El efecto Oscar Bravo

Cuando uno es adolescente no odia a su madre o a su padre, pero sí odia lo que ellos representan; uno odia la autoridad, odia el autoritarismo, odia que no se nos dé explicaciones racionales y lógicas, odia las contradicciones entre lo que ese ser autoritario hace y dice, y aun así nos cobijamos en sus regazos.

No es el caso de nosotros con Maduro, o Jorge, inclusive de Diosdado que lo vemos como más franco en sus modales; a pesar de no odiarlos tampoco los invitaremos a nuestra fiesta de cumpleaños, menos darles un abrazo. UNO ODIA LO QUE ESTOS SERES REPRESENTAN., simplemente, porque no hay motivos, como lo explica el amigo Oscar Heck, para vengarnos a título personal de tales "representaciones", "símbolos" (sería como vengarse de la banda presidencial, o botar el sofá donde nos traiciona la mujer y no a la mujer). A diferencia de ellos, somos resentidos sociales no personales, odiamos la injusticia, odiamos los privilegios, al esclavismo, porque el esclavista es tan grande y poderoso (…que también lo odiamos) que casi nunca le vemos el rostro.

Causa gracia ver cómo algunos dirigen insultos y reproches, y muestran un goce extraño con las fracasos personales de Donald Trump; cómo toman algo – sus declaraciones, sus órdenes ejecutivas, sanciones, etc. –, que es un mandato de Estado, ejecutado por alguien que a su vez representa a ese Estado en el gobierno de EEUU, a título personal, como si se conocieran. Resentirse con Trump es una necedad, es el efecto Netflix de odiar a tu vecino árabe a causa de la maldad de los personajes de sus bodrios manipuladores; y más que una necedad es descubrirnos como envidiosos, pues, además de esa estupidez, es un resentimiento personal, como creer que el alacrán (Trump) ha podido tener otras opciones distintas a obedecer a sus instintos (el imperio) y reprocharle lo que hizo con la pobre rana. Ahí está Biden, ejecutando las mismas sanciones, dando las mismas razones, a pesar de Maduro, de Jorge, de Delcy, y del señor Oscar Bravo; el imperio siempre será el imperio (lo invito a leer el artículo de Vladímir Acosta)

El problema del señor Oscar Bravo con nosotros es que se duele por Maduro, de algo, en lo cual él pareciera no querer comprometerse, a saber: las contradicciones de un presidente que se dice chavista y revolucionario y que, desde el principio, ha hecho todo lo contrario a los que usted escucha de él. Si el señor Bravo hablara alguna vez de política o de economía, aprovechara sus estudios para justificar o defender con argumentos los disparates y contradicciones en los que incurre el gobierno, sería fácil que uno dejara de hablar de él o de las otras representaciones de tales políticas devenidas en disparates (Maduro, los rodríguez, Diosdado, Farías, etc.), y entonces discutiéramos con el Oscar Bravo politólogo, de política, o de economía, o de lo que quiera, siempre y cuando sean de ideas, no chismes. Pero no es así, a Oscar Bravo le duele Maduro a título personal. Para alguien que dice ser politólogo eso es un problema de perspectiva serio; ¡hay que hacer distancia con los afectos para ver el conjunto y los hechos, fríamente! Por ejemplo, yo dudo que el maestro Eligio Damas pueda odiar a alguien como Maduro, según lo que uno entiende de sus escritos... ¡Distancia! ¡Distancia, señor Bravo!

Rebajar la discusión política a sentimientos personales es una forma de evasión, porque yo no lo conozco a usted, ni usted a mí. Ni siquiera en fotos; ese que aparece en mi perfil es solo uno de mis dibujos, así evito estos acercamientos personales superficiales e inútiles. Opinar y criticar públicamente lleva (¡siempre!) una carga de vanidad, pero hay que saber dosificarla dentro de las ideas y argumentos expuestos. Argumentos, ideas, ideas, argumentos…

Lo invito a que, para la próxima, explique con argumentos válidos –evitando los ataques personales –, por qué, en el mismo 2013 se adulteró o falsificó el Plan de la Patria hecho por Chávez. O por qué en el 2014 las ZEDES Zonas Especiales de desarrollo sustentables (el proyecto original de Chávez), se las sustituyó por las ZEE Zonas económicas especiales (Zonas francas, liberadas de controles y leyes, al estilo Shandong – "Bienvenidos al Shandong de Aragua", rezaba una vaya en tiempos de Tarek el Aissami, el gobernador) Si usted es politólogo debe saber ya que fue así, y debe tener ya una explicación racional que favorezca al gobierno, o a Maduro, REPRESENTACIÓN, ENCARNACIÓN DE ESAS POLÍTICAS. Hablemos de política, elévese y no se irrite tanto.

 

 

 

 



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Marcos Luna

Dibujante, ex militante de izquierda, ahora chavista

 marcosluna1818@gmail.com

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