siglos –. Luego se va distinguiendo cada cual en su método de estudio.

También hay una postura ética en la revolución socialista de Marx distinta a la postura ética Nietzscheana. Una está a favor de la vida en forma de justicia social e igualdad para todos los seres humanos, y la otra en defensa de la vida como fuerza vital de la humanidad, no importa si ésta está personalizada en la figura de César Borgia o de Cristo, que hizo de su propia vida su evangelio. El asunto es que, así como Nietzsche, tampoco Marx promete nada para después de la muerte, como el cristianismo paulista y moderno (¡no el Cristo hombre!), en todo caso Marx promete un paraíso muy humano en la tierra; inclusive, unos de su modelos de socialismo fue la vida que compartía la comunidad cristiana primitiva.

Ambos son pensadores que tienen una comprensión histórica de la realidad, ni positivista ni teleológica (filosofía de la finalidad). Para ambos la historia es un fenómeno cíclico, se repite cada tanto tiempo, quizás en forma de espiral descendente, y el retorno de lo mismo. Para Nietzsche, "el poder" es lo que para Marx significa "la lucha de clases", el motor que mueve la historia, lo que yace detrás de la historia (para Nietzsche la "supervivencia del más apto" de Darwin, es, "voluntad de poder", por ejemplo) Así Nietzsche también explicaría la victoria de los "débiles" sobre Roma, manipulados por el resentimiento del sacerdote judeocristiano Pablo (el evangelista) sobre la Roma imperial y civilizadora, y más adelante del cristianismo reformado de Lutero, burgués, "la ilustración", sobre el humanismo del renacimiento y sus valores "aristocráticos"; "el poder" expresado en la astucia y la mentira de los más débiles convertida en iglesia ("el opio de los pueblos", diría Marx).

Es decir, hay dos formas del poder, la "voluntad de poder" del hombre de acción, de fuerza, el capitán, el creador, y el poder reactivo, la confabulación de resentidos de la vida, representados por el astuto sacerdote judeo cristiano, enfrentando la fuerza del primero.

En esta última categoría estaría la rebelión de los esclavos y débiles de la "lucha de clases" de Marx, y también la revolución socialista obrera. Sin embargo, frente a un manipulador que se hace fuerte adueñándose de la verdad: el sacerdote (una conspiración tanto reactiva como resentida de la vida), la perspectiva de Marx reivindica la reacción de los pobres como una acción vital (por ejemplo, de los trabajadores explotados), frente al señorío fundado por San Pablo que yace detrás como principios del modelo de dominación capitalista, que es la forma ideológica donde se gesta la espiritualidad del capitalismo, con los mismos "ídolos" que denuncia Nietzsche en el "Crepúsculo de los Ídolos": la ciencia, la filosofía modernas y la hipocresía cristiana; tres discursos "actualizados" de la superchería judeo cristiana originaria.

La base espiritual del capitalismo está en las manipulaciones del fundador de la Iglesia cristiana católica romana, el "rabino" Pablo, como lo descubre de su máscara santurrona Nietzsche, y del cristianismo "reformado" del sacerdote más perverso después de Paulo, Martín Lutero, la degeneración más importante del cristianismo primitivo (hoy devenido en escuelas de negocios presididas por brujos estafadores).

La revolución socialista de Marx relaja al centro argumentativo de Nietzsche, de una carga individual tensa – la del funámbulo de la vida, obligado a andar hacia delante y en línea recta -, mostrando la reacción colectiva como una acción de reafirmación de la vida, con sus ideales socialistas, esperanzadores, de la "revolución social socialista": igualdad y justicia social para todos. Lo que para Nietzsche es una versión más del poder reactivo de los débiles, para Marx, la revolución socialista, legitima "la reacción" frente a otra originaria, la válida como "fuerza activa" para reafirmar la vida y las capacidades humanas: la revolución socialista de Marx en defensa de la vida, una acción de fuerza de los débiles, conscientes de las manipulaciones del burgués capitalista, que es también una lucha contra la mentira de un cristianismo devenido en mentira del capitalismo, Nietzsche y Marx.

