Mendel, el de los libros o ¿cómo es que me llamo yo?

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En la novela "Mendel, el de los libros" (1929) , Stefan Zweig plantea, a través de un librero de viejo, la importancia de los libros; pero también los riesgos políticos de quedarse atrapado entre sus folios si no levantas la vista para explorar lo que sucede cerca de tus narices.

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Jacob Mendel es un buquinista ruso que tiene su negoció en un café de Viena. Su mundo son los libros, pero ignora todo lo que sucede a su alrededor. Lo de Mendel es el pasado, no el presente. Mendel simboliza al hombre cuya vida transcurre entre lecturas. Los libros son más importantes que la realidad circundante.

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Mendel se portó como esos intelectuales que consideran una pérdida de tiempo inmiscuirse en la cotidianidad de su entorno, apartan la política porque puede interferir en su labor de entrega total a la meditación ascética que proporciona el pasar las páginas con un dedo. Pero Mendel pagó su obsesión muy caro: fue llevado a un campo de concentración durante la Primera Guerra Mundial.

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Este libro nos hace sentir admiración por el héroe principal que se dedica con pasión al mundo de los libros, pero también nos hace reflexionar sobre el peligro que constituye la evasión de los problemas de la "polis" como lo entendían los griegos.

Mendel es un talentoso idiota, y valga este oxímoron : La palabra idiota (idiotes en griego) se usaba para referirse al que no se ocupaba de los asuntos públicos, sino de sus intereses privados.

Quienes apresan a Mendel son gendarmes ignorantes que sólo cumplen órdenes de políticos desalmados . Pero ¿tiene algo de culpa el propio Mendel del entramado de su propia tragedia? "El precio de desentenderse de la política es el ser gobernado por los peores hombres", escribió Platón.

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Mendel es un intelectual distraído, cuyas malas copias pudieron ver nuestros antepasados en los pueblos del interior . Mi padre me contaba que, en su ciudad natal, Santa María de Ipire, vivió un bachiller ( este título, que lograban muy pocos, era el máximo pendón académico en la Venezuela rural sin escuelas) que cuando no estaba entre libros los cargaba debajo de las axilas y en sus manos. Trabajaba de secretario de la prefectura. Estaba siempre pensativo y muy despistado con respecto a su entorno, o se hacía el despistado para agregar mayores quilates a su aura de intelectual consumado y profundo, hasta el punto de que cada vez que debía firmar un documento, alzaba la vista hacia los presentes y preguntaba: ¿Cómo es que me llamo yo?

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Mendel leía con un ensimismamiento tan impresionante que desde entonces cualquier otra persona a la que yo haya visto leyendo me ha parecido siempre un profano.

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Dejando a un lado los libros, aquel hombre singular no sabía nada del mundo, pues todos los fenómenos de la existencia sólo comenzaban a ser reales para él cuando se vertían en letras, cuando se reunían en un libro y, como quien dice, se habían esterilizado. Pero tampoco leía aquellos libros para entenderlos, en su contenido espiritual o narrativo.



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Edgardo Malaspina

Médico. PhD en Medicina. Docente universitario y poeta.

 edgardomalaspina@gmail.com

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