En busca de la hallaca perdida (en nuestra historia), querido Eligio Damas…

  1. Para mí, Eligio Damas es un viejo amigo. Es amigo de muchos de mis más caros amigos, empezando por mis hermanos Argenis y Adolfo. Fue solidario con otro de mis amigos como el gran librero Sergio Alves Moreira. Es de mi generación, la que por décadas buscó una revolución que le hiciera justicia a nuestra grandiosa historia bolivariana. Nos reconocemos en las lecturas que hemos hecho, en los dolores eternos dibujados en tantas batallas culturales. De modo, que he sido el amigo de siempre de Eligio, y me parece que lo he visitado muchas veces allá en su casa solariega de oriente (no importa que exista que así la imagino), allí donde hace sus hallacas con pescado deshidratado. La imagino como una de esas majestuosas casas de campo, con amplios solares y salones, corredores con chinchorros, un frondoso tinajero y jardines a los lados como lo debió ser el hogar de Luis Mariano Rivera, por ejemplo.

  2. De los lugares en los que he vivido, para mí el oriente venezolano es la gloria implantada en la calidez de las luces más nobles. Pasé una temporada trabajando en la UDO y mi corazón está lleno de sus recuerdos. Son poetas todos los orientales: amables, solidarios y creativos. El arte les brota en todo lo hacen, y así es Eligio, quien tiene vena de quijote, de ñángara con su adarga de luces en cada escrito que nos regala. Un batallador de las letras que va por los campos de Agramante, cuyas páginas llevan el aire marino de la franqueza y el nostálgico canto de los galerones y las fulías.

  3. Pero él ha destapado la olla de esa gloria nacional que son nuestras hallacas, y veamos otros horizontes en sus sabores y verdores muchas desconocidos entre sus hacedores. Yo, en verdad que sólo disfruto sus fiestas cuando las hacen, entre el jolgorio familiar, las risas, la borrachera de los olores de las verdes hojas, de las especias, del guiso y de ponche o guarapita que las amenizas. Apenas si he incursionado en la elaboración de algunos bollos equinocciales en tierras andinas. Pero bueno, así como tú, Eligio, tuviste una grandiosa compañera (lamento esa pérdida, entrañable amigo) que fue la capitana de tus condumios navideños durante décadas, yo aquí en Mérida cuento en estas batallas con mi esposa (de hecho, galardonada con un título de chef) genial en la preparación de exquisitos platos. Ella es la que prepara todos los patos navideños, sin embargo hasta hoy no se ha atrevido conmigo a la elaboración de las hallacas (atenida cada fecha navideña a las insuperables que hace su madre).

  4. Desde hace varios años, venimos preparando, Eligio, como te digo, los bollos equinocciales, que lleva un guiso preparado con pollo y muchas especias tropicales. Yo sólo ayudo amarrando los bollos y haciendo las compras en el mercado. Pero cómo disfruto del ambiente, escuchando gaitas y aguinaldos y libando algún que otro traguito de ponche bien envenado.

  5. Te cuento, estimado Eligio, que he probado casi todos los tipos de hallacas de mi país. La que tú preparas no la he conocido. Pero he degustado la caraqueña, la llanera, la andina, la vegetariana y la angostureña, entre las más destacadas. Tú sabes que soy llanero y las llaneras me parecían insuperables: llevan tocino, carne de res, de pollo, papas, zanahorias y huevo.

  6. En particular las más extraordinarias para mí han sido las hallacas angostureñas que se vienen haciendo desde el siglo XIX Seguramente tú conociste al sabio J. E. Ruiz Guevara, de los más insignes militantes del Partido Comunista, etnólogo y antropólogo, autor de varios libros sobre Zamora y de la historia de Barinas, toda una eminencia del saber y de la cultura venezolana. Pues, fui muy amigo de Ruiz Guevara, y en una ocasión que le visitaba (era por la época de Semana Santa), me invita a pasar a la cocina y veo promontorios de hallacas sobre varias bandejas y le digo: "-Caramba Ruiz Guevara, te pusiste a hacer hallacas en estos días santos", y me contesta: "No chico, esas son las que hice en diciembre, que me duran buena parte del año".

  7. Resulta, Eligio, que las hallacas angostureñas son preparadas de tal modo que no requieren refrigerarse. El secreto está en el guiso que no debe llevar nada de aliños que se fermenten, como tomate o la cebolla, por ejemplo. Me contaba Ruiz Guevara, que esas eran las hallacas que se hacían en muchos lugares del Estado Bolívar en tiempos de la Guerra Federal, y que en ocasiones se llevaban en barcos, a través del Orinoco a las islas del Caribe, y en algunas ocasiones eran exquisitos regalos que se llevaban hasta Europa. En medio de los ambientes caliginosos, no se dañaban. Las probé muchas veces y eran excelentes. Te puedes documentar mucho mejor en los trabajos de investigación que al respecto hizo el profesor de la ULA, Rafael Cartay.

  8. Para las particulares hallacas angostureñas de Ruiz Guevara, él no usaba ni carne de pollo ni de cochino, sólo de res, básicamente pulpa negra que ponía a macerar con vino y especias durante ocho días en vino. Es decir, no la cocinaba.

  9. Bueno, querido Eligio, ese escrito sobre tus hallacas ha servido para rememorar toda esta gesta culinaria de nuestros antepasados, porque bueno, sin hallacas no hay navidades que valgan.

  10. Un gran abrazo para tus hijas, y toda tu familia. Felices navidades, querido y eterno paisano de tantas luchas y esperanzas.



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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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