Un hombre que vivió entre libros i para los libros i los amigos: Angel Vela González

Sobre mi playa existencial, la sombra de la gaviota que pasa con rápido i fugaz vuelo, parece que está a punto se perderse en el horizonte del tiempo; a medida que avanzamos del otoño al invierno, el entorno de familiares i amigos va mermando, i el mundo parece que se fuese borrando i que hijos i nietos son realmente de otros caminos primaverales o de veranos vivaces que ya no nos toca ver. Eso me decía en la vejez, el Dr. Hernández D’Empaire, el dignísimo Rector que me graduó de médico en 1952. Es la lei de la vida decimos sin reflexionar, i siempre que escribo de estas cosas, recuerdo a Mario Benedetti -a quien como sucedió con Borges, no imagino por qué no ha recibido el Nóbel de Literatura- i su poema Pasatiempo, cuando en versos finales nos dice:

 

Ahora veterano

ya le dimos alcance a la verdad

el océano es por fin el océano

pero la muerte empieza a ser

la nuestra

 

i con ese destino se han ido muchos, como Américo Negrette o Vinicio Romero Martínez, por ejemplo; pero a otros los alejó las vanas tormentas de vientos invernales o triviales. Ahora, cuando ha desaparecido no diré que sorpresivamente, el gran amigo Don Ángel Vela González, puesto que por su edad de 92 años bien vividos i por su estado de salud delicado, cuando lo visité creo que apenas a finales del pasado mes, hacían prever una pronta partida, me alentó un poco el ir a la Librería Cultural que él fundara hace varias décadas, i que me dijeran que ya estaba volviendo a visitar su oficina, los sábados. Me preparaba para visitarle de nuevo, cuando por la prensa que nunca ha faltado en mi casa, el diario PANORAMA, me consigo una nota refiriéndose a su muerte i que a la hora o tal vez el día que leí lo que declaraba el periodista amigo Argenis Bravo, ya no tenía tiempo de ir a su entierro. Volví a recordar a Benedetti, cuando iniciando otro poema dedicado A ellos, se lamenta:

Se me han ido muriendo mis amigos

se me han ido cayendo de los brazos

me he quedado sin ellos en el día

pero vuelven en uno que otro sueño

 

Al amigo Vela González, le conocí hace muchos años cuando estuvo la Librería Cultural en un local de la Av. 5 de julio, casi en esquina con Bella Vista, entre el restaurante chino La Estrella, i la Farmacia llamada también así. Allí lo visitaba casi a diario, pues finalizada mi consulta médica, me reunía con mi excelente profesor i amigo –también fallecido hace varios años- Adolfo García Díaz, quien me enseñaba Filosofía en el aula i en la calle en nuestros frecuentes encuentros que, luego amenizábamos con una o dos cervezas en el restaurante vecino, i algún lomito de cerdo especial estilo chino.

Don Ángel había llegado a Maracaibo en 1928, de 13 años, desde Cangas de Onís, Asturias, en los tiempos del tirano Gómez, a quien decía que conoció personalmente. Desde aquellos tiempos estuvo ligado a la familia Belloso Rossell i a su librería en la esquina de calle Colón con la Calle Derechas o Ciencias, en su librería fundada por Don Manuel Belloso, el mismo fundador del Banco de Maracaibo, la más antigua entidad de ese género en Venezuela. Posteriormente, ya hombre i con medios adecuados, Ángel Vela compró la Librería, hizo negocios también en Colombia, con libros naturalmente i fundó la Librería Cultural, la más importante de la ciudad por muchísmos años. Del sitio en Bella Vista, la Librería fue reinaugurada en la Av.5 de julio, frente a la casona Nigale, donde de inició el Centro Médico Paraíso del Dr. Rafael Belloso Chacín, un maestro i obstetra inolvidable que fue mi ductor en medicina en la especialidad que escogí. En ese sitio la librería fue un verdadero centro cultural de Maracaibo; no solamente por la calidad de la librería, sino por los ciclos de conferencias, foros, reuniones culturales, etc., que allí se hacían i el desfile de grandes personalidades de las letras i la cultura nacional. Por allí pasaron i dieron aporte intelectual Doña Gloria Stolk, Agustín Millares Carló, José Pascual Buxó, José Manuel Delgado Ocando, César David Rincón, Ernesto Battistela, Berthy Ríos, Tito Balza Santaella, Camilo Balza Donatti, i muchos más. Se hicieron foros, concursos, entre ellos uno juvenil para una Biografía de Cervantes i hasta se sacaron varios estupendos números de una revista titulada ZULIA CULTURAL, en la cual se recogieron muchas de tantas actividades, todas promocionada por Don Ángel. Sin embargo, al lado de estas cosas que, con el tiempo, el crecimiento de la ciudad, las nuevas costumbres difundidas por la penetración norteamericana, mui poco culta por cierto i con patrones disparatados i ajenos como La Noche de Brujas, los videos juegos, la televisión violenta o porno, a muchos jóvenes se le castró la intención de la buena lectura. En la revista aparecían multitud de muchachas i muchachos escogiendo libros, participando en concursos, i hasta escribiendo. Ahora hai revistas que son simples álbumes lujosos de fotografías, i con algo de leer que no ocupa ni el 3% de las páginas. Hai sí, buenas librerías, pues a casi todas las visito, pero siempre sigue siendo la primera en afecto, escogencia de libros, sitio de reunión etc., la Librería Cultural. Allí, en la oficina modesta de Don Ángel, hacíamos tertulias el Dr. Antonio Borjas Sánchez, el Dr. Angulo López, Manuel Martínez Acuña, Gastón Montiel Villasmil i otros que olvido, donde el encuentro era de una calidad intelectual que añoro, estimulada por algunos cafecitos negros. En ella, permanecía en la pared, una acuarela mía de la Antigua Plaza Baralt o libros escogidos que Vela nos hacía conocer de su personal colección. Eran momentos de plenitud fraternal que a veces prolongábamos con alguna cena en un restaurante.

Por esto i muchas otras cualidades intelectuales i morales que adornaban la personalidad de este hombre, más venezolano que español, aunque periódicamente o anualmente visitaba su patria i sus familiares allá, compartió la vida con Doña Alicia i siete hermanos. Su esposa murió hace unos pocos años i eso fue el comienzo de su deterioro espiritual i físico, pues, compartía el hogar i el trabajo i hasta nos aportaban unas hojas mensuales, tituladas Entre amigos, donde hacía recopilación de fragmentos literarios, poesías, adivinanzas, chistes, reflexiones filosóficas, pensamientos del Libertador, citas de amores célebres, moralejas i hasta sus propias opiniones breves. Fue en un tiempo Cónsul de España en Maracaibo i se enorgullecía de un diploma otorgado por el Rei Juan Carlos de Borbón. La última hoja Entre Amigos, la recibí en julio de este año, i la mayoría las conservo, así como las revistas. Por eso, el amigo que ahora se me cayó de los brazos, entristece pero al mismo tiempo es prueba de que la amistad, como dice mi amigo Humberto Bracho, nos es un mito como he creído, sino una virtud. A su sobrino Jesús Cajigal, ahora al frente de la librería, a un hijo que tiene en España, a sus hermanos i demás familiares, les hago llegar mi palabra de condolencia, i a mismo tiempo de expresar la satisfacción o alegría, de haber tenido un amigo de la calidad intelectual i ética -como buen cervantista i adorador del Quijote- como lo fue Don Ángel Vela González.

robertojjm@hotmail.com









 


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Roberto Jiménez Maggiolo


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