¿Qué hacer…?

Cómo negar que desde un principio nos gustó el accionar rebelde, aquel 4F, del comandante Hugo Chávez, sus propuestas y su proyecto que, finalmente, dio paso a un incipiente socialismo que cuesta arriba, ante los ataques mediáticos y a las medidas dictadas por el imperio en contra de nuestro país, vemos que cada día se aleja más de poder consolidarse.

Nunca hasta ahora nos hemos apartado de ese proyecto bonito que ha pretendido incluir a todos los venezolanos a que tengan derecho a la riqueza de la nación en igualdad de oportunidades.

Entonces, cómo negar que los pasos que ha dado la revolución en materia social y de derechos humanos no hayan venido a beneficiar, al menos, a las personas y familias más vulnerables del país. Decir lo contrario, es pretender "tapar el sol con un dedo".

Las Misiones Sociales, por nombrar alguno de esos programas sociales, son un claro ejemplo de lo bueno, de lo extraordinario que han sido estos cambios, que en estos 18 años de revolución el gobierno chavista le ha ofrecido al país.

Es decir, las buenas intenciones de producir cambios alentadores, a pesar de los errores en que se haya podido incurrir, sin lugar a dudas reflejan que en Venezuela nunca antes hubo en materia social, totalmente gratuitos, tan acertados programas como los que les ha brindado la revolución a los venezolanos más pobres.

Pero cómo negar también que las políticas que desde un principio comenzó aplicar el comandante Chávez comenzaran a molestar al imperio. Cómo negar que los pocos privilegiados que gozaban de la riqueza abierta y descarada que les ofrecía el país, sin barreras de ningún tipo, notaran de inmediato que el gobierno chavista no les convenía.

Desde entonces, hasta la presente fecha, al gobierno revolucionario le ha tocado enfrentar la diatriba, la confrontación, el odio, las acciones violentas -de distintas formas y maneras- que incluso han dejado al país lleno de luto y frustración ante las apetencias de quienes venían amañados viviendo gratuitamente del erario público, desde lógico, con apoyo cómplice del imperio.

A nuestra manera de ver las cosas, hoy en día, estamos llegando al llegadero. El imperio, con su poderío extralimitado, ha decido dar con el traste de la revolución bolivariana. Lo peor de todo es que el país no tiene con qué evitar esta arremetida arrogante, malvada, desproporcionada y ventajosa.

El país se nos está hiendo de las manos, quizás si los propios connacionales de la oposición no hubiesen asumido ese rol de apetencias tan descarnadas la cosa no estuviese tan difícil como no las han puesto.

Eso de llamar abiertamente a que se nos aplique sanciones, bloqueos, y todo un sinfín de acciones para evitar el avance de la revolución demuestra claramente que el enemigo no era de fiar, y lo peor es que siguen viviendo en suelo venezolano como si nada.

Las cartas están echadas. EE.UU, sin razón de ningún género, se decidió enterrar la revolución bolivariana, la revolución de Chávez, esa revolución bonita que llego incluso a extenderse fuera de nuestra frontera, que una mayoría muy clara del país creyó que pudiera mejorar los niveles de vida a los que menos tienen.

Muy difícil entonces enfrentar a un país, todo poderoso, con las armas más letales que haya conocido la humanidad, como lo es EE.UU, que ha asumido una conducta y un accionar inhumano, maléfico, desproporcionado, que poco le importa, como está ocurriendo, que nuestro país, que tanto les ha dado, comience a morirse de hambre.

Desgraciadamente somos un país dependiente del petróleo, y eso al parecer no lo hemos entendido muy bien los venezolanos. Los precios del barril cayeron, y eso significa que los ingresos de la nación son ahora inferiores.

Pero además, no producimos, por pereza mental y falta de planificación, nada. Absolutamente nada. Ni una aspirina para calmar un dolor de cabeza, muchos menos un "triquitraque" para pretender, si estamos dementes, enfrentar al imperio.

El país enfermo se queja, comienza a perecer, simplemente porque no haya los remedios para enfrentar sus males. Lo peor es que la inflación impide, al mismo tiempo, tener acceso a los mismos, incluso, y es lo más grave, a los alimentos, que escasean por todas partes.

La guerra económica, en definitiva, al parecer ha venido ganando la batalla. Somos muchos los que aún nos mantenemos de pie luchando para evitar que continúe esta locura que nos está llevando, al parecer, al colapso, incluso, a una irremediable confrontación, si Dios no mete su mano, entre los propios venezolanos. Ojala y estemos equivocados. La pregunta que sigue en pie, es la misma que nos hacemos día a día la mayoría de los venezolanos. ¿Qué hacer…?

*Periodista

italourdaneta@gmail.com



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Ítalo Urdaneta

Periodista, historiador y profesor universitario

 italourdaneta@gmail.com

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