Nietzsche atraviesa al corazón humano moderno para denunciar y descubrir que el modelo de poder del mundo moderno (capitalista) se sustenta en una mentira más incisiva que la mentira que denuncia Marx detrás de la explotación capitalista (detrás del capital); más perversa, porque toca la conciencia profunda de la masa, porque toca su estructura moral hecha de valores cristianos, una mentira que le indica al hombre qué vale y qué es lo que no vale, y entre lo que no vale, en ese sistema de creencias morales enseñoreado, está la vida misma (Marx diría: en el capitalismo tampoco la vida vale nada, si no es mercancía o fuerza de trabajo que se puede vender, comprar y explotar).

Podríamos decir que Marx reivindica la vida desde la revolución de la conciencia social, la resistencia a las manipulaciones del sistema capitalista, gobernado por una clase social dueña de todos los privilegios y manipuladora de todos los prejuicios de sus antepasados, una clase resentida de la vida pero con las prerrogativas sacerdotales. Además de una "seudo ciencia", una "tecnología" nacida de la necesidad de abrir camino a la codicia y la ganancia, y de una mezcla de metafísica y evangelio que fundamenta la lógica del capital, conocimientos que justifican esa lógica y la han justificado hasta ahora como sustrato espiritual del capitalismo (en nombre de Dios Netanyahu arrasa al pueblo palestino, en nombre de Cristo Estados Unidos siembra su libertad con guerras e invasiones, los Rusos igual, NO HAY IMPERIALISTAS ATEOS).

Nietzsche coincide con Marx en la defensa de la vida y aparentemente ninguno de los dos se entera, denuncian al mismo poder maléfico, el cual cambió la "casulla sacerdotal" por el traje de ejecutivo (Netanyahu, Trump, Elon Musk, Putin, Xi Jinping, por ejemplo), relevo de la aristocracia medioeval vencida en las revoluciones burguesas.

Dos conciencias, la conciencia del hombre Nietzscheano y la "consciencia de Clases", del hombre de la revolución, hermanadas frente a un mismo enemigo: la mentira, y mismo objetivo, que es la vida.

Para Nietzsche al poder instituido por el cristianismo hay que vencerlo "a martillazos" en la consciencia, con el conocimiento histórico y psicológico, estudiando y desgarrando sus prejuicios sagrados del propio cuerpo, las calumnias de la academias, la verdades metafísicas de la religión y la ciencia, la cultura de poder, todo aquello que manipula y tuerce el sentido de la vida humana usando la misma fuerza vital de la vida –"la filosofía da cuenta de la ciencia, el arte de la filosofía, y la vida del arte", así concluye unos de sus aforismos más sintético (síntesis, el reto expresivo del arte, la verdad hecha símbolo).

Marx sería en vida un ejemplo del "superhombre" de Nietzsche, un hombre para la posteridad. Él mismo no alcanzó a ser un hombre postrero, porque murió temprano, dejando pendiente su obra "Transvaloración de los valores del cristianismo", su obra definitiva. Murió como Marx, muy temprano (como Bolívar, como el Che, ¡como Dostoievski!, como Lenin, que no alcanzaron a ver o experimentar el fruto de sus esfuerzos intelectuales y de vida, el fruto de sus obras hechas para el futuro ), o sea, como han muerto muchos espíritus obsesivos, maltratados por "el poder", ahora considerados enfermos mentales, o simples estatuas, petrificaciones de los historiadores del capitalismo, para adornar plazas y rincones, y degradados por sus instrumentos, medios, "aparatos" ideológicos.

Antes que Nietzsche, es posible que Marx haya sido víctima del olvido, desde siempre. Marx cobra relevancia universal gracias a la práctica revolucionaria de su pensamiento, su enseñanza convertida en otra realidad posible. Gracias a la revolución soviética, a Lenin, a Trotsky, a los marxistas bolcheviques, el marxismo se hizo internacional, gracias a la revolución rusa y China, antes de la muerte de sus líderes fundamentales, y de la misma manera, a la revolución cubana.

Nietzsche sigue en el olvido y perdido en la "voluntad de ignorancia" de políticos, intelectuales y académicos, porque su revolución espiritual es en extremo peligrosa para la "mala conciencia burguesa" y el capitalismo, tanto o quizás más que la revolución espiritual de Marx.

 



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Héctor Baiz

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