Una opinión constituyente

El Nuevo Estado

Una de las nuevas formas en la que nuestro modelo ideológico, el Socialismo Bolivariano del Siglo XXI amplifica su espectro democrático real, ha sido con la diferenciación sectorial de algunos de los factores que hacen parte de la vida nacional, pero que no necesariamente -por la organización colonial política que aun nos suprime- se hacen eco del concierto político nacional.

Llamar a diversos grupos etéreos a que refunden una república popular, es probablemente la idea más admirable aplicada por el Comandante Obrero Nicolás Maduro. Esta tesis no solo representa el reconocimiento de factores otrora invisibles o menospreciados -motivo histórico para el surgimiento de las revoluciones populares o burguesas- sino que también invita a estos factores a un más allá, a un futuro de participación política activa que no puede acabar ni en los debates post-electorales, ni mucho menos en las elecciones en si.

Esta medida debe ser aplaudida desde cualquier factor de la izquierda, desde la socialdemocracia más reformista posible, hasta el comunismo ortodoxo casi religioso. No se trata de propaganda sino de un simple ejercicio de reflexión. Marx demostró que las clases sociales llegan a identificar a los hombres y mujeres aun más que la propia idea de nación burguesa -una nación dividida en clases sociales dónde la burguesía controla en pleno el aparataje del Estado-, es necesario admitir que un ser que no sea trabajador de fábrica, no puede entender la vida real de un ser -en el sentido más sartreano de la palabra- perteneciente a esa casta social. Lo mismo ocurre en otros factores, el campesino, el amerindio, el estudiantil, hasta el muy sufrido intelectual.

Duela a quien duela, la República Bolivariana de Venezuela ya no marca su andar en la odiosa "Democracia Representativa" sino que camina por el sendero de la democracia participativa activa y protagónica, modo de participación política del Socialismo Bolivariano del Siglo XXI. Nunca más un terrateniente será el representante en un congreso de miles de campesinas, nunca más el rectorado definirá la vida del estudiantado universitario, mucho menos ocurrirá de nuevo en esta patria de suelo sagrado que los jóvenes sean representados por conservadores de todas las edades, ni se verá el día en que a la clase obrera la proteja como en el cuento Mausland, el explotador patronal.

Ahora bien, más allá de esa belleza digna de un poema de Víctor Valera Mora -conocido por los vagos y maleantes como el Chino- o de un cuadro del viejo Tovar y Tovar, ésta es una oportunidad que no puede quedar solo en el discurso, esta nueva organización de participación debe hacerse semilla y tierra en el modelo de vida política-administrativa nacional.

Mucho se ha hablado de una transformación de nuestro modelo de organización territorial, se ha hablado mucho de supresión de las alcaldías y las gobernaciones, de suplantarlas por Comunas y Consejos Comunales, de darle forma física a ese superser llamado Poder Popular. Mucho se ha dicho, mucho se ha escrito, muchísimo se ha pensado, y muy poco se ha hecho. Lejos de superar ese mecanismo de organización colonial, el mismo se ha hecho tan sólido como en los tiempos del cacicazgo 4to republicano que tanto nos empeñamos en imitar mientras nos llenamos la boca de halagos indulgentes hacia los muy pocos pasos que hemos dado en el tortuoso valle de las mil flores primaverales.

A diferencia de la mayor parte de mis camaradas en esa enorme familia que es la izquierda, yo sé en que país vivo. Me confieso tan participe de la tesis de supresión definitiva de las alcaldías y gobernaciones cómo del poco envidiable club de los que pagan alquiler de casa, y le han hecho agujeros a las correas. Pensar que se eliminaran alcaldías y gobernaciones, en un país con un enamoramiento casi absurdo de la idea de votar, y con una amplísima tradición casiquezca y regionalista, es, citando a Cantinflas -filósofo del pueblo en armas- de un plumazo, ridículo.

Ahora, de ésta Asamblea Constituyente debe surgir un modelo administrativo-político que de a poco entierre ese sistema que tanto daño hace a la tesis socialista que intentamos sostener sobre los hombros. Sueño con que éste modelo sectorial se traslade a las regiones del país, que cada alcaldía tenga un congreso distinto al que hoy le sirve a veces de sustento, a veces de freno a los caciques locales, en el que los factores que hagan vida en ese territorio, tengan una o más voces que amplifiquen la participación de ese sector en el desarrollo regional, y que, ya sea por meritocracracia o por una segunda ronda electoral, se elija entre los hombres y mujeres de ese congreso un/a alcalde/sa.

Con respecto a las gobernaciones, la idea del protector del pueblo de un estado, es realmente sustanciosa, lejos de lo que señala la oposición, acusándola de calcar el modelo de comisarios del pueblo soviético -el cual opino es el mejor sistema de organización territorial- este mecanismo no es compatible con la realidad venezolana. Creo sin embargo, que la figura del protector, de trasladarse la territorialidad participativa a la territorialidad geográfica, puede surgir de una gran asamblea regional que igualmente, involucre a todos los factores, y que por meritocracracia o por una segunda ronda electoral, se elija entre los hombres y mujeres de ese congreso un/a gobernador/a.

La revolución nos exige procesos de transformación permanente, nos exige amor infinito, y nos exige tener los pies en el suelo y la cabeza en las nubes. Es ridículo pretender que la idea que aquí lego, sea tomada como un adjetivo inapelable, esta es solo una idea disponible a quien la quiera tomar, discutir y ampliar en este apamete de 400 flores estallando al que llamamos Asamblea Nacional Constituyente.



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Fex López Álvarez


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