¡Somos de verdad!

En las pasadas elecciones bolivianas, ante la pérdida de todas las excusas para cuestionar esa legítima y grandiosa victoria popular, leímos entre algunos opinadores de oficio de la mediática occidental esa idea racista de que por ser Bolivia, una nación de mayoría indígena, carecía de legitimidad ese proceso electoral, por ser una población –mayoritariamente- “inculta” (entre comillas) la que decidió esa elección. Sí, aunque Usted no lo crea, quienes se ufanan de autoproclamarse como blancos supremacistas, no consideran seres humanos a quienes difieren de su color de pigmentación de la piel. Por supuesto, pretendieron traer al presente un antiguo debate, ya superado –por cierto- por la historia; según el cual, la democracia es cosa de gente culta o como diría el viejo oligarca, Jenofonte, “Deben gobernar los mejores, los bien nacidos y mejor educados, los aristócratas”. Obviamente, si fuera por las oligarquías del mundo, la democracia sería asunto solo de élites, como lo fue durante la colonia o como lo es, en EEUU, donde los millonarios de ese país, se disputan, entre ellos, los cargos de elección pública del Estado en esa nación. Al punto, que para ser presidente de esa nación, el candidato, debe recaudar millones de millones de dólares para poder serlo. Los informes de la Comisión Federal de Campaña de EEUU, dan fe que Joe Biden recaudó un estimado de 982 millones de dólares, muchísimo más del doble de lo recaudado por Trump, como reflejo de a quién apostaban los factores de poder económico en el imperio. Al contrario, en Venezuela, la democracia, es asunto de pueblo, de minorías y mayorías en las que el consenso juega un rol estelar y en el que, cuando no hay otro medio para salir del callejón del disenso, la solución es votar y será la mayoría, la que imponga el consenso y como tal, todas y todos deberán respetar, valga decir, dotar de legitimidad la decisión asumida por la mayoría. Norberto Bobbio, afirma que el logro del consenso tiene sus limitaciones, precisa que: “El disenso es una necesidad de la democracia pues es, el que puede hacer posible las promesas no cumplidas de ésta”. ¿Qué parlamento en el mundo, no está repleto de disenso? Parlare, parlamento, diálogo, mucho diálogo en la casa del diálogo, el Hemiciclo Parlamentario. En la definición general, que da Bobbio a la legitimidad, precisa que: “En una primera aproximación, se puede definir la legitimidad, como el atributo del estado que consiste en la existencia en una parte relevante de la población de un grado de consenso tal, que asegure la obediencia sin que sea necesario, salvo en casos marginales, recurrir a la fuerza. Por lo tanto, todo poder trata de ganarse el consenso para que se le reconozca como legítimo, transformando la obediencia en adhesión…”, y ello, es posible de obtener si: “Las reglas del juego, a diferencia de todas las demás, deben aceptarse por unanimidad por la simple razón de que su rechazo, aun de parte de un solo participante, imposibilita jugar… Podemos añadir que la fuerza vinculante es mayor en las reglas del juego, que en todas las demás, ya que estriba en la consideración, por parte de cada uno de los jugadores, de que el interés general tiende a mantener las reglas del juego por encima del interés particular” (Teoría General de la Política, Trotta, Madrid, 2009, pp. 477-8). Y, concluye terminantemente: “La democracia es, sin duda, el régimen político que tiene mayor vocación por el diálogo. Como valor ético de la política y como método para lograr consensos, el diálogo es consustancial a la democracia; permite la comunicación, el conocimiento, la comprensión, la empatía y los acuerdos entre actores políticos…” Esto es, de lo que se han nutrido los venezolanos y venezolanas, en estos últimos tres años desde que se autoproclamara un títere de Donald Trump, como presidente de la República para hurtar –miles de millones de dólares- de los activos de la nación. Más de 600, fueron los llamados al diálogo nacional hechos por el Presidente Nicolás Maduro; la mayoría, frustrados por el teléfono de Trump, desde la Casa Blanca, una sola llamada, bastaba para retirarse y abortar toda iniciativa de diálogo, en la búsqueda de consensos para beneficio del país. Remata, Bobbio: “Una cultura política es democrática cuando las relaciones entre gobernantes y gobernados, ciudadanos, organizaciones y Estado, se sustentan en valores como la igualdad política, la libertad, la tolerancia, el pluralismo, la legalidad, la participación, y, por supuesto, el diálogo. Fortalecer la cultura política democrática implica, entre otras tareas, consolidar el ejercicio del diálogo como forma de hacer política…” Nada mejor describe esa precisión Bobbiana de lo que ha ocurrido en este último mes de campaña electoral, entre fuerzas opositoras y patrióticas, en una batalla entre ideas discordantes y ofertas electorales presentadas a un pueblo para que opine sobre cuál o cuáles deben formar parte del nuevo Poder Legislativo Nacional. Ya, ese disenso se expresó, y una vez electos y electas los nuevos parlamentarios y parlamentarias, ahora el pueblo espera que sea el Consenso quien se imponga, en beneficio del país como un todo, en procura de soluciones a los gravísimos problemas creados por el parlamento saliente, constituido en Caballo de Troya del imperialismo para recolonizar el país, y derrocar al Poder Ejecutivo.

  Un sector oposicionista, partícipe de las elecciones, recientemente celebradas, aventureramente, propuso que dichas elecciones se convirtieran en un plebiscito. Como en efecto, lo convirtió el propio Presidente Nicolás Maduro, quien tomó para sí el reto que le hicieran las fuerza retrógradas de la oposición en los debates parlamentarios, y afirmó: que si las fuerza patrióticas salían derrotadas de dicho proceso electoral, él renunciaría y abandonaría el cargo de Presidente de la República, quedando encargada la Vicepresidenta Delcy Rodríguez, quien, siguiendo el mandato constitucional, en los siguientes 30 días debía convocar a un proceso electoral presidencial. Quienes lanzaron esa piedra y luego, escondieron la mano, hoy hacen como el avestruz y acuden al tradicional artificio oposicionista del “yo no fui”, “yo no dije eso”. Importante recordarle a Javier Bertucci, sus palabras de cierre de campaña en Carabobo: "Si le ganamos el domingo, usted tiene que irse. Yo lo exhorto a que cumpla su palabra. Agarre sus perolitos (cosas) de (palacio presidencial de) Miraflores y abra paso a un nuevo Gobierno de amplia base y nos permita llevar al país hacia un futuro grande". Henry Falcón, lo haría vía tuiter: "Si votas, Maduro se va". Por su parte, el sempiterno secretario juvenil de AD, Bernabé Gutiérrez, sentenció: “Ve preparando tus cachachás porque el 6 de diciembre sales de Miraflores con votos”. Y, efectivamente, el pueblo habló, y así lo describe el Jefe de Campaña de la fuerza de la Patria, Jorge Rodríguez: “El Gran Polo Patriótico Simón Bolívar (GPPSB) obtuvo una gigantesca victoria con el 72 % de los votos en la elección de la Asamblea Nacional en Venezuela, 177 curules que serán adjudicados a diputados revolucionarios”. El Gran Polo Patriótico “Simón Bolívar”, habría obtenido el 68,43 por ciento de los votos; los partidos de oposición: AD, Copei, Cambiemos, Avanzada Progresista y El Cambio, el 17,52 de los votos; otros partidos de oposición como Venezuela Unida, Primero Venezuela y Voluntad Popular, el 4,15 por ciento; otra oposición supuesta de “izquierda”: el  PCV. 2,7 por ciento, se los dije este pueblo desprecia a los traidores y les cobra su traición. Otros partidos, 6,48 por ciento. Estas cifras, reflejan el amplio triunfo plebiscitario, obtenido por el Presidente Nicolás Maduro, quien obtiene una amplia victoria. Nos preguntamos, si los derrotados harán lo mismo que dijo que haría el Presidente Maduro, si perdía esa elección. Maduro, como hombre que honra su palabra, con hechos concretos fue quien triunfó. Será que Bertucci, Falcón y Gutiérrez, recogerán sus cachachás y entregarán las curules para las que fueron electos, en justicia al plebiscito que anunciaron –públicamente- acordar con el Jefe del Estado y que perdieron? Hombres de pacotilla, acostumbrados tanto a la falsa palabra, que ya ni respetan la propia, perdieron toda noción de lealtad consigo mismo. Que quedará para el pueblo que ose seguirlos. ¿Cuánto riesgo? ¿Cuánta deslealtad? Charlatanes de la política nacional, para eso quedarán al no hacer valer su palabra y ceder sus curules… 

Postscriptum: Este proceso electoral parlamentario del 06D-2020 debemos valorarlo positivamente como impecable. El Consejo Nacional Electoral, CNE, ha dado un salto tecnológico de avanzada, el futuro lo ha hecho presente. En menos de un solo minuto, 45 segundos, cada elector o electora, podía dar cumplimiento a su derecho constitucional al voto. Un mecanismo de máxima seguridad, en el que el elector o electora no tenía el más mínimo contacto físico con los funcionarios y funcionarias electorales. Unas máquinas totalmente nuevas, recuérdese que por causa del terrorismo: EEUU-Guaidó, destruyeron un galpón que contenía bajo resguardo un poco más de 40 mil máquinas, que fueron destruidas por esa maquinaria criminal de terror y odio, que solo buscaba impedir este proceso electoral. Lo que obligó a la adquisición de estas nuevas máquinas y salió ganando el país, al hacerse de tecnología íntegramente nacional. Los cerca de 150 veedores internacionales, han dado fe de la transparencia del Sistema Electoral venezolano, el mejor del mundo. ¡Orgullo Nacional! Y, por supuesto, la muestra heroica de un pueblo que venció miles de dificultades que solo buscaban impedirles expresarse política y democráticamente. ¡No pudieron! El fascismo ha sido derrotado, no solo en Venezuela sino incluso en su propia cuna, los Estados Unidos de Norteamérica. Victoria doble, ha obtenido el pueblo venezolano al derrotar a los autores de los grandes males provocados a la nación venezolana y en retruque, derrotar –moralmente- a los autores intelectuales de tales crímenes de lesa humanidad: Donald Trump y Barack Obama… 



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Henry Escalante


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