Las universidades autonómas

Antes de discutir el presente estado de la libertad académica, en las universidades autónomas del país, conviene considerar lo que entendemos por éste término. La diferencia fundamental entre el criterio socialista y el capitalista consiste en que el primero considera todas las cuestiones abiertas a la discusión y todas las opiniones sujetas a la duda en mayor o menor medida, mientras que el segundo sostiene por adelantado que ciertas opiniones son absolutamente indudables y que no deben permitirse los argumentos contra ellas. Deben los rectores tratar de proporcionar iguales facilidades para todas las opiniones, y dejar el resultado a las consecuencias de la discusión y el debate con la comunidad universitaria.  

 

El modelo de educación sumamente defendido por los rectores opositores al Gobierno Revolucionario, es el mismo que existía en los gobiernos dictatoriales de la Europa fascista de Franco e  Hitler. Hay una tendencia natural en los que ostentan el poder en las universidades de ejercitarlo hasta el máximo, es una salvaguardia de la tiranía el que haya instituciones y organismos que poseen en la práctica una cierta independencia ilimitada del Estado. No entienden que ahora todo eso ha cambiado, no quieren reconocer que ese estado de cosas es deplorable. Este punto de vista no puede ser aceptado por el Gobierno que desea que la razón, en lugar del prejuicio, gobierne los actos de la Educación. Los enemigos de la libertad académica sostienen que hay que tomar en consideración otras condiciones aparte del conocimiento que tenga un profesor de una especialidad. Debe, según ellos, no expresar nunca una opinión contraria a la de los que detentan el poder dentro del recinto universitario.

 

 

 

Los profesores de las universidades deben ser hombres con conocimiento y experiencias especiales que les permitan enfocar las controversias de un modo que arroje luz sobre ellas. El obligarlos a que deben guardar silencio en las controversias con las autoridades del recinto, es privar a la comunidad universitaria del beneficio que podría derivarse de su aprendizaje de la imparcialidad. La crítica se permite, pero cuando se la considera realmente peligrosa para los intereses de los rectores, su autor es castigado en alguna forma. La libertad académica está amenazada por dos lados: la plutocracia y la Iglesia, que luchan por establecer una censura económica y teológica. Ambas se ponen de acuerdo para lanzar la acusación de chavista a cualquier persona cuyas opiniones les desagradan y atentan contra sus intereses.     

 

La técnica de tratar con profesores cuyas opiniones no son del agrado de ciertos grupos poderosos dentro de la universidad ha sido perfeccionada y constituye un gran peligro para el progreso. Si el profesor de que se trata es joven aún y relativamente desconocido, sus superiores pueden ser inducidos para que le acusen de incompetencia profesional, y quizás se acabe con él silenciosamente. Cuando se trata de profesores más veteranos demasiado bien conocidos para que estos métodos tengan éxito, se despierta la hostilidad mediante la tergiversación. La mayoría de los profesores, naturalmente, no quieren oponerse a tales riesgos, y evitan el dar pública expresión a sus opiniones. Este es un peligroso estado de cosas mediante el cual la inteligencia desinteresada se ahoga parcialmente, y las fuerzas reaccionarias y oscurantistas se persuaden de que pueden permanecer triunfantes. 

 

El profesor que desempeña un puesto docente en estas universidades está obligado a ostentar las opiniones de las autoridades rectorales. La uniformidad de opiniones en los profesores no debe ser obligada, sino, evitada, ya que la diversidad de opinión entre los preceptores es esencial a cualquier educación sana. Ningún educando puede pasar por educado cuando sólo ha oído hablar de un aspecto de las cuestiones que nos dividen socialmente. Todos los que se oponen a la discusión libre y tratan de imponer una censura de las opiniones que afectan a los educandos aumentan la gazmoñería y hunden el país en el abismo de la lucha y la intolerancia.  

 

Una de las cosas más importantes que se deben enseñar en las universidades es el poder de sopesar argumentos, y el tener la mente abierta y preparada de antemano a aceptar el argumento que le parezca más razonable. En cuanto se impone una censura en las opiniones que los educandos pueden expresar, la educación deja de realizar sus fines y tiende a producir, en lugar de una legión de profesionales, un rebaño de fanáticos. 

 

Los enemigos de la libertad académica, si se salieran con la suya, reducirían este país al nivel de la época de la inquisición, con respecto a la promulgación de las leyes que reprueban. Sustituirían con la tiranía organizada el pensamiento individual; proscribirían todo lo nuevo; harían que la comunidad universitaria se osificara; y al final producirían una serie de generaciones que pasarían del nacimiento a la muerte sin dejar huellas en la historia. A algunos puede parecerles que lo que exigen ahora es una cosa sin importancia. Que importancia tiene, suelen decir, la libertad académica en un país donde impera la pobreza ya que no es un asunto de primera necesidad. 

 

Salud Camaradas.

 

Hasta la Victoria Siempre.

 

Patria. Socialismo o Muerte.

¡Venceremos!  


manueltaibo@cantv.net


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Manuel Taibo


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