“La condición de muertos, no es sólo para que te entierren sino para que te olviden”, sentenciaba un viejo amigo cuando afirmaba que la verdadera muerte no es física sino aquella que hace borrar los recuerdos, las obras y las vivencias de los seres humanos. Nuestra estadía física en la tierra es circunstancial. El paso espiritual es trascendente. Las obras humanas, su conocimiento y reconocimiento son las garantías de la perpetuidad del género que se aferra a la vida en su ayer, en su hoy y en su mañana. De ahí, la importancia del estudio de nuestros personajes históricos y su legado para la construcción o invención de ese sueño llamado América, que surge cómo impronta de esperanza en este mundo dominado por la ambición y el odio de potencias depredadoras.
Simón Narciso de Jesús “párvulo expósito”, Simón Rodríguez, Samuel Robinson, Don Simón, el hereje, el incomprendido, el loco, el Sócrates Americano, el outsider o cualquier otro apelativo que funcionarios públicos, discípulos, godos, trapisondas, motolitos, curas, rectores y rectoras, embelecos hicieran sobre su persona no descalifica ni destaca lo que el estudio de sus reflexiones puede revelar para la construcción de la vida republicana. No obstante el Presidente Chávez y su visión de construir una matriz ideológica fundada en el Árbol de las Tres Raíces; Simón Rodríguez es un desconocido en nuestra Revolución Bolivariana. El conocimiento regulado por la historiografía tradicional lo ha presentado únicamente como el maestro del Libertador, el maestro de maestros, sus datos biográficos, que sin desmerecer estos aspectos, no han conducido a conocer al hombre, a sus palabras, a sus ideas. Las instituciones responsables de preservar y difundir su pensamiento, cómo es el caso de nuestras universidades, hacen caso vago a este compromiso y especialmente la institución que lleva su nombre: Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez, quien desde hace más de diez años, se ha empeñado en borrar la memoria de su epónimo.
Cuando llamo este artículo cómo las tres muertes de Simón Rodríguez no es sólo un mero enunciado efectista, no, en realidad es así. El 28 de febrero de 1854, muere físicamente Simón Rodríguez en Amotape, Perú, lo acompañó Camilo Gómez amigo de su hijo José Rodríguez –Cocho-quien los abandona. Su obra se compone de ensayos filosóficos, políticos, educativos y sociológicos que se recogen en publicaciones, artículos de prensa y cartas; de importancia capital para comprendernos cómo sociedad en transformación.
Su segunda muerte se da al inicio de la caída del neoliberalismo institucional, cuando en una revisión curricular de la carrera de Educación Integral, se ELIMINA del pensum, aduciendo criterios incomprensibles tales como: “no existía una verdadera concordancia con respecto a los currículos de otra(sic) casas de estudio y la existencia de numerosos cursos que eran obligatorios incluirlos y para ello fue necesario omitir algunos de los cursos ya establecidos”. El Consejo Directivo en su reunión 178, de fecha 12 de febrero de 1999, excluyó Ideas Educativas de Simón Rodríguez.
Su tercera muerte tiene que ver
ahora, en plena revolución bolivariana con el diseño de Educación
Inicial, cuando se elimina la cátedra en cuestión de la formación
de los profesionales del área de este importante subsistema educativo.
Es decir, la universidad que lleva su nombre ha eliminado el estudio
de las ideas de Simón Rodríguez de la formación de los profesionales
del área educativa.
Ya
mi capacidad de asombro en la UNESR ha desaparecido. Aquí puede pasar
cualquier cosa. Agradecería a los lectores de este artículo, su ayuda
para comprender lo que en esta institución acontece.
Sociólogo
Profesor Asociado UNESR, núcleo Valera.
escarandy@hotmail.com