Rastros del Tiempo

La obra espiritual del padre José Macario Yépez: Iniciador de la Tradición de la Divina Pastora

Al revisar las crónicas que fundamentan la historia del Estado Lara, y al encontrarnos con una de las más grandes manifestaciones religiosas, celebradas en el mes de enero, como es la advocación de la Divina Pastora, inevitablemente no podemos dejar de lado, la enigmática figura del padre José Macario Yépez, gran iniciador de esta secular devoción, siendo su más destacada labor espiritual, que comenzó a tomar fuerza en el año 1856, organizando las procesiones en honor a la Virgen. 

A parte de su inmensidad espiritual, el padre Yépez, también se destaca como un personaje polifacético, participando también en la política, en el periodismo, en la educación y la asistencia social, pero, por sobre todas sus labores, estaba su personalidad humanista-cristiana, cimentada en la fe y devoción católica, contribuyendo al bienestar de  comunidad. Revisemos algunos rasgos históricos, que establecen la vida y obra de este servidor espiritual larense, esencial en la historia religiosa del Estado Lara y Venezuela, dejando una huella imborrable en la espiritualidad del pueblo.

 Nace el padre Yépez en Barquisimeto, el 23 de abril de 1799, en el hogar formado por Francisco de Paula Yépez, natural de El Tocuyo; y de doña María Josefa Tovar, nativa de Quibor. Realizó sus primeros estudios en El Tocuyo. Desde temprana edad, mostró una inclinación hacia la vida religiosa, lo que lo llevó a buscar formación en el ámbito eclesiástico. 

Fue Testigo presencia del terremoto de 1812 y de la matanza y saqueo encabezada por el realista Domingo Monteverde, ese mismo momento, lo que marcó su ánimo a estudiar y adquirir conocimientos útiles para el servicio humanitario, exhortando a sus padres la necesidad de formarse, por lo que fue enviado a El Tocuyo a estudiar gramática y latinidad, en el recién creado centro educacional del presbítero Manuel Yépez, pariente suyo.

En 1819, cuando apenas cumplía 20 años, emprende el camino de la vocación sacerdotal, realiza diligencias ante el vicario juez eclesiástico, en Caracas, siendo aceptado para cursar estudios superiores en el Colegio Seminario de Caracas, a la vez, se inscribe también en la Universidad Central de Caracas, donde cursa estudios, graduándose de Bachiller en Filosofía, en marzo de 1822 y en 1824 obtiene la Licenciatura en Filosofía, y en octubre de ese mismo año, es ordenado sacerdote.

De regreso a Barquisimeto, el padre Yépez crea en su casa, una escuela, y una cátedra de gramática y latinidad, para estudiantes de nivel secundario. En 1835 es nombrado vicario foráneo de Barquisimeto y en 1837 es nombrado cura interino del templo de la Inmaculada Concepción, que al poco tiempo alcanza la titularidad de dicho cargo.

El historiador Lino Iribarren Celis, registra en sus trabajos históricos del Estado Lara, que: “José Macario Yépez, combinó el ejercicio sacerdotal con una dilatada trayectoria pública, que le adjudicó fama y admiración, por lo que desde 1841 hasta 1844, y todo el año 47, se desempeña como Representante Provincial de Barquisimeto ante el Congreso Nacional, el padre defendió los intereses de los ciudadanos y los de la iglesia. Fue vicepresidente de la Cámara de Representantes entre los años 43 y 44, presidiendo dicha cámara en 1844”. Como diputado ante el Congreso Nacional, el padre Yépez, hizo resonar su voz en defensa del General José Antonio Páez, cuando este General estaba siendo condenado al destierro. También realiza labores periodísticas, siendo fundador y redactor de “El Correo de Occidente”, un órgano informativo, afín a los conservadores, siendo vicepresidente de la Asociación de Conservadores de Barquisimeto en 1849. 

