Mis padres políticos. (Para buen eructador, que estas palabras basten)

Mi padre es en primer lugar, Dios padre, su hijo el humilde carpintero de Nazaret, Jesús, que murió por todos nosotros y realizó el milagro de multiplicar los panes, dejando atónitos a los ricos de su época.

Mi madre es la Biblia, cuando leí que “primero se ve un camello entrando por el ojo de una aguja que un rico entrando al cielo”.

Los ríos, las montañas, la luna, el sol, la lluvia, la flora y la fauna que mis ancestros aborígenes respetaban, adoraban y armonizaban en un equilibrio filosófico y sin conocer esa palabra, fueron y son más civilizados que aquellos que, los llamaron “salvajes”.

Mi primera novela leída a mis 15 años, “Así Se Templó El Acero” del Escritor Nikolai Ostrovski, de esta lectura nacieron mis ganas de luchar por un mundo mejor.

Hermann Hesse con su Siddhartha, obra que me enseñó a escuchar, a callar y dar un consejo cuando alguien lo necesita.

El Popol Vuh, donde descubrí la historia olvidada y enterrada de Guaicaipuró, de los indios Caribes, de Túpac Amaruc, de los Timoto-Cuicas y de mi terruño Hakarigua.

Neftalí Ricardo Reyes Basalto, el Gran “Pablo Neruda”, con sus “20 Poemas de Amor y Una Canción Desesperada”, su “Canto General”, “Confieso Que He Vivido”, con ellos, me enamoré de la mujer, de Chile, de Allende, del compromiso Político Nerudiano cuando escribió, “Bolívar despierta cada cien años cuando despierta el Pueblo”.

La primera piedra lanzada con rabia al ver caer un estudiante muerto en las puertas de la Universidad, me enseñó, que todo método de lucha no es descartable contra el enemigo.

Mi padre cantor Ali Primera, me dio su canto me dio su Cuatro, me dio la voz para cantar, me dio, “recuerdo cuando llegue tercero en una carrera de bicicletas y me dejaron fuera de la lista de premios por un gallito pintado en mi franela”, es decir, me dio la rebeldía necesaria. Con mi Pana Ali, aprendí que “es mejor perder el habla que temer hablar”. Para él faltan líneas que escribir.

Simón Bolívar, el que abandonó todo por ser útil a la Patria, el que me enseñó la palabra Unidad, por el empuño un fusil, porque nos dejo dicho, “Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia, a plagar la América de Miserias, en nombre de la Libertad”.

Samuel Robinson, es mi guía, lo conocí en los pasillos de la Universidad, que contrariedad, no lo conocí dentro de un aula de clases y es nuestro Gran Maestro, y el filósofo de “La América debe ser original, como originales tienen que ser sus instituciones”.

Ezequiel Zamora con su Grito “tierras y hombres libres horror a la oligarquía, me transmite su espíritu guerrero.

De Argentina y Cuba tengo padres, Ernesto Guevara, el CHE, con su mirada reflexiva lanzó al aire esta lapidaria frase, “las palabras que no concuerdan con los hechos, no tienen razón de ser”. También tengo a José Martí, por el a mis hijos les leo la “Edad de Oro”. Ernest Hemingway, me convierte en David para enfrentar a Goliat, en momentos de adversidades, con “El viejo y el Mar”.

Walt Whitman me anima con su canto, “me celebro y me canto a mi mismo” dijo, como me alegro con sus versos y recobro las fuerzas perdidas en batallas.

Con Charles Baudelaire y Franz Kafka, comprendí por qué la burguesía vive de apariencias y superficialidades.

Omar Khayyam, poeta persa, me dejo dicho, “no te abandone jamás a la cólera. Si quieres alcanzar la paz definitiva, sonríe al destino que te golpea, y no golpees a nadie”.

Soy hijo de Aquiles Nazoa el del “Credo y los poderes creadores del Pueblo” me enseñó que la amistad es el don mas grande del ser humano.

Marx, se me apareció de repente y me sentó de cabeza para entenderlo, sus “Manuscritos Económicos y Filosóficos” de 1844, del joven Marx, me llamaron a liberar al asalariado, y crear conciencia sobre la trampa de la “plusvalía”.

Ludovico Silva, Orlando Araujo y Víctor “Chino” Valera Mora, me hicieron caerme a palos y a largas noches de discusiones frente a una botella, con mis camaradas, con mis amigos, con las rancheras de Antonio Aguilar, con Silvio Rodríguez, Pablo Milanes, buscábamos, la belleza, la revolución, al Unicornio perdido de Silvio, y por último gritábamos de alegría “abstemio fue Hitler”.

Mis padres son Argimiro Gabaldon y Fabricio Ojeda, están en todas las montañas de Venezuela, odian el reformismo y siempre están prestos, vigilantes, fusiles en manos, para que no traicionen la voluntad del pueblo.

En fin, son tantos mis padres, a cada uno les debo todo, pero a Concilio Villegas, mi mamá y maestra, y a Ricardo Artigas mi papá y mi amigo, me dieron lo mas importante, el respirar, la vida y la existencia.

Biscucuy, 05 de Julio de 2008.

mijailartigas@hotmail.com


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