¿Qué méritos tiene el Príncipe de Asturias?

En estos días muchísima gente ha expresado satisfacción ante el otorgamiento del Premio Príncipe de Asturias al maestro José Antonio Abreu, promotor del Sistema Nacional de Orquestas Infantiles y Juveniles de Venezuela. Naturalmente, como cualquier otro venezolano que aprecia la tesonera cual productiva labor del maestro Abreu, me alegra mucho el reconocimiento internacional a sus esfuerzos que, además, sirven de ejemplo para otros países, aún para los que se consideran con mayor abolengo en la Comunidad Europea.

Es decir, me parece justo que el musicólogo y pedagogo venezolano reciba un premio, tan solo lamento que éste se lo otorgue el heredero de la monarquía española, una especie de salto atrás en los sistemas políticos democráticos, quien, además, en lo personal carece de méritos relevantes o tan siquiera de la gracia para otorgar reconocimientos científicos, deportivos o cívicos.

Se trata de un caso de quien intenta ser notable por asociación, a base de codearse con personajes que han realizado tareas en beneficio de la Humanidad. Por cierto, vale la pena recordar que dicho premio le fue otorgado a la periodista Patricia Poleo y también al camarógrafo de la filmación chimba sobre los "Pístoleros de Puente Llaguno", quienes no son precisamente benefactores de sus prójimos.

Este año, por lo demás, el premio que se otorga por actos a favor de la extrema derecha le correspondió a la liberada colombiana Ingrid Betancourt, presente en todos los saraos aristócratas en condición de mártir o sobreviviente.

Desde hace rato albergo la sospecha de que los reyes de España pretenden emular al premio Nobel en una versión guachafitera, que incluya a las Poleo y las Betancourt. Dicha presea será añorada por quienes añoran los títulos de nobleza y otras ridiculeces anacrónicas que sirven para figurar en la revista "¡Hola!".

El señor Nobel, a fin de cuentas, inventó el TNT, explosivo utilizado para volar muchas cosas, incluyendo uno que otro ser humano. En compensación el caballero sueco decidió premiar a quienes contribuyeran con sus inventos a mejorar la condición del hombre, tanto en lo científico como en lo intelectual.

Recibir el Premio Nobel es una distinción que supera con creces el beneficio monetario, que tampoco es malo, pues por lo general son más de un millón de dólares.

Por cierto, ignoro si el Premio Príncipe de Asturias conlleva una gratificación en metálico, lo cual sería extraño pues el rey Juan Carlos tiene fama por practicar el sablazo, o sea por no tener empacho para recibir regalos o comisiones en euros o hasta en pesetas, si el asunto lo amerita.

En todo caso, ni siquiera un estipendio de proporciones muy realistas le podría impartir prestigio a un premio proveniente de la sucesión franquista.

Lo contrario sería mucho más sensato. Me refiero a la posibilidad de crear un premio con el nombre del maestro José Antonio Abreu, que se otorgue a los creadores de obras tan trascendentes o edificantes como la suya.

De lo que pueden estar seguros es que bajo ninguna excusa el príncipe de Asturias acumularía méritos para recibir dicha presea. A menos que, en un arranque de nobleza, se le ocurriera renunciar a ser rey de España por la mera gracia de Dios.
 


 


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Augusto Hernández


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