La estrategia ofensiva de Iris Varela

Quiero expresar, en primer lugar, que no me inscribo en las filas de las élites que acusan de “violencia inaceptable” las acciones de carácter físico y verbal que pueda esgrimir un ser humano en condiciones de impotencia e indignación, dejando de lado la violencia soterrada que se ejerce en forma sostenida sobre ese mismo individuo. Con ello no pretendo justificar la violencia, pero sí aproximarme al análisis de las situaciones que la produjeron.

La reflexión viene a lugar en ocasión de la situación protagonizada por la diputada Iris Varela, ante el empleo sucio y vil que el periodista Azócar hizo de un aspecto de la vida privada de esta conocida revolucionaria.

Su reacción violenta, aprovechada por medios de comunicación oposicionistas y terriblemente manejada por el compañero de “Periodistas por la Verdad”, no sólo obedece a una situación afectiva de profundas y respetables dimensiones humanas, sino que es producto de un fenómeno que ha venido afectando la nación. Se trata del fenómeno de la victimización.

Podría pensarse que Iris Varela, Luis Tascón, Juan Barreto, Freddy Bernal... el mismo Presidente Chávez, son ciudadanos envestidos de jerarquía y poder, facultades que les permiten asumir la defensa de sus intereses cuando ellos están en juego. La realidad, en la Venezuela de hoy, es totalmente distinta. Cada vez que estos ciudadanos son “atacados” por los mal llamados políticos y periodistas politiqueros de nuestro país, se convierten en los individuos más vulnerables, precisamente por el hecho de ser figuras públicas. Frente a los insultos, infundios y vilipendios construidos por los actores oposicionistas, deben evaluar sus reacciones, por cuanto ellas suponen un conjunto complejísimo de consecuencias que pueden afectar el proceso revolucionario que venimos impulsando.

No tengo la menor duda de que tanto Iris como cualquiera de nuestros líderes revolucionarios, se cohiben en repetidas ocasiones de ejercer su legítimo derecho a la defensa, para evitar con ello la victimización del oponente, quien en todo caso siempre alegará ser un perseguido político, ya que posee una cobertura mediática para “vender” esta matriz de opinión. Es por ello que asumo la defensa de la actitud de Iris Varela, no ya en solidaridad con el sentimiento materno que nos une a ella, sino en virtud de que considero que es un personaje público al cual se le ha sometido a un continuo y consecuente proceso de difamación, inaceptable bajo el código de ética del ejercicio del periodismo, pero empleado inescrupulosamente como estrategia de avance de la oposición.

No son agradables, por supuesto, las imágenes de una diputada fuera de control, que agrede a un periodista - aunque uno ponga en duda si merezca recibir tal denominación - y por ello recibo respetuosamente las disculpas que esta compañera envía al pueblo venezolano.

Ahora bien... ¿Cómo actuar frente a seres humanos que no tienen límite alguno en su afán de descalificar a los funcionarios gubernamentales, para lograr que el ciudadano promedio venezolano repudie sus actuaciones? En el caso de Iris Varela, la introducción de una demanda, no haría otra cosa que darle vida a un periodista mediocre, que haciendo alarde de una mal llamada libertad de expresión, asumiría escaños dentro de los tristes liderazgos que alcanzan los oposicionistas. La diputada, a pesar de su ira y de la emotividad con que acompañó sus acciones, reflexionó sobre esto, e incluso se lo gritó al periodista. Optó por la actuación simple y llana de una mujer ofendida en lo más sagrado de su esencia, se condujo como un ser humano al cual se le irrespeta su condición de dolor materno.

¡Qué vergüenza...! ¡Qué vergüenza...! - gritaban las estudiantes y fans del joven Goicochea, cuando los estudiantes revolucionarios del Instituto Pedagógico de Caracas, manifestaron su deseo de convertir el foro, que supuestamente iban a “dictar” los invitados, en un debate de ideas. Lo que para las jovencitas constituía un saboteo, un desafuero inaceptable, era sencillamente el legítimo reclamo de unos futuros educadores por ejercer un pensamiento crítico. No obstante, el impasse suponía para ellas... ¡una vergüenza...!

Condenar a priori la actitud de la diputada Iris Varela, constituye un equívoco tan grave, como considerar que las causas reales de un fenómeno se encuentran en las simples acciones que de manera inmediata la generaron... Y por lo visto, estas fallas cognitivas no sólo son imputables a la oposición venezolana, sino que al parecer tenemos a un grupo de compañeros en nuestras propias filas que sufren de un pensamiento apresurado y anecdótico.

Diputada Iris Varela: Me siento orgullosa de su transparencia, de su coraje, de su valentía, de su sensibilidad femenina... Hagamos sí, una fuerte coraza que impida que el enemigo advierta nuestras debilidades. No nos está permitido fallar, camarada.

martieducador@gmail.com


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Gladys Emilia Guevara


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