Francotiradores criollos

Durante mucho tiempo pertenecí al gremio de los francotiradores.
Para ser exacto, figuraba más entre los segundos que entre los primeros.
Sentía mayor identificación con los tiradores pues la franqueza no era mi
lado fuerte, ya que una que otra mentirilla se me escapaba a veces.

El término me cuadraba más que todo debido a que, durante varios años,
figuré entre los asiduos visitantes a la barra del restaurant Franco, uno de
los integrantes del Triángulo de las Bermudas, compuesto, además, por el
Vecchio Molino y el inolvidable Camilo¹s, territorios de la República del
Este en la Avenida Solano.

Claro está que la actividad consistía en algo más que afinar la
puntería para no errar el tiro y hacer caer a la presa que se tuviera en la
mira. Había una cuota de sacrificios, de beber seriamente y sembrar rumores
terroríficos en la barra, campo de cultivo para noticias ³off the récord²,
informando sobre apóstoles y conchupancias que pocos medios reseñaban sin
censura, autoimpuesta o de la otra especie.

Ahora resulta que el Presidente Chávez, en un arranque de
sinceridad no muy acorde con la discreción militar, anuncia la compra de
cinco mil fusiles rusos exclusivos para francotiradores.

Ya no se trata de los AK Kalashnikov, sino de armas largas dotadas
de mira telescópica, rayos infrarrojos y quién sabe cuántas otras vainas.
Los susodichos serán entregados a las damas y caballeros, profesionales y
aficionados, de nuestras milicias bolivarianas, que se distingan por su
excelente puntería.

Ellos serán los encargados de treparse en las matas y en las
azoteas desde donde hostigarán al invasor enemigo, impidiendo que los
soldados del imperio o sus lacayos disfruten los paisajes citadinos y
campestres.

Lamentablemente mi situación actual me impide ofrecerme como
instructor, en especial de las francotiradoras. No obstante me atrevo a
recomendar que porten camuflajes acordes con el entorno para no ser ubicados
con facilidad.

En algunas localidades podrían usar uniformes forrados de basura y
desperdicios. Así no los podrán distinguir en el entorno urbano. Además
deberían apagar los bombillos cubanos y dejarlos funcionando como
micrófonos.

augusther@cantv.net


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Augusto Hernández


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