¿Cuándo se trasnocharon los de la izquierda?

Cuenta la historia que una de las primeras referencias a la izquierda como oposición surge a raíz de la Revolución Francesa (1789) cuando en el momento en que se reunió una de las sesiones de la Asamblea Nacional de entonces quienes eran partidarios de que el rey pudiera vetar las decisiones que tomaría dicha Asamblea se sentaron a la derecha y quienes estaban en desacuerdo se sentaron a la izquierda tal como señala G. Bueno en su libro El mito de la izquierda: "los partidarios del veto real absoluto se pusieron a la derecha y los que se atenían a un veto suavizado, o nulo, a la izquierda". De manera que, desde ese momento, todo lo que estuviera relacionado con la oposición a las formas de poder ya establecidas se fue asociando con la izquierda.

Posteriormente, en Venezuela, en la Constitución de 1936 se ilegalizó a todo lo que fuera comunista o anarquista por ser ideas contrarias a la paz del país, tal como se establecía en el llamado Inciso Sexto del Artículo 32: "Se consideran contrarias a la independencia (…) y a la paz social de la Nación, las doctrinas comunistas y anarquistas; y los que las proclamen serán considerados como traidores a la Patria y castigados conforme a las leyes". Utilizando este mecanismo legal se procuró mantener a raya a quienes para el momento era un bastión de oposición a todo lo que se estuviera haciendo desde el gobierno. Vale decir, que cualquier persona con intereses más o menos contrarios a las políticas del momento fácilmente podría ser catalogada de comunista o anarquista con lo que se iniciaría en su contra un procedimiento avalado por la mismísima Constitución.

No fueron pocas las cosas que tuvieron que suceder en el país para que en la vida democrática que trató de conformarse a lo largo del siglo XX la gente que ostentaba el poder se fuera acostumbrando a los de izquierda cediéndoles algunas formas de participación política que, bajo ciertas premisas, les permitiera participar de las ventajas del sistema. De tal manera que para el común de la gente se fue haciendo normal acostumbrarse a la idea de la existencia de partidos como el Partido Comunista de Venezuela (PCV), Movimiento al Socialismo (MAS), Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) entre otros. No obstante, por mucho tiempo se mucha gente los tenía como los raros de la película o aquellos cerca de los que casi nadie quería estar.

Con el auge de la Revolución Cubana muchos se dijeron identificados con las ideas de la izquierda y quizás hasta con cierta ingenuidad, pensaron que en Venezuela podría llevarse a cabo alguna experiencia armada parecida. A finales del siglo XX surgieron en el país grupos en todos los estratos sociales – paradójicamente muchos ligados a familias de la alta alcurnia – que se autodenominaban pro castristas y revolucionarios. Era común ver en las Universidades foros de discusión e incluso de una posible organización de la lucha revolucionaria que tenía que llevarse a cabo a en el país.

Aparecen en ese momento también la figura de los famosos "sobaqueados"quienes eran unos personajes que se hicieron muy famosos en algunas universidades y en varios círculos sociales porque se la daban de marxistas, comunistas o izquierdistas y a cada rato llevaban bajo el brazo, sujetándolo bajo alguna de sus axilas, un libro de Marx o Lenin al que nunca leían pero que decían que entendían a la perfección. Eran estos mismos personajes que se autodenominaban de izquierda quienes iban a los cafés de Sabana Grande o del sitio que estuviera de moda, a lucir sus libros y hacer la Revolución desde la comodidad de una barra mientras se tomaban unas cervezas o un café.

Para ese entonces también vivían en un barrio de Caracas una pareja de argentinos llamados Jorge y Sara quienes vinieron huyendo a las dictaduras que desde el Sur arremetían contra todo lo que fuera de izquierda. Muchos jóvenes de la zona se hicieron asiduos visitantes de su casa la cual siempre se encontraba de puertas abiertas y allí se podían encontrar libros con ideas socialistas y discos de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés que estaban a la orden de quien quisiera escucharlos mientras ellos en su taller de artesanía hacían los oficios del día que le permitieran ganarse la vida. También, por supuesto, tenían la canción Nataly de los hermanos Arriagada y muchos soñaban con irse a la Unión Soviética a ver si conseguían su Nataly.

A todas estas no se sabe quiénes se trasnochaban más: si los de la Asamblea Nacional francesa que procuraban tener un asiento temprano para oponerse a cualquier decisión que estuviera a favor del Rey, o los comunistas que entre los años 30 y 40 tuvieron que estar moviéndose entre las sombras para ser catalogados de traidores a la patria, o los de izquierda que se iban a soñar a Sabana Grande en una tasca o en un cafetín con una revolución armada, o los migrantes del sur que huyendo de las dictaduras militares vinieron a compartir aquí sus ideas socialistas y la música que escuchaban mientras madrugaban para salir a vender sus cosas. El caso es que la presencia de estos personajes nunca fue cómoda para quienes detentaban el poder y veían en sus críticas o en las posiciones contrarias que asumían una molesta amenaza.

Cuando se trata de calificar peyorativamente a la izquierda como trasnochada habría que afirmar que si está trasnochada como dicen, qué más da de las condiciones en que se produjo su trasnocho mientras representen a la izquierda verdadera que sea una alternativa para oponerse a quienes desde la comodidad del poder aspiran a manejar las cosas a su antojo. Son preferibles estos trasnochados a los muchos que andan por ahí supuestamente sacrificándose por el pueblo, de trasnocho en trasnocho, en el Hotel Humboldt, el Hilton, Los Roques o cualquier otro sitio que permitan sus billeteras y su estatus.



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Marcos Henriquez

Licenciado en Historia. Investigador y docente universitario.

 henriquezm1970@gmail.com

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