Donald Trump la embarró contra Irán y ha dejado una estela de mal presentimientos

¡Vaya situación! O lo tomas o, lo dejas. Que va -dijo él. Y se embarró hasta donde más no pudo. Ahora celebra sin clemencia e insiste en dar órdenes que pueden ser prematuras como circunstanciales que, si no se acatan será peor. La temeridad al desnudo. ¡Hipócritas!

El que no oye consejos no llega a viejo. Le entró por el oído izquierdo sin arrugar el párpado derecho. Y sembró de sonrisas su entorno. La complicidad a su disposición. Para luego encaramarse de fama. La fama que pervierte tanto a ignorantes como a poderosos e inunda los malos hábitos con una arrogancia estrepitosa que pasa a consolar los interdictos sueños de la falsa condolencia.

"El que siembra vientos recoge tempestades". Y ahora viene lo peor, mientras el músculo del pensamiento duerme. Y fue tan fácil arreciar la acción con un firmamento sometido a lo que venga. La paz se oculta, la paz se niega, y entre embrollos de emboscada el poder somete a los más débiles al unísono.

Protéjanse unos de otros hasta que el rencor no los destruya más de lo permitido. Las leyes son los círculos de la convivencia que el ser humano persigue y hasta se habla de los derechos humanos. Casi que imprevisible existe la ONU y, allí el que no la caga, alborota instancias y, ella como una cualquiera cierra sus ojos, mientras el verdugo cobra como potencia.

El poderoso no tiene ojos de piedad ni da consuelo que lubrique lo que no ha de ser. Todo a su tiempo que tiempo es lo que más hay. El éxito es como un escenario donde los prepotentes culminan sus acciones, aunque devasten al mundo, el río de la propaganda hará su trabajo secundario para que los perdedores se callen o acaten con sudor la esclavitud que los espera y, ese es el mudo que nos ofrecen. O lo tomas o, lo dejas. Porque puede ser peor y, lo demás se va al olvido a formar lo pasado.

Trump, un sujeto, un catador de deslices, un mandamás, un presidente democrático de un país que hace años que dejó de serlo. Otros antes que él no han dejado nada de vivencia honorable que sirva de comparación para país alguno que intente meterse en su corriente de antecedentes aleccionadores y, más bien la voluntad se cimbra de impaciencia durante cuatro años de imponer y avasallar su criterio de mandato, taladrando a más no poder a países que después se transforman en su patio trasero y pobre de aquellos que desvían esa mirada y, cada uno de ellos se ha intuido como el dueño del mundo con su eje financiero que es el dólar, padre y señor de sus economías o, no: México, Argentina, Venezuela, Cuba, Colombia y dale que hay muchas más calladas y desiertas.

¿La embarró Trump con su acción contra Irán? Seguro que sí. A no ser que Dios esté con él como su ángel guardián y, cómplice de sus arbitrariedades sugestivas y dogmáticas que, solo el ventrílocuo de Marco Rubio como su secretario de estado puede servirle de guarda espalda en las trincheras de la complicidad que arrugan existencia.

Trump, un amante de las libertades sin descubrir con su meollo de precauciones que solo Israel puede poseer bombas atómicas. Mientras Irán debe vivir con la metáfora preñada de ilusiones que para ellos no está permitido a través de los años y, que mueran con el afán de ser persas con cuaresma permanente.

De EEUU salieron en tropel de distracción todo tipo de avioncitos volando. Un simulacro de ternura no era. Pues Trump como jefe de un imperio corrupto no es tierno. No quiere a los inmigrantes, los odia con el tesón de su cojones de anciano explotador de voluntades.

La sapiencia de Trump se esmera en tener al mundo a sus pies en jaque y, posible es que, desde adentro del ojo de su país algún día no muy lejano, le puedan dar sus sus compinches y adversarios jaque mate en una partida que la tiene bien enredada de temor y complicidad atascada de arbitrariedades políticas y de malos consejeros sin parcialidad de bienestar alguno para otros.

¿Se saldrá Trump con la suya? Tic-tac.

Irán le divierte. Irán le importa un carajo. Le pudre el alma el sionismo.

Trump es un presidente arrogante con ideales inalcanzables. Pero -seguro es- que no hay mal que sea duradero, aunque sea gringo.

Esteban Rojas



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Esteban Rojas


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