Cada día que pasa está más cerca la hora del pueblo

 
 

Si alguna lección importante tienen los hechos cometidos por la oposición recalcitrante a partir del 12 de febrero de 2014 con el denominado plan “La Salida”, es que las brutales violencias de los fascistas criollos e importados, desplegadas en las principales ciudades de Venezuela se han encargado de educar al pueblo combativo, prepararlo para que ande con las botas bien puestas y se disponga, firmemente, para las formas más altas de la lucha revolucionaria que se vislumbra en el futuro inmediato.

Los acontecimientos han venido a confirmar con pasmosa celeridad que no es descabellado pensar en que el desenlace de la situación actual sea una confrontación armada entre las partes en pugna; en ese sentido, el gobierno que preside Nicolás Maduro ha sido consecuente y no ha escatimado ningún esfuerzo para tratar de evitarlo; por eso en el plano de las relaciones internacionales cada día que pasa va obteniendo categóricos éxitos políticos de respaldo al proceso venezolano, como el logrado recientemente en el seno del G-77+China. A lo interno del país el desmontaje de la tramoya del magnicidio por parte de la inteligencia del Estado bolivariano, tuvo y tiene un contundente impacto positivo en la sociedad venezolana que dejó sin aliento a los golpistas, al extremo que María Corina Machado parecía la mismísima ánima sola el día de la comparecencia a la citación de la Fiscalía del Ministerio Público hacia el centro de Caracas, amen de la medida de prohibición de salida del país.  

No es cualquier cosa el hecho de haber develado la intención de eliminar físicamente al Jefe del Estado, que de haberse concretado esa pretensión de los fascistas, a esta hora ya estarían bañadas por ríos de sangre las calles y callejones de la patria, los nubarrones de pólvora harían invisible el ambiente, y a lo largo y ancho de toda la geografía venezolana el traqueteo de la metralla y las ensordecedoras explosiones de los disparos de tanques y de los bombarderos aéreos se repetirían en serie en cada centímetro de este territorio liberado y legado por Simón Bolívar; y en el horizonte estaría el Arca de Caronte esperándonos para la última travesía.  

Ahora se entiende manifiestamente y mucho mejor lo persistente de las barricadas en las urbanizaciones, tanto de la clase burguesa, como de las capas imitadoras de ella, llámese pequeña burguesía o clase media apátrida; estaban a la espera de coronar el asesinato físico de Nicolás Maduro; y entre otras cosas, esos resguardos serían utilizadas para protegerse del huracán de las masas que intentarían arrasarlas y saquearlas donde quiera que se metieran en caso de lograr el magnicidio; igual serían utilizadas, según ellos creen, como celadas para asesinar al pueblo que, sin duda, acabaría con todo lo que encuentre a su paso por tan alevoso crimen, recordemos el bogotazo de 1.848.

Avivar la llama revolucionaria debe ser una tarea permanente del proceso bolivariano; esa acción iluminará con su resplandor la importancia práctica de cualquier llamamiento que se haga al pueblo; considero que apremia enseñar con mayor precisión las tareas que les corresponden a los luchadores y luchadoras revolucionarias en la situación que actualmente prevalece.

Observando vídeos de la Guerra Civil de El Salvador entre 1.972 y 1.982, se puede comparar que los acontecimientos ocurridos en el pulgarcito de América, no se diferencian en casi nada con los hechos acaecidos en Venezuela a partir del 12 de marzo del año en curso; solo les faltó copiosas voladuras de puentes y derribo de torres eléctricas, formas de sabotaje que aquí también se han instrumentado pero aisladamente. Los combates de calle de la Avenida Cedeño y la Intercomunal de La Isabelica de Valencia, Estado Carabobo, se dieron de manera similar a los enfrentamientos del FMLN y de ARENA en la patria del poeta Roque Dálton.  Y es que bajo la influencia del desarrollo espontáneo de los acontecimientos, va preparándose y organizándose ante nuestros ojos la insurrección general armada del pueblo para el momento que las circunstancias lo demanden. Que no quede dudas: El heroísmo proletario y el entusiasmo popular estarán a la orden del día y consecuentemente con la línea histórica de Simón Bolívar, Ezequiel Zamora y Hugo Chávez.

La bandera del pueblo tiene que ser el socialismo revolucionario, esa es la única bandera que sería capaz de movilizar a las masas y unir a las fuerzas que puedan dar al traste con las pretensiones de los gringos y sus conmilitones venezolanos. Proclamar inmediatamente la insurrección popular ante un magnicidio del Presidente Maduro o ante una agresión directa de EE.UU, mal sea esta un desembarco de marines en nuestro suelo patrio o acciones del paramilitarismo colombiano que comprometan al gobierno, de igual forma un golpe de Estado que quiera torcer el curso socialista de la revolución; cualquiera de esos hechos exige darle a las masas populares una dirección militar, tan necesaria en una guerra civil como en cualquier guerra. La tarea pasa por desplegar con toda su envergadura la iniciativa revolucionaria creadora de las capas bajas del pueblo, que en tiempos de paz da pocas señales de vida, pero que en las épocas revolucionarias pasa a primer plano.

Evo Morales, como buen guevarista que es, nos ha dado luces desde Bolivia en la idea de crearles prontamente a los estadounidenses un Vietnam venezolano de perpetrarse lo que voceros del pentágono anuncian todos los días por sus grandes medios de propaganda y guerra. De allí que la unificación política y la dirección política no pueden demorarse ni un momento. Al pueblo revolucionario hay que insuflarle el uso de la razón, hacerlo conocedor de la descollante significación que tienen los conocimientos militares, de la importancia inmensa de la técnica y la organización militares, como instrumento de que se valen las masas y las clases del pueblo para resolver los grandes conflictos históricos.

Para acabar con la explotación del capitalismo no puede prescindirse de la guerra, y la guerra la desencadenan siempre las clases explotadoras y opresoras… Hay guerras y guerras. Hay la guerra como aventura que sirve a los intereses de una casta y a los apetitos de una banda de salteadores, que da satisfacción a las ambiciones de los héroes de la ganancia capitalista. Al pueblo hay que enseñarle la paz como la forma más elevada de la convivencia humana; pero además hay que hacerle comprender que los grandes problemas históricos solo pueden resolverse por la fuerza, y la organización de la fuerza es en una lucha moderna, la cual exige una organización militar. Es el gran dilema en que nos encontramos camino al socialismo revolucionario, en la lucha por tener una patria verdaderamente libre y soberana. No esperemos que los acontecimientos que ya están dibujando grandes sombras en el espejo convexo de nuestra historia nos sorprendan.  No debemos cerrar los ojos ante el hecho de que la seriedad de los últimos sucesos precisa que esta lucha que hoy estamos dando apenas comienza, de que tenemos por delante aún tremendas pruebas.

En los momentos actuales, no debemos tampoco permitir que se abra paso el escepticismo, todavía más peligroso, en las fuerzas del pueblo, sino que debemos pensar en cuan formidable es la potencia educativa y organizadora de la revolución, cuando los grandes acontecimientos históricos se encargan de hacer salir mareas de gentes, por la fuerza, de sus oscuros rincones, de sus sótanos y catacumbas, para obligarlos a convertirse en ciudadanos liberados de la dictadura del capitalismo. Vladimir Lenin afirmaba que a veces, unos cuantos meses de revolución educan a las masas para cumplir su papel de ciudadanos más aprisa y más a fondo que décadas enteras de estancamiento político.  De esta manera, respondiendo al llamado del Partido y Gobierno, con el Presidente Ho Chi Minh a la cabeza, todo el pueblo vietnamita se incorporó unánimemente al combate por la defensa del suelo patrio. Así fue como se inició la sagrada guerra de resistencia en Vietnam. Igual tiene que suceder en la patria bolivariana ante el llamado al canto de las metrallas. 

Siempre será clave informarle al pueblo, decirle toda la verdad a la masa, incluso a las menos ilustradas, en todos los confines del territorio venezolano, con claridad y nitidez, acerca de los peligros que acechan a la patria; igual sobre la realidad económica y las metas que tiene el gobierno revolucionario en esa materia; mantenerlo al tanto de sus tareas políticas y sociales, tan importantes para el pueblo en su conjunto. Se trata de darle confianza, de fortalecer extremadamente la relación del gobierno con el pueblo más allá de los beneficios que pudiera recibir la población. Los tiempos que van requieren de definiciones oportunas y nos anuncian desenlaces embarazosos.

POST/DATA: Entre junio y agosto de 1.977,  JORGE LUIS BORGES ofreció una serie de siete conferencias en el Teatro Coliseo de Buenos Aires, las cuales fueron publicadas posteriormente por el Fondo de Cultura Económica de México en un libro titulado SIETE NOCHES, cuya obra consideró como su testamento. La conferencia número seis estuvo referida a LA CÁBALA, allí afirma en un pasaje que en cada uno de nosotros hay una partícula de divinidad, que este mundo, evidentemente, no puede ser la obra de un Dios todopoderoso y justo, pero depende de nosotros; y en otro fragmento expone que tenemos una Divinidad superior y que tenemos otras emanaciones inferiores. A BORGES le gusta EMANACIONES, porque le parece la palabra más inofensiva para que Dios no tenga la culpa; para que la culpa sea, como dijo Schopenhauer, no del rey sino de sus ministros y para que las emanaciones produzcan este mundo.



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Isrrael Sotillo


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