El
análisis científico de los fenómenos concurrentes que se expresan
en la crisis actual del capitalismo a escala planetaria, obliga a una
reflexión profunda sobre la naturaleza misma del sistema, las
contradicciones que le son inmanentes y la apertura de una brecha
conceptual sobre la cual se fundamente la posibilidad de superarlo.
La
bancarrota del mercado financiero internacional, junto a la de la
deuda, con su consecuencia directa en el alza del desempleo, en medio
de una prolongada recesión, revela que en el conjunto de la economía
del centro capitalista se registra una crisis general, que, a la vez,
coincide con la inestabilidad del mercado energético, la contracción
del mercado alimentario y la agudización del cambio climático. Las
bases teóricas y políticas del capital están siendo cuestionadas a
fondo.
El
andamio filosófico del neoliberalismo cruje al estallar la “burbuja”
financiera, pero, no por ello deja de ser la columna vertebral de la
política económica global. Las consecuencias de la crisis se
expresan en guerras, creciente turbulencia social y debacle política.
A la polémica entre el papel del Estado en la economía y los
límites del “mercado”, se suma la del “modelo” económico.
En un brevísimo período histórico, pasamos del agotamiento del
modelo keynesiano a la reestructuración del capitalismo, proceso que
tiene como eje las nuevas tecnologías de la información y la
comunicación, base material de la nueva fase de la mundialización
del capital, que ratifica su carácter universal y universalizante.
Nada
tiene de novedoso su especificidad global. ¿Puede obviarse que la
circunnavegación a África y América generó las condiciones para
el surgimiento del mercado mundial, a partir del siglo XVI? ¿No es
en esencia Bretton Woods un modelo global, con sus instituciones como
el FMI, el Banco Mundial y lo que derivó en la Organización Mundial
de Comercio?
Confirmada
está la tesis que estudia el desarrollo capitalista a partir de una
realidad geopolítica, en la que existe un centro y una periferia, a
lo que se agrega, que las políticas de las instituciones
internacionales responden a los intereses de las grandes potencias,
y, de manera inequívoca, a los del imperialismo norteamericano. Para
no desviarnos a otro campo de análisis, únicamente apuntemos un
hecho que es incontrovertible: la situación internacional está
signada por una agresiva política militarista de Estados Unidos y
sus aliados, al mismo tiempo que se registra la transición de la
unipolaridad –que nace con la implosión de la Unión Soviética-,
a la multipolaridad.
El
neoliberalismo surge anunciando que hemos llegado al fin de la
historia, denostando las experiencias socialistas y los aportes
teóricos de Marx, el concepto “mercado” lo elevan a la
condición de “ser supremo”, cuyas reglas modelarían a la
sociedad toda. Sostienen que la nueva fase de la globalización torna
imposible la existencia de un sistema alternativo fuera del mercado.
Aquí, hay una distinción importante. Es necesario tomar el lápiz y
subrayarla: “Este argumento sería correcto si se supusiera que
puede haber una vía de progreso económico al margen o paralela a
la definida por el capital. Pero entonces ya no estaríamos hablando
de Marx, sino de las múltiples variantes ideológicas del
nacionalismo de Estado que, aprovechando el ambiente de fomento de
los mercados y la industrialización interna enarbolada por las
políticas keynesianas, creyeron hallar en el capitalismo de Estado
una anticipación del socialismo o, al menos, una “vía propia” y
novedosa…”(1)
La
ruta analítica de Marx es otra. En el Manifiesto Comunista sostiene
que: “La condición esencial de la existencia y de la dominación
de la clase burguesa es la acumulación de la riqueza en manos de
particulares, la formación y el acrecentamiento del capital. La
condición de existencia del capital es el trabajo asalariado. El
trabajo asalariado descansa exclusivamente en la competencia de los
obreros entre sí. El progreso de la industria, del que la burguesía,
incapaz de oponérsele, es agente involuntario, sustituye el
aislamiento de los obreros, resultante de la competencia, por su
unión revolucionaria mediante la asociación. Así, el desarrollo de
la gran industria socava bajo los pies de la burguesía, las bases
sobre la que ésta produce y se apropia de lo producido. La burguesía
produce, ante todo, sus propios sepultureros. Su hundimiento y la
victoria del proletariado son igualmente inevitables”. (2)
A
todo riesgo, luce como necesaria una síntesis esquemática, a la
hora de explicar los componentes de las fuerzas productivas que le
son propias al capitalismo: la materia prima, el capital y la fuerza
de trabajo, pero, la fuerza de trabajo es lo único que es
estrictamente no – capital, y, a la vez, es su fuente de
reproducción. ¿Por qué? La fuerza de trabajo es una mercancía, se
cotiza en el mercado y se rige por la competencia, no obstante, tiene
una particularidad que la diferencia sustancialmente de otras
mercancías: es la que crea valor.
He ahí uno de los descubrimientos fundacionales del socialismo
científico, expuestos en el Manifiesto que la Liga de los Iguales,
le encargó a Marx y a Engels redactar en 1848, labor que
desarrollaron en un viejo edificio de la plaza mayor de Bruselas.
Resulta
ilustrativo indicar que “la subsistencia material del mundo moderno
descansa sobre el intercambio de fuerza de trabajo. En la miríada de
objetos que circulan en el mercado mundial, ninguno se acerca a los
montos de dinero por los que se le hace equivalentes. A la usanza de
los economistas, permítaseme decir que el mundo produjo en el año
2004 unos 68 billones de dólares. De ellos, no menos de 40 billones
sirvieron para pagar una sola mercancía que se intercambia
dondequiera, y además, única en el seno del volumen del comercio
mundial: la
capacidad de hacer que lleva consigo el esfuerzo humano”.
(3).
Agrega
el profesor Baptista: “El gran hallazgo que reclama Marx haber
realizado, su aportación a la determinación de los horizontes de la
sociedad contemporánea, consiste precisamente en la develación de
que el contrato de trabajo, tal y como se presenta ante nuestros
ojos, lleva consigo una desventaja, un desequilibrio, una exacción
para el trabajador. En suma, y para no ahondar en un tema que pudiera
llevarnos muy lejos, el trabajador, sostiene Marx, entrega más del
equivalente que recibe cuando vende su capacidad productiva”. (4).
En
“El Capital”, Marx, se dedica a investigar las causas que
determinan la existencia de un sistema de explotación y alienación,
es, sin duda, su logró histórico, además, de encontrar que es en
la universalización del capital donde están las bases materiales
del socialismo. Lejos está de los utopistas, de los que construyen
“castillos de arena”, de los que no alcanzan a comprender que es
en el desarrollo de las contradicciones del propio capitalismo desde
donde se puede crear una nueva sociedad de hombres y mujeres libres.
No pasemos por alto, ésta, que es una explicación aleccionadora:
“Mi investigación desemboca en el resultado de que, tanto las
relaciones jurídicas como las formas de Estado no pueden
comprenderse por sí mismas ni por la llamada evolución general del
espíritu humano, sino que radican, por el contrario, en las
condiciones materiales de vida cuyo conjunto resume Hegel, siguiendo
el precedente de los franceses e ingleses del siglo XVII, bajo el
nombre de “Sociedad Civil”, y que la anatomía de la sociedad
civil hay que buscarla en la Economía Política”. (5).
Todo
un continente teórico se inaugura con Marx, una novedad a todas
luces, cuando incorpora la historia a la crítica de la sociedad
capitalista, para el Prometeo de Tréveris: “La naturaleza humana
ha de hallarse en “la comunidad verdadera de hombres”, lo que
equivale afirmar que sólo “en sociedad” puede plenamente
individualizarse. Pero esa individualización no es más que
“producir y crear la comunidad humana”, que producir y crear la
historia”.
La
universalidad del capitalismo genera las condiciones para la
universalidad de la clase trabajadora, con su asociación, su unidad,
y una acción política consciente y derivada de la construcción de
una nueva hegemonía “moral e intelectual”, al decir de Gramsci,
será posible alcanzar la liberación de la sociedad, escindida,
dominada y explotada, por una burguesía, que es, también,
universal.
El
humanismo radical de Carlos Marx es una perspectiva histórica, para
él, ser radical es agarrar por la raíz la cuestión que importa.
Pero para el hombre la raíz es el hombre mismo…”. (6)
La
agudización de las contradicciones de la sociedad moderna en estos
tiempos de crisis, afirma la vigencia de la revolución socialista
mundial.
Notas
bibliográficas.
1.-
García Linera, Álvaro. (2008): El Manifiesto Comunista y nuestro
tiempo. En “La potencia plebeya”. Edición del Instituto
Internacional de Integración del Convenio Andrés Bello. La Paz.
(P/59).
2.-
Marx, Carlos y Federico Engels. (1980): El Manifiesto Comunista.
Editorial Progreso, Moscú. En Obras Escogidas. Fue escrito en 1848.
3.-
Baptista, Asdrúbal. (2008): Itinerario por la Economía Política.
Academia Nacional de Ciencias Económicas, Ediciones IESA. (P/83).
(El subrayado es nuestro).
4.-
________________ . (P/118).
5.-
Marx, Carlos. (1981): La guerra civil en Francia. Editorial Progreso.
Moscú. En Obras Escogidas. Escrito por Marx en mayo de 1871.
(P/517).
6.- Marx, Carlos. Crítica a la filosofía del derecho de Hegel. (1843).
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