El sentido trascendental del paisaje en la poesía de Emiro Duque Sánchez

Produjo a lo extenso de su fecundo tiempo otorgado Emiro Duque Sánchez (Zea 1915-San Cristóbal 1995) una abundante obra lírica en torno a los diez libros, entre los cuales —por ir plenos de pasión venezolanista— se recordarán Cauce (1941), Voces al viento (2009), Piélago (2009), Tierra (1970), Llanura (2009), Coplas desde el tranquero (1986), El caballito del diablo (1977). Ahora bien, sus odas a las altas regiones de Los Andes merideños sólo en dos de sus robustos poemarios se hallan: Cauce, Tierra. Debe quedar claro al lector esta inmediata afirmación categórica: Ocupa Emiro Duque Sánchez el envidiable escaño de gran trovador del paisaje venezolano en la plena extensión del vocablo referido al País. Tocó él con sus cantos, con sus tonadas métricas, el territorio yacente desde Los Andes hasta las planicies orinoquenses, desde las costas e islas del Mar Caribe hasta los llanos de Apure. Exaltó con sus estrofas lo campestre, lo montañoso, las llanuras, los valles nemorosos, las selvas, los ríos, los médanos, los páramos, los parques nacionales, los morichales, las playas, las serranías, las aldeas, los caminos, los cerros, los piedemontes, la botánica, la zoología, la gente. Incansable viajero por los disímiles espacios de la Nación, infatigable escritor puso su actividad literaria, la musicalidad de sus rimas, ¡buen sonetista", apoyado en la destreza del ensable métrico del verso lírico castellamericano, para así develar a los lectores del País, del mundo, la belleza de la naturaleza física venezolana. Logró en ese propósito diáfana artisticidad por cuanto supo acordar el sentido de las palabras de sus composiciones líricas con la cadencia de su íntimo sentir.

LA CIGARRA

La cigarra

es una hojita seca

que vuela y canta.

Grillito de los aires

que no sabe saltar.

Alfiler el verano

y de la soledad.

Con su canto

que perfora la tarde

le recuerda al granjero

que debe almacenar.

Que se acerca el verano

con su anafe de Sol.

Concertista del campo,

ala, trompeta y voz.

(De El caballito del diablo).

II

Poseyó siempre Emiro Duque Sánchez dos condiciones innatas para el laboreo intelectual, menesteres éstos volcados en beneficio de su Patria, sin ambages. Uno, la docencia, le venía de la familia, abuelo, padre, tíos, dejaron huella del ejercicio educativo regional, en Zea, en Tovar. No pudo ejercer de manera continua este noble oficio, tal lo reclamaba su vocación, por razones de la dinámica política de los gobiernos de entonces; favorablemente otras funciones reclamaron sus servicios para poder mantener con dignidad a su familia. Por el contrario, su otra vocación, la de poeta, la desarrolló con plenitud cual un hermoso destino, favorecido por el perfecto dominio de la métrica lírica castellamericana.

EN EL PUERTO

Desnudé mis pupilas de paisajes andinos

en el puerto, al arrullo de un lejano palmar.

Se vistieron mis ojos de horizontes marinos

Y supieron mis venas del aliento marino.

Una angustia —naufragio de salobres caminos—

se acurruca en la puerta que parece soñar.

La distancia se viste de matices divinos

y en el alma nos late la inquietud de viajar.

Mar adentro se advierten dos alegres piraguas

que graciosas se mecen al compás de las aguas

mas de pronto se pierden tras la pálida bruma.

Y al caer de la tarde que en la mar se desmaya

con temblores de carne se estremece la playa

al sentir de las olas sus caricias de espuma.

(De Cauce).

El paisajismo de ayer y hoy en la lucha ecológica se inserta. Riela en la obra lírica de Emiro Duque Sánchez, sin lugar a dudas, un prolongado grito en defensa —"avant la letre"— de la ecología al través de la exaltación patética de los disímiles paisajes del País. La voz "ecología" aún permanecía ausente en el lenguaje intelectual, en el ámbito venezolano, cual término científico. Por cuanto "paisaje" para Emiro Duque Sánchez iba más allá del sentido de la hermosa fronda, abarcaba otros significados consubstanciales con la existencia: la tierra en sí, los ríos, las llanuras, los valles, las montañas, la zoología, la botánica, inclusive la atmósfera, el aire, los vientos, la nubosidad, la lluvia. Pero además él conocía los paisajes uncido a la agricultura, desarrollo agropecuario a la limón con el imprescindible celo de mantener en su plenitud el entorno vegetal, lo animal silvestre, a los campos en producción para mantener los frágiles bosques, la pureza de las fuentes de agua, la sanura del ambiente. Significaba ese equilibrio entre los sembradíos y el paisaje un garante de la paz social campesina, una esperanza esenciante del buen futuro. Así Emiro Duque Sánchez lo vislumbro.

SURSUM

La montaña está en mi. Yo soy el eco

doliente de sus quenas*.

Hay nieblas de sus tardes en mis días

y savias de sus bosques en mis venas.

Mis brazos son dos ramas sensitivas

que riman primaveras,

mis manos son dos hojas bondadosas

que saben darse enteras.

Rumora en la cadencia de mis versos

el agua de sus cauces.

Llora en mis tristezas la plegaria

azul y fervorosa de los sauces.

La montaña está en mí. Late en el alma

De mi arcilla sensible.

Soy árbol que apunta al infinito

Su grito de piedad y de imposible.

(De Cauce).

Se concluye con esta afirmación explícita: Creó Emiro Duque Sánchez, mediante la fuerza rítmica de sus versos, una poética del paisaje venezolano. Nunca constriñó exclusivamente sus descripciones del afectivo entorno ambiental a las meras estampas campesinas, extendió él estas composiciones líricas también hacia el paisaje urbano, al paisaje marino, al celeste paisaje de las nubes, de la lluvia, a los paisajes fluviales, lacustres de las montañas andinas, de Los Llanos, de las gentes, de los animales silvestres y domésticos. En su lírica paisajística, paralelo a los detalles artísticos, va así mismo un señalamiento ético: la necesidad de amparar, de escudar estos panoramas de verdor, de belleza. Hoy, esas conjeturas de Emiro Duque Sánchez, de salvaguardar la rica hermosura de esos ámbitos abrigantes de la frágil naturaleza virgen, hoy ello ecología se llama, cardinal ciencia consubstanciada con la esperanza de un devenir mejor para la salud del Planeta.

* Quena: Flauta hecha de tallo de carrizo o de hueso de las piernas del venado; usada por los labriegos andinos de Venezuela para comunicarse durante sus faenas agrícolas, en fiestas rituales, en ceremonias fúnebres. Posee dicha flauta un sonido obscuro, melancólico, triste. Lamentablemente en algunas ediciones de este poema los transcriptores por ignorancia (o pereza) sustituyen la palabra "quena" por el término "quema", con lo cual matan la excelsitud de esta hermosa oda de Emiro Duque Sánchez. Así sucedió en su reciente Antología poética: Caracas, 2009, Vol. I, pág. 109,verso 2, junto a otras torpes erratas: No es illora sino llora, verso 11; no es impiedad, sino piedad, verso 16…



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Lubio Cardozo

Poeta


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