Indosocialismo

Hace décadas, el eminente antropólogo brasileño Darcy Ribeiro anunciaba la recuperación de la población indígena americana y proyectaba su predominio futuro. No sabemos si ya se concretó esa modificación demográfica, pero lo que sí está a la vista es la admirable emergencia de los pueblos indígenas en el escenario político suramericano, específicamente con los triunfos electorales de Evo Morales, en Bolivia, y Rafael Correa, en Ecuador, quienes hicieron preceder su asunción formal al poder de actos simbólicos de profundo contenido indigenista y se comprometieron a vincular su ejercicio presidencial, con las reivindicaciones seculares de quienes un gran historiador guatemalteco llamó “nuestros primeros padres”.

El capitalismo y el imperialismo nunca se imaginaron que fuese a ocurrir algo así, pero tampoco la izquierda, muchas veces penetrada de los valores occidentales, es decir, de lo que Juan Carlos Monedero define como el capitalismo, la modernidad y el estatismo. Porque la industrialización, la urbanización y el racionalismo, aun cuando parecen fenómenos neutrales y se presentan como factores constitutivos del progreso, como lo concibe Occidente, son bases fundamentales del sistema capitalista. De modo que no basta con cuestionar la explotación capitalista y la dominación imperialista, si no se adopta una postura crítica ante la filosofía, la ciencia, la tecnología y los demás elementos constitutivos de la civilización occidental.

Esta es una tarea que choca con los prejuicios que descalifican la crítica a ese supuesto progreso, tachándola de arcaica, primitiva, utópica, anacrónica, involutiva y tantos otros adjetivos. En este sentido, es recomendable leer el libro del cura dominico vietnamita Pablo Nguyen Thai-Hop, sobre el neoliberalismo: “¿Tienen salida los pobres?” (Costa rica, UNA, 1996). Alli, Thai-Hop explica que el neoliberalismo considera la solidaridad -la cualidad distintiva del socialismo-, como un sentimiento arcaico, en sociedades donde priva la competencia impuesta por la ley del mercado, el llamado “libre” juego de la oferta y la demanda. Y cita a un autor neoliberal emblemático, von Hayek, quien asegura que la solidaridad “deja de ser una obligación moral en la gran sociedad abierta y moderna”, donde no conocemos a los semejantes.

Cuando el presidente Chávez, poniéndose a la par de Evo y Correa, afirma que el socialismo del siglo XXI debe partir del indosocialismo y llama a consultar a los pueblos indígenas venezolanos, sobre la reforma constitucional, está rompiendo con la barrera de prejuicios levantada por el neoliberalismo y reconociendo una corriente histórica ancestral, que ya había reivindicado Mariátegui, y que resulta comprensible que entre los intelectuales occidentalizados se vea con desconfianza o con sorna, ya que ellos tienen esas raíces a milenios de distancia, en Grecia y Roma, mientras que para nosotros fue apenas hace cinco siglos cuando se inició el intento de destruirlas, pero resulta que renacen cuando la tierra se humedece y brilla el sol de la revolución.

 


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Luis Vargas


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