El Padre Yépez expresó de manera manifiesta, su oposición al gobierno del Presidente José Gregorio Monagas, participando en la Revolución de julio de 1854, por lo que fue señalado como autor intelectual del asalto a la Casa de Gobierno en Barquisimeto, pero su reputación fue reivindicada tras un juicio riguroso, ya que los testigos certificaron, que el padre Yépez, actuó en aquella fatídica noche “apegado a los principios del sacerdocio y no con la conspiración”. El cronista Eliseo Soteldo, afirma en sus escritos, que el padre Yépez, fue detenido y trasladado a Caracas, “pero poco duró preso. Fue liberado”. Se le siguió un juicio, donde no se pudo comprobar su sedición, absolviéndolo de toda acusación.

Con deber sagrado asume posturas al servicio de los más necesitados. Así lo expresan las crónicas del momento, su dedicación religiosa fue tal que se ocupó personalmente en  la reconstrucción del Templo de la Inmaculada Concepción de Barquisimeto, que había sido destruido, por los efectos del  terremoto del 26 de marzo de 1812, lo cual se confirma en una correspondencia, enviada al doctor Manuela Antonio Briceño , fechada en Barquisimeto el 3 de septiembre de 1853, en la que le escribe: “Soy deudor de cerca de 2.000 pesos de cantidades que me prestaron en dinero en efectivo para concluir por mi cuenta y riesgo, y sin esperanza de reembolso, el templo parroquial de esta ciudad”.

Ante el avance de la pandemia del Cólera, toma la iniciativa de construir en el sitio de Tierritas Blancas, un monumento con la Cruz Salvadora, obra que dirige el padre Raldíriz y José Manuel Otero, cuya consagración se efectúa en diciembre de 1855, momento en que llegó la imagen sagrada del Nazareno, para solemnizar el acto. Para el día 14 de enero de 1856, ante la dolorosa situación, que se desprende de la pandemia del cólera, el padre Yépez convoca al pueblo, a una rogativa en el sitio donde se había levantado el monumento, de la Cruz Salvadora, realizando un encuentro de las imágenes del Nazareno, de la Iglesia de La Concepción y la Divina Pastora, de Santa Rosa.

El Hermano Nectario María, escribió que el padre Yépez falleció de cólera, pero el padre Alegretti, demostró que fue de tifus que murió, el 16 de junio de 1856, cinco meses luego de la primera visita de la Divina Pastora a  Barquisimeto, donde había pronunciado un conmovedor discurso, ante la imagen de La Divina Pastora implorando el cese de aquella terrible pandemia, que culminaba con estas palabras: "Virgen Santísima, Divina Pastora, en aras de la Justicia Divina, por el bien y salvación de este pueblo te ofrezco mi vida. Madre mía, Divina Pastora, por los dolores que experimentó tu divino corazón, cuando recibiste en tus brazos a tu Santísimo Hijo en la bajada de la Cruz, te suplico Madre Mía, que salves a este pueblo, ¡Que sea yo la última víctima del cólera"

El legado del padre Yépez trasciende en su tiempo, y su obra continúa viva en la devoción a la Divina Pastora, que se ha convertido en un símbolo de identidad y fe, para muchos pueblos. Su capacidad para unir a la comunidad en torno a la fe y su dedicación al servicio cristiano, lo convirtieron en un ejemplo a seguir para las generaciones posteriores, fue un apóstol de la Divina Pastora. Su vida y obra son un testimonio del poder de la fe y la devoción. Su legado perdura no solo en la devoción a la Virgen, sino en el corazón de cada uno de los fieles que encuentran esperanza y consuelo en su legado. Su contribución a la Iglesia y a la sociedad venezolana sigue siendo recordada y celebrada, reafirmando su importancia en la historia religiosa del país.

 


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Reinaldo Chirinos

Licenciado en Educación Mención Desarrollo Cultural. Facilitador del INCES.

 reinaldoc06@gmail.com

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