¡Una cúpula eclesiástica que no acaba por saciarse con tanta sangre de inocentes!

Por Nixon, el cardenal Urosa vende su alma al diablo

Al cardenal José Humberto Quintero, jamás lo hubiesen metido en ese vulgarísimo enredo en que hoy tienen a la Iglesia venezolana, con el caso de Nixon Moreno. El cardenal Quintero no tenía pizca de pendejo. El cardenal Quintero habría pedido un informe sobre el fulano Nixon, y al enterarse que tenía más de diez años “estudiando” en la ULA, obteniendo calificaciones pésimas en todas sus materias; que su verdadera vocación es dormir hasta el mediodía para luego reunirse con un grupo de vagos y palurdos cuya diversión suprema es trancar el tráfico en la Liria, organizar saqueadores de cavas, andar armado hasta lo dientes, proveerse de material incendiario para mantener a la ciudad paralizada y ejercer su profesión de sádico con las mujeres indefensas que lo enfrenten y se encuentren asediadas por sus huestes. Si eso es lo que hubiese llegado a saber su eminencia el cardenal Quintero del fulano “valiente violador”, de inmediato habría declarado: “Por Dios, que la Iglesia deje eso en manos de la justicia. Nosotros no podemos interceder por ese delincuente. Eso sería un crimen y una afrenta espantosa para todos nosotros a los ojos del Señor. Eso sería monstruoso, horrible, imperdonable.”

Y es que por otra parte, la Iglesia a través de la historia jamás se ha embanderado con ninguna causa perdida, y ésta la tiene por los suelos. Al pobre Urosa lo ha embarcado en ella, el obispo Porras, y él se ha dejado porque nuestro cardenal carece de personalidad, carece de carácter, carece de una posición firme y decidida frente al crimen. Qué triste, qué bajo y que deprimente resulta el espectáculo de su posición, quien poco a poco ha ido cediendo ante las presiones de delincuentes como Cabeza e’ Motor y Nitu Pérez Osuna. Ya está de nuevo la cúpula de la Iglesia en el mismo plan en que se encontraba hace cinco años, cuando el cardenal Velasco, los curas Mikel de Viana, Ugalde y Porras, protegían con sus faldas y con sus hostias, con sus vírgenes y sus misas, con sus declaraderas y sus procesiones, las sangrientas jornadas de terror que aquí se estaban imponiendo desde los sectores más criminales de los militares, de los empresarios y de los medios privados de comunicación. Esa misma cúpula eclesiástica que supo callar tan magistralmente ante los delirios fascistas de la Plaza de Altamira. ¡Si entonces la Iglesia hubiese intercedido para calmar aquellas hienas desbocadas, cuánta sangre inocente se hubiera podido evitar! Pero no, como si estuviésemos viviendo en el Pasto de 1812-1840 (Nueva Granada), se unió a esos grupos enfermos de odio y maldición, y los alimentó con más pasión de fuego fanático y bestial, haciendo misas a favor de los golpistas, aupando la colocación de vírgenes en ese bastión de la muerte y declaradamente orando porque estallase una guerra civil entre nosotros.

¡Dios mío, cuántos crímenes hoy pesan sobre la cúpula de esta Iglesia venezolana que aún clama por más sangre, por más conmociones y por más destrucción!

¡Todavía no se ha saciado con la sangre de tantos hermanos inocentes!

Otra vez, pues, un cardenal que cede a estas presiones, y mete a la Iglesia en la misma charca en la que se han venido revolcando con harta holgura, Castillo Lara y Luckert.

Buscar asilo para Nixon en la Nunciatura fue planificado en Mérida, una de las mayores factorías de la ultra-derecha en Venezuela. En Mérida se encuentran los jeques de golpistas que rodearon la gobernación el 12 de abril de 2002. En Mérida está la Universidad que han controlado desde hace décadas lo más putrefacto de AD y COPEI siempre en connivencia con la Iglesia y el empresariado nacional. En la finca San Francisco de Mérida se reúne y se reunía la crema del golpismo nacional, y Mérida se ha convertido en paso y refugio de paramilitares: en la meca de la empresa del secuestro y del sicariato proveniente de Colombia. El caos desestabilizador que cuatro mamarrachos puedan prender en Mérida inmediatamente es tomado por la ultra-derecha para implantarlo en el Zulia, Lara, Carabobo, Aragua y Caracas. La cercanía con el Zulia crea estrechos lazos con lo más explosivo del país. A Mérida viene con frecuencia delegaciones de Estados Unidos y la embajada de este país mantenía estrecho contactos con Nixon desde antes del 2002. Ni que decir que en todos estos horribles guisos siempre ha estado de manera relevante el obispo Baltazar Porras.

Por falta de voluntad política, de fiscales y de jueces valientes, Nixon pudo burlarse de la manera más tranquila del proceso que estaba llevando a cabo Danilo Anderson, sobre el golpe del 11-A. Con el apoyo político de la ultra-derecha y el dinero que le enviaban del Norte, Nixon pudo provocar todos los agites en los que se quemaron varios carros, se hirieron con armas de fuego a policías, se saquearon comercios, se mantuvo en un pertinaz terror a la ciudad y se impidió dar clases en la ULA y en toda Mérida durante varias semanas. Todo esto al tiempo que veíamos al rector Lester Rodríguez (ahora lanzado a candidato a gobernador), a Baltazar Porras, a los empresarios, echarle combustible verbal al fuego para que nunca amainara, siempre enturbiando las aguas para hacer ver que a Nixon no se le puede probar nada.

¿Por qué en todo esto, Baltazar Porras no ha declarado a los medios, él tan dicharachero y buscador de pantalla?

jrodri@ula.ve


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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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