Las sirenas recalentadas

L a depredación de los mares mediante la pesca excesiva e indiscriminada está produciendo, según los especialistas, la extinción de diversas especies que hasta hace poco se reproducían en cantidades adecuadas para asegurarles una prolongada supervivencia.

En los últimos años, sin embargo, las cosas han cambiado de manera radical.

Grandes flotas zarpan de países donde la industria pesquera es una actividad poderosa y de alto rendimiento a lanzar sus palangres en medio del océano.

Se trata de cables que miden varias decenas de kilómetros, cargados de anzuelos donde se ensartan toda clase de peces y otras especies, como tortugas, delfines y hasta pájaros marinos.

Aparte de la crueldad y el despilfarro que implica la pesca de palangre, aparejada a la actividad de las rastropescas, están acabando con especies de aguas profundas cuya desaparición repercute en la cadena alimentaria y se hace sentir en las costas venezolanas.

Los marinos más longevos confiesan que llevan años y hasta decenios sin ver algunas variedades que por su rareza eran muy apreciadas por los conocedores.

En Margarita no se ha visto una sirena desde los tiempos en que en la isla se dormía con las puertas abiertas y las goletas y balandras eran los barcos de vela que con mayor frecuencia recalaban en sus puertos.

Un pescador de manos callosas y ojos nublados por las cataratas nos confesó que por los lados de La Blanquilla divisó en su juventud una esbelta criatura cuya mitad inferior era la de un pargo y la superior no tenía nada que envidiarle a la mujer de senos y cabellos más exuberantes que hubiese contemplado en su larga vida.

La sirena en cuestión fue sorprendida cuando dormitaba en la orilla de la isla solitaria, tras haber saboreado el agua dulce de algunos cocos.

Desde entonces nadie más ha reportado un encuentro similar y tan solo uno que otro marino revela haber escuchado lo que pudiera ser un canto de sirena en lontananza.

Un experto de la Fundación La Salle nos dijo "off the record" que las sirenas andan tibias por el recalentamiento global. Ojalá se encuentren en los polos tomando aperitivos "en las rocas" mientras amaina la temporada de calor.

augusther@cantv.net


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Augusto Hernández


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