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¿Maduro saltó la talanquera?: ¡Cómo Venezuela volvió al capitalismo!

Moraleja: A comienzos de la década de 1990, el periodista televisivo ruso Vladímir Pózner organizó un talk-show con el elocuente título. ¿Necesitamos el capitalismo? El programa había sido concebido como el triunfo de los partidarios liberales del capitalismo sobre, supuestamente, los retrógrados y estancados opositores al nuevo orden social. En el curso del debate, el académico Stanislav Shatalin, un economista prestigioso en ese momento, explicó de forma clara, comprensible para todos los televidentes, la esencia de la “única doctrina confiable” de turno: “Imagínense un pastel dividido en partes iguales pero pequeñas. Eso es el socialismo. Ahora imagínense un enorme pastel dividido en partes desiguales, pero de modo que hasta una pequeña parte del segundo pastel es más grande que una de las partes iguales del primero. Eso es el capitalismo”. Otro invitado del programa, sin medias tintas, propuso un camino sencillo y comprensible hacia el prometido paraíso del consumo: el Estado debía retirarse de la economía. Se entiende que tenía en mente abrir el espacio para la iniciativa empresarial de la “gente común”. Fin de la Moraleja.

En contra de las amplias expectativas de la opinión pública por el asunto de la gasolina a 0.50 y 0.75 céntimos de $, la reforma del mercado interno de los combustibles por decreto en los Estados venezolanos no logrará conducir a la prosperidad, y al crecimiento del bienestar de la población. Los lazos de la corrupción con el Estado, y la violencia criminal son partes constitutivas fundamentales de esta infraestructura. En la infraestructura de control sobre las empresas, no se pueden separar los elementos externos e internos. Cómo Venezuela volvió al capitalismo. El desarrollo del subdesarrollo en marcha acelerada.

Más de dos décadas después del comienzo de la llamada “revolución bolivariana”, resulta claro que en el territorio venezolano se está consolidando el típico capitalismo periférico. Esto lo testimonia la caída del sector manufacturero en provecho del extractivo; la exportación de nuestros recursos naturales con un bajo nivel de elaboración de la materia prima, y la importación de bienes con mayor valor agregado; la salida sistemática, y en gran escala de capital; el empobrecimiento masivo de la población, y la formación de un ejército –milicias- barato; la formación de un capital que tiene el deplorable rol de intermediario en la explotación de los recursos naturales, y de la población en beneficio de los intereses del centro del capitalismo global que dicen combatir.

La sostenida implantación del subdesarrollo venezolano ocurre como resultado de las radicales reformas de mercado dirigidas y controladas por Rusia y China. Para ello, se aprovecha la degeneración de la burocracia bolivariana, parte de la cual actúa en provecho de las transformaciones capitalistas, ahora la entrega de los ‘bodegones de las gasolineras’ al apoderarse de parte de la propiedad estatal. El contenido social de estos decretos, está claro, son la implantación de elites pro-rusas-chinas y árabes, provenientes de la burocracia local, y del medio militar.

Semejante deterioro del sistema refinador venezolano, uno de los más grandes del planeta determina también la naturaleza de las grandes empresas venezolanas en ruinas. Los negocios en este país se basan en el control informal de las empresas. Esto significa que no basta con poseer derechos jurídicos sobre ellas: es necesario también disponer de vínculos estables con funcionarios estatales (militares) de alto rango u ocupar uno mismo un puesto estatal de responsabilidad. Además de esto, es preciso contar con protección en alguna persona de tal o cual organismo de seguridad. Sin embargo, y disponiendo de estas condiciones, nadie está asegurado contra la incursión criminal de parte de grupos de capital de dudosa procedencia mucho más fuertes. La sistemática amenaza de la destrucción de las grandes empresas genera una orientación hacia la obtención de ingresos a corto plazo a cuenta de la salida de los activos financieros de esas empresas en ruinas. El carácter “comprador” a precios de gallinas flacas de las grandes empresas venezolanas quebradas se muestra en el egreso a gran escala de capital hacia los países del capitalismo mundial. La extracción sistemática de la renta por estos grupos dominantes socava los míseros ingresos de los asalariados, que recurren en respuesta a diversas formas de latrocinio.

Los comerciantes explotadores árabes, chinos y rusos, libran una lucha sin cuartel contra las malas prácticas por parte del personal asalariado mal pagado que busca como sobrevivir con 4$, centralizando la dirección y aumentando los servicios internos de seguridad. La salida de capitales de las empresas y su colocación en el exterior, el pago de “gente militar y policial” en el aparato del Estado, y el aumento de los servicios internos de seguridad para que no les socaven el proceso de acumulación de capital en esas empresas expoliadoras. Esto se expresa en el estado lamentable del fondo de capital lavador.

Por esos que estos decretos económicos en el área postchavez se presentan como un caso típico de continuación del subdesarrollo. En el curso de estas transformaciones ocurre la consolidación de un capital auténticamente depredador y explotador en Venezuela. Con sus intereses económicos, estando ligado a los intereses de esos países expoliadores, como su socio menor. Esta clase dirigente alcanza el enriquecimiento gracias a la ejecución de su función primordial, la de intermediaria en la transferencia de una parte importante del fondo de plusvalía generado por el trabajo de la población al centro de esas economías capitalistas del mal. Por eso no se puede asegurar la modernización de la economía venezolana ni mejorar su bienestar interno: las inversiones necesarias y los salarios dignos no son compatibles con la salida a gran escala de capital. De esta fuente procede también el carácter totalitario de las grandes empresas en el Estado venezolano. Solo por el uso de la fuerza, o la amenaza de su ejercicio, permiten el disciplinamiento de los trabajadores, en contextos de reducción sistemática de sus salarios y constante falta de inversión.

De lo aquí analizado se desprende que la economía venezolana tiene un potencial de modernización muy bajo, y no puede garantizar la seguridad interna de sus economía. La clase dirigente sirve en gran medida a los intereses de sus protectores del otro lado del mundo. Mientras tanto, en las condiciones de la crisis económica mundial por el coronavirus que se ha desarrollado, las relaciones internacionales en el espacio, y el tiempo, y en el perímetro de sus fronteras, se han tensado gravemente.



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Edgar Perdomo Arzola

Analista de políticas públicas.

 Percasita11@yahoo.es      @percasita

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