Rastros del tiempo (CXXII)

El origen del Día de Muertos en América Latina: su evolución y su impacto en la celebración actual

​El culto a la muerte en América Latina, particularmente en Mesoamérica (donde se encuentran las raíces más profundas de esta tradición, como en las culturas Mexica -azteca-, Maya, Zapoteca y Mixteca), es anterior a la llegada de los invasores españoles por miles de años. Para estas culturas, la muerte no era el final, sino una transición o el inicio de un nuevo ciclo existencial, un rito de paso para reunirse con los ancestros y formar parte del mundo de los dioses.

​La visión de la muerte de acuerdo a las culturas originaria de Abya Yala, a diferencia de la visión occidental y católica, traída por los invasores europeos, de castigo o recompensa (infierno o paraíso), las civilizaciones vernáculas, creían que el destino del alma dependía del tipo de muerte que la persona había tenido. Por ejemplo, los mexicas tenían el Mictlán, el inframundo gobernado por Mictlantecuhtli y su consorte Mictecacíhuatl, que en la mitología azteca era la "Dama de la Muerte", la diosa del inframundo azteca que cuidaba los huesos de los muertos, y su figura ha evolucionado a lo largo del tiempo hasta convertirse en la emblemática representación de la muerte, en el Día de Muertos, que hoy se conoce en México, como La Catrina.


​Existían festividades dedicadas a los muertos, como la celebrada por los mexicas, durante el noveno mes de su calendario solar, que duraba un mes completo. Se realizaban rituales en los que se ofrecían comida y bebida, que el difunto disfrutaba en vida, con el fin de nutrir su alma en el viaje. Era común la práctica de conservar cráneos y exhibirlos en rituales, que simbolizaban la muerte y el renacimiento. Existían los altares familiares destinados a honrar a los antepasados.

​Tras la llegada de los españoles en el siglo XVI, llega consigo el catolicismo y sus propias celebraciones relacionadas con los difuntos: el Día de Todos los Santos (1 de noviembre) y el Día de los Fieles Difuntos (2 de noviembre). El encuentro entre los aborígenes y los invasores europeos, generó un proceso de sincretismo cultural: los misioneros católicos buscaron cristianizar las celebraciones nativas, logrando que las festividades dedicadas a los muertos se trasladaran para coincidir con las fechas católicas de noviembre, pero las prácticas ancestrales originarias no desaparecieron, sino que se fusionaron con los rituales católicos. Se incorporaron elementos como la colocación de santos católicos, en los altares junto a las ofrendas tradicionales; se introdujeron costumbres europeas como las velas (para iluminar el camino a las almas, la celebración de la misa) y, con el tiempo, otros elementos que se ha venido incluyendo. Este proceso de fusión hizo que la celebración se volviera única en las regiones de América Latina. En lugar de rituales puramente ceremoniales, se adoptó un formato más íntimo y familiar, donde se creía que las almas regresaban a convivir con los vivos.


​Repercusiones históricas sobre el día de muertos en la actualidad: las celebraciones actuales del Día de Muertos son el resultado directo de este sincretismo histórico. Las repercusiones son evidentes en los elementos esenciales de la ofrenda y la festividad, como la persistencia Indígena, que tiene como elemento central de la celebración, la creencia en el retorno de las almas y la necesidad de ofrecerles sustento. Elementos como el cempasúchil (flor de veinte pétalos), en la tradición mexicana, que guía a los muertos con su color y aroma, y la disposición de comida y bebida en el altar (la esencia que nutre al espíritu), son herencia directa y otros elementos, como las lloras, ritual que se celebra el 2 de noviembre, en varias regiones de Venezuela, especialmente en comunidades de los estados Lara y Falcón, por descendientes del pueblo Ayaman, son tradiciones que se conservan en la actualidad, aun cuando se sigue la tradición católica-europea, con la adopción y modificación, en dos días: el 1 de noviembre para "niños difuntos", y el 2 de noviembre para adultos), siguiendo el calendario católico. La festividad ha continuado su evolución, incorporando incluso elementos modernos, aunque su esencia originaria permanece.

La figura de La Catrina, figura icónica mexicana, originalmente llamada originalmente "La Calavera Garbancera", creada por José Guadalupe Posada grabador, ilustrador y caricaturista mexicano. Célebre por sus dibujos de escenas costumbristas, folclóricas, de crítica sociopolítica y por sus ilustraciones de «calacas» o calaveras, entre ellas La Catrina, popularizada a principios del siglo XX, es un poderoso símbolo que mezcla la crítica social con la personificación esquelética de la muerte, ligando el humor popular a la tradición funeraria, que representa la dualidad de la vida y la muerte, la crítica social y la identidad cultural, creada como una sátira dedicada a los mexicanos que negaban sus raíces y pretendían imitar a los europeos ricos. El Muralista mexicano Diego Rivera, completó la figura con un vestido elegante, consolidándola como un ícono, que criticaba las diferencias de clases sociales, y la incorporó en su mural: "Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central", dándole el atuendo elegante, transformándola en un símbolo nacional mexicano, asociado al día de los muertos.


​En esencia, el Día de los Muertos actual es una narrativa histórica viva; un testimonio de la resiliencia cultural indígena que absorbió y reconfiguró las tradiciones impuestas, resultando en una de las celebraciones más ricas y significativas de América Latina, reconocida para los mexicanos, como "Obra Maestra del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad", el 7 de noviembre de 2003, y fue incluido en la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en 2008.



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Reinaldo Chirinos

Licenciado en Educación Mención Desarrollo Cultural. Facilitador del INCES.

 reinaldoc06@gmail.com

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