Votemos

En principio, será necesario realizar un ejercicio intelectual, y suponer una negada cuestión que, más que a mí, debería abrumar a otros que aunque ven esto como una certeza, no gozan de cualidad suficiente para ser reconocidos como participes en ella. Ella consiste en dar por cierta la victoria parlamentaria de la oposición en los venideros comicios legislativos.

Comencemos pues, con la noche del fatídico evento comicial; en ella, el mapa electoral estaría pintado de todos los colores menos el consabido rojo, salvo ligeras pinceladas que alegan que fraudulentamente aparecen en el mismo. Vislumbremos, entonces, una eufórica celebración en los bunquers escuálidos, con las consabidas amenazas y reiterados improperios contra los divergentes a su tendencia política.

Por su parte, el Pueblo Chavista después de negarla, acepta la derrota. En los días siguientes, después de reanudadas la amenazas, los ganadores comienzan a aplicar la fórmula para mantenerse en la tan ansiada posición de victoria. Por su parte, los derrotados, después de reaccionar naturalmente con tristeza, buscan salidas de un sitio desconocido hasta entonces para esa bancada.

Con el pasar de los días, ambas tendencias recrudecen sus posturas hasta límites insospechados (angustia, insultos, prepotencia, insolencia, discusiones. peleas, destrucción, muertes…). Con la llegada de las primeras tomas de decisiones, estas posturas se vuelcan sobre el hemiciclo y se justifican por los personeros de ambas masas.

La automática negación a solicitudes contrarias estanca la toma de aquéllas, y paralizan los principales factores de vida social, al punto de inviabilizar el devenir del Estado. Recrudece el descontento social de aquellos que dependen vitalmente de esas decisiones y se vuelcan a la calle, forzando al gobierno a seguirlos y tomar drásticas medidas para que funcione el aparato decisorio y con ello el país.

Esto justifica intromisiones foráneas imperiales, al punto de intervenir militarmente el país, con la consabida destrucción y barbarie que llevan al desplazamiento y la huida, tanto a los unos como a los otros no cualificados para el reparto del botín, todo ello, para que los invasores instauren su dominio, conjuntamente con una minoría privilegiada apátrida que haya probado reiteradamente su deslealtad a la patria en los más férreos crisoles guarimberos sumiendo así al país en una interminable lucha fratricida de resistencia interna, que finalmente obligaría a los invasores a huir arrasando lo que tanto esfuerzo ha costado.

Sin embargo, menos mal que sólo fue un ejercicio de pura retórica, una especie de paradoja insalvable que se da por cierta, hasta que llega el pueblo con sus pies ligeros y de un pequeño salto deja atrás a la tortuga del neoliberalismo. Vamos entonces, cual Aquiles, a desvirtuar con el voto estos paradigmas coloniales.

ramonvarela66@cantv.net


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