Así hablaba Rosa Triste

Nos cuenta Don Francisco Herrera Luque:

Rosa Triste era una bruja que vivía por los lados de Sarría, en los años que sucedieron a la caída de la dictadura de Guzmán Blanco. Su especialidad no era el mal de amores, ni los esposos infieles, ni cómo detectar un mal que le echaron a su cliente. A ella, nada de eso le interesaba. Rosa triste, de acuerdo a la moderna terminología, era politóloga. Tan sólo le interesaba el porvenir político del consultante. Hace muchos años, su nieta, una encantadora anciana que narraba con gracia las mañas de su abuela. A medida que echaba las cartas, Rosa Triste hacía una serie de preguntas a voleo, como quien no quiere la cosa.

Rosa triste: ¿Recibiste por casualidad una invitación que no te esperabas para una gran fiesta en estos días?
Consultante: (Emocionado) Sí, sí, en efecto. ¿Cómo lo sabes?

Rosa Triste: Aquí se ve clarito. Aquí está el rey de oros y el as de copas. Un hombre muy poderoso se tomó o se tomará contigo un trago de algo… así como si brindaran.
Consultante: (Muy emocionado) En efecto, Rosa Triste, el general, el otro día en una fiesta, me invitó a tomarme una copa con él…

Rosa Triste: Dime una cosa, mijito… ¿por qué aquí está otra vez el rey de oros y el siete de oros? ¿No ves que la gente cada vez que te encuentra te abraza y te palmotea con mucho cariño?
Consultante: Así es, Rosa Triste.

Rosa Triste: Pues, estás en la buena, mijito. Aquí lo dicen las cartas. Son cuatro pesos.
Consultante: Gracias Rosa Triste, toma cinco pesos; tú nunca fallas.

Rosa Triste: Adiós mijito y acuérdate de mí cuando estés en la buena.
(Pasos apresurados. Se abre una puerta y una voz de mujer joven dice a Rosa triste.)
Mujer joven: (Riéndose) Estaba detrás de la puerta oyendo lo que le decías al doctor López. ¿Cómo lo haces abuela para saber tanto? ¿Es muy difícil el lenguaje de las cartas?

Rosa Triste: (Riéndose y abandonando su actitud enigmática) ¡Que cartas del carrizo, mijita! Ojo que tiene una. El todo es fijarse y preguntar lo más importante, como quien no quiere la cosa. Cuando un pesao como el doctor López viene a ver a una pobre vieja como yo, es que está desesperado por poder, o por no poder. Todo el que consulta a una bruja se está resbalando, o está subiendo. Entonces una le hace una serie de pregunticas y no hay pele.

Mujer Joven: ¿Cómo cuál?

Rosa Triste: Le pregunto por el teléfono. La primera señal de que un político está caído es que el teléfono no suena y cuando repica o está equivocado es para recordar una deuda. Si por el contrario está en la buena, el teléfono no deja de sonar todo el día. Las invitaciones llueven de todas partes. Las invitaciones son otras señales que dicen tanto como el teléfono.
Mujer joven: Explícame.

Rosa Triste: Cuando tú estás corriente, es decir ni bien ni mal, recibes exactamente las invitaciones que tienes que recibir. ¡Ah caray, el mes que entra se casa la hija de Méndez; eso es padrinazgo seguro! Y no te pelas. Es muy raro que te inviten donde no esperas, ni que dejen de invitarte donde lo deben hacer. Al político que está en la mala, hasta los ahijados dejan de pedirle la bendición, y que se contenten con una participación, si es que se la mandan, donde en otra oportunidad hubiese sido el primer chicharrón. El político que está mal se lamenta a diario de la fiesta donde lo negrearon, de la invitación que no llegó, del amigo a quien llamó y no contestó la llamada porque no le dieron el recado. Convéncete mijita de que las únicas cartas e invitaciones que no llegan son las que no se escriben y las que no se mandan.
Mujer Joven: Abuela, tú qué sabes tanto, ¿cómo hago yo para saber si José Agustín, mi novio, está en la buena o en la mala?

Rosa Triste: Muy fácil, mijita. Dile que haga una lista de diez amigos suyos que estén montados sobre el coroto, y que los llame por teléfono.

Mujer joven: ¿Qué le pasa si está en la buena?

Rosa triste: Que siete por lo menos, aunque sean ministros, lo atienen inmediatamente y con gran alegría.

Mujer Joven: ¿Y qué pasa con los otros tres?

Rosa triste: No pasa el otro día sin que lo llamen.

Mujer Joven: ¿Y si está en la mala?

Rosa Triste: Que se dé por bien servido si le contesta uno, y luego de llamar diez o doce veces.

Mujer joven: ¿Qué es lo peor que le puede pasar a un político que está en la mala?

Rosa Triste: Que la gente, al verlo venir, cruce en sentido contrario; que en un velorio o en una fiesta, se quede parado y sólo como una vela del alma; que le quiten el saludo; que le busquen pleito.

Mujer joven: ¿Y por qué tú sabes tanto, abuela?
Rosa Triste: Porque aquí donde tú me ves, yo una vez fui algo para el general Matías Salazar, presidente del Estado Carabobo y lugarteniente de Guzmán Blanco.

¡Chávez Vive, la Lucha sigue!



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Manuel Taibo


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