Cambio de personalidad


Todavía, en estos tiempos de tantos avances tecnológicos, disfrutamos de un personaje creado en 1918. Héroe popular de los años 40, 50, 60 y 70, el aburrido aristócrata Don Diego de la Vega convertido en El Zorro tras ocultar su rostro bajo una antifaz negro. Desde que el reportero y escritor Johnston McCully escribió La maldición de Capistrano, el hómbre de la espada, el latigo y la "zeta" no ha dejado de entretener.

Otro héroe de dos personalidades ha sido Superman, creado por Jerry Siegel, quien vendió los derechos de autor por 130 dólares. El dibujante Joe Shuter, amigo de Siegel, lo hizo real en 1933. Desde esa época el periodista Clark Kent sólo se quita los lentes para transformarse en el hombre de acero.
¿Y de Batman qué? Un heroe creado por Bob Kane. En esta historieta un ricachón se convierte en el hombre murciélago.

Quizás muchas veces en sus años de infancia el poeta Luis Aníbal Velásquez hizo el papel de estos héroes en sus juegos de niño en el sector El Brasil, quizás por los lados de Guaraguao, a la orilla del mar. Años más tarde el poeta ha usado el seudónimo para participar en concursos literarios, algunos de ellos ganados por él. Pero ha sido producto de las exigencias de estos certámenes poéticos.

En todo caso adopta un nombre de pez, artículo o animal para presentar sus textos.

Lo que nunca pudo imaginarse Lucho, tal como lo conocemos, es que varios años después una dama, hermosa se le ve, con su cartera bien habitada por dinero y tarjetas de crédito, al frente de una organización llamada Súmate, lo iba a convertir en hombre de dos personalidades.

Este poeta, luchador desde que empezó a descubrir en la Biblia pasajes revolucionarios, militante de la Liga Socialista por mucho tiempo; camarada nuestro en el constante empeño por contribuir en transformar a fondo este país, se ha descubierto como otro al ingresar en la página web del parlamentario Luis Tascón.

Resulta que la cédula de identidad de Lucho, ese pequeño documento de identificación que el poeta diligenció por primera vez cuando todavía usaba pantalones cortos, aparece registrada entre los firmantes en la solicitud del referendo contra el Presidente Chávez. Sólo que con otro nombre, casi como el Zorro o como Superman.

De acuerdo al Súmate de Corina Machado y a las firmas resguardadas por Enrique Mendoza, ya Luis Aníbal Velásquez no es tal, ni siquiera es poeta, a lo mejor es un vendedor de cachivaches en el Puerto Libre. Ahora Lucho, según la planilla A01581021, es algo así como Jihany Berrizbeitia o cosa semejante.

Para el autor de Traspasantier del paisaje y de La ciudad cambió tanto que ya no es mi ciudad resulta incómodo cargar con una personalidad que todavía no conoce.

De todas maneras, el poeta no debe molestarse, pretender que el número de cédula que lo identifica sólo le pertenezca a él es un pretencioso tecnicismo, un gesto muy egoísta. ¿O es que por ser un poeta bolivariano tiene que vivir como un privilegiado con un número de cédula únicamente para él?



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Pedro Salima - Publicado en El Sol de Margarita


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