Opinión i Escalio

Benedetti, sus amigos i mis amigos: ellos

“Pero se van fugando los amigos

 los buenos/los no tanto/los cabales”

 Mario Benedetti

 Ahora, cuando todavía no acabamos de reponernos por su partida que, por lei biológica e historia del tiempo, era de esperarse, estando en finales de  la ruta octogenaria, inicio de una inmortalidad como es la postergación del olvido según Unamuno, la poesía de Benedetti, de Brenno, como le llamaban, sirve para que, mezclada con fervor i dulzura, darnos fuerza para afrontar la ausencia de los otros.

 En estos últimos días o meses, como inicia su poema Ellos, “se me han ido muriendo los amigos” que en la existencia, se van haciendo tan indispensables o queridos como los familiares, a quienes al contrario, a veces los vemos alejarse incomprensiblemente, incluyendo los hijos. Así dice Benedetti, que según Galeano -otro uruguayo excepcional- nos informó, significa bendito, en la primera cuarteta del poema:

“Se me han ido muriendo los amigos

 se me han ido cayendo del brazo

me he quedado sin ellos en el día

pero vuelven en uno que otro sueño”

 

 Me ha sucedido; de pronto fue mi amigo, vecino en los tiempos de Irama, el doctor Jairo Molero. Me apresuré irlo a ver cuando supe de su repentina gravedad i solamente logré darle un adiós silencioso por estar inconsciente, con esperanza de recuperación que no se dio. Al poco tiempo, la ausencia, todavía desconocida de Víctor Rodríguez, el astrónomo que nos hacía subir a las estrellas, con su fervor por la astronomía i su sincera amistad i conversaciones amenas. Mas, siguió la parca visitando puertas con su toque de guadaña, para proporcionarme dos ausencias más, profundamente dolorosas. De pronto, mi compañero de ruta, de penas i nuestros propios pendecimientos de salud, Humberto Bracho Vale, me dio la tremenda noticia: murió el Dr. Alirio Navarro Alemán, insigne médico falconiano, con quien en varias ocasiones nos habíamos visto en Coro, cuando era director del hospital, o en su terruño natal Mene Mauroa, o en la propia Maracaibo desde los tiempos de estudiante o cuando hacía poco tiempo lo visitamos hospitalizado con un diagnóstico presuntivo i pensamos que simplemente sería otro compañero de ruta en esto de sobrevivir a los embates de las enfermedades, con aquel coraje que más años atrás, vimos en la recia figura del pintor Gabriel Bracho. Sin embargo, repentinamente llegó la noticia a Humberto; falleció el Dr. Alirio Navarro Alemán i tengo que agregar su nombre, al poema de Benedetti que tengo colgado en la pared de la biblioteca, donde he puesto ya muchos, pero muchos nombres, mientras la soledad avanza como un céfiro gris. De manera que con otro cuarteto de versos de Mario del Sur, debo exponer:

Iré archivando cuerdos i recuerdos

 si es posible en desorden alfabético

en aquel rostro evocaré su temple

en este otro el ancla de unos ojos

 

 I más reciente todavía; hace una semana quizá, apenas, pregunté a Gabriel, Gabriel Sulbarán el Bioanalista pionero en mucha ciencia de su especialidad, uno de los tres mosqueteros cuando éramos Américo Negrette, Gabriel i yo, un trío inseparable en tertulias, paseos, amantes de la música, del ajedrez, de los vinos, i preocupados por el destino de los enfermos de Corea de Huntington; pregunté, repito, si sabía de la muerte de Víctor el astrónomo i me dijo que estaba igual que yo de ignorante del suceso. Otra vez de pronto, la llamada de Humberto: murió Gabriel Sulbarán Solís i ya ni tiempo tenemos de acompañar su féretro, pues ya está inhumando. No teníamos noticia alguna, pero estar presente en el entierro no importa mucho, sino el dolor desconocido i oculto que ello ocasiona, como el que recibí con la muerte de Armando mi hermano mayor, médico como su hijo a quien llamábamos Armandito, vilmente asesinado cuando estaba en plenitud de su carrera de médico cirujano i obstetra, o su otro hermano también médico, Alfredo, a quien un alocado conductor de un camión, le quitó la vida en un accidente automovilístico, con una tierna hija de apenas 4 años. ¡Cómo crece la ausencia, escribí entonces, i ahora, cómo crece la soledad sin los amigos i los que conforma un entorno familiar estrecho i amado! Pero además agrego, no sólo es la muerte la causante, sino ciertas pasiones que no atinamos a entender. Dice Benedetti:

Pero se van fugando los amigos

                                  los buenos/los no tanto/ los cabales

me he quedado con las manos vacías

esperando que alguien me convoque

 

 

 I al final sus versos dicen:

Si pudiera saber donde se ríen

dónde lloran, cantan o hacen niebla

les haría llegar mis añoranzas

y una fuente con uvas y estos versos

 

 Sí, ¡les haría llegar mis añoranzas! Les haríamos saber si saben algo de la Nada i como cita Benedetti de Francisco Pessoa, “morir es acordarnos de que olvidamos algo”. Olvidamos tal vez que pasamos por este mundo que parece poco ser obra de un dios; que para muchos la amistar o el amor, no son sentimientos, sino intereses o dinero, hasta provocar decir como Vallejo…!me moriré en París con aguacero, un día de cual tengo ya el recuerdo!



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Roberto Jiménez Maggiolo